Un día de festejos, rodeada de su familia
La Presidenta decidió darle un papel protagónico a su hija Florencia; se conmovió en el Congreso al recordar a Néstor Kirchner
No comió. Apenas si probó un té con leche. En la intimidad de su despacho, con su familia, sólo allí se relajó. Jugaba con sus zapatos, sentada en uno de los sillones de cuero blanco. Estaban su madre, Ofelia, su hermana Giselle, su hija Florencia y el mayor, Máximo, siempre pegado a su novia, Rocío García.
Nadie más pudo entrar en esa hora en la que Cristina Kirchner compartió sus primeros minutos, otra vez, en lo más alto del poder.
El día de la Presidenta comenzó temprano, en la quinta de Olivos. Esta vez evitó el ejercicio físico y se dedicó a repasar los diarios y preparar el discurso que daría en el Congreso. Apuró la salida de la residencia para cumplir puntualmente la rutina de su jura. Llegó dos minutos antes de las 12 a la explanada del Congreso. También tuvo palabras de despedida para su histórico secretario, Isidro Bounine, que dejará su cargo después de haber pasado ocho años con la jefa del Estado. La Presidenta le permitió, incluso, que se tomaran una foto juntos cuando bajaron del helicóptero que los trasladó al mediodía a la Casa Rosada.
Su peor momento fue apenas pisó el Congreso. "¿Dónde está Florencia?", preguntaba, insistente. Ya había decidido el miércoles pasado que su hija la acompañara en el momento de tomar posesión del mando y que fuera ella la que la ayudara a colocarse la banda presidencial. Uno de los hombres que más cerca está de Cristina contó a LA NACION que la llegada al Parlamento fue el quiebre anímico de la Presidenta. Está acostumbrada a la Casa Rosada sin Néstor Kirchner. Ya no la impacta. Pero no pudo en el Congreso. "Hace cuatro años estaban los dos. Ese momento fue terrible para ella", describió un funcionario que estuvo en la tarde con la jefa del Estado.
Ya desde la semana pasada algunos de los ministros más cercanos sabían que Florencia sería la elegida por Cristina para asistirla. Nadie supo que juraría por el ex presidente. Pero lo imaginaban.
Humor presidencial
Una vez superado el discurso, en el que se mostró relajada hacia el final, Cristina recuperó el humor. Su camino a la Casa Rosada lo hizo acompañada de sus hijos y su nuera. Varias veces bajó del auto oficial para saludar a los seguidores.
Máximo, que en la jura tuvo un papel menos protagónico que su hermana, en la intimidad es otro y es reiterado que varios funcionarios se asombren aún por las formas similares a las de su padre. Lo cuenta un santacruceño que conoce muy bien a la familia. "Al que más quebrado lo vi fue a Máximo", reconocía.
Con su habitual bajo perfil, el hijo presidencial esquivó las cámaras. Pero no por eso dejó de lado la política. En el despacho de Florencio Randazzo, en la planta baja, se paseó como un funcionario más. Allí esperaron todos los ministros el momento de la jura. Y como uno más de ellos, se apareció el hijo de Cristina. Se abrazó al ministro del Interior y a Juan Manuel Abal Medina, el nuevo jefe de Gabinete, la apuesta por dar un mensaje a la juventud que hizo Cristina y decisión en la que influyó Máximo.
Quien no perdió su fuerte personalidad fue Ofelia Willhem, la mamá de la Presidenta. Esta vez no discutió con su hija, a la que mimó más de una vez, sino que se enojó con la hermana de Cristina, Gisselle, que se había llevado, cual fin de fiesta de casamiento, uno de los arreglos florales que inundaron toda la Casa Rosada. Su madre se negaba a hacerle el favor de llevárselo con ella. "Mamá, me quiero ir al festival, te lo pido por favor", le rogaba. "Yo me voy a Olivos. Vos te lo quisiste llevar, te arreglas", la despachaba Ofelia, vestida con un trajecito de encaje blanco. Al final, por supuesto, ganó la madre y Giselle se fue con el ramo en brazos. Cristina, por suerte, ni se enteró.
Para entonces, ya estaba arriba del escenario donde Charly García cantó el himno nacional y la Presidenta bailó, le habló a la juventud y se retiró. Nada de irse a la residencia. Se quedó otra vez en su despacho, con su familia, recibiendo a los primeros ministros, como Abal Medina, que hizo demorar más de una hora la jura de sus secretarios en el Salón Sur porque lo había llamado Cristina.
En su primer día de la nueva gestión, la Presidenta comenzó dejando de plantón a los ministros que debían jurar. Cambió sobre la marcha la agenda y recibió primero al príncipe Felipe de Borbón, que viajó en representación de la corona española, al vicepresidente de la Asamblea Popular de China, Xiang Shushing, y al ex primer ministro de Japón Naoto Kan.
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