Un clima festivo y ajeno a la nostalgia dominó el último día
Cristina pidió a sus ministros que sigan militando; se mostró como líder opositora
A las 21, reunió a sus ministros en el despacho presidencial. El único ausente fue Florencio Randazzo. Su lugar lo ocupó Martín Sabbatella. Todos se amontonaron alrededor de la gran mesa para los invitados. Ella les agradeció en persona los años compartidos y, sobre todo, las largas batallas dadas. Había pedido desde temprano juntarlos a todos para tener una última despedida, íntima.
Lejos de la nostalgia, los arengó a seguir adelante como militantes de un proyecto político que se comprometió a conducir, sin cargos, más allá de cómo decante en el corto plazo la natural pelea por el liderazgo peronista que ya comenzó.
Cristina Kirchner tuvo ayer su despedida en un clima de fiesta, como si el gobierno que se estaba yendo, en realidad, comenzara a caminar desde hoy. Sin poder, se plantó como líder de la oposición, espacio que gobernará ella misma. Lo dejó en claro estas últimas semanas y ayer, cuando se plantó ante una Plaza de Mayo desbordada para anunciarles a todos los militantes que encabezará la resistencia.
En su último día al frente de la Casa Rosada, Cristina cumplió con los ritos presidenciales a rajatabla. La fanfarria de los Granaderos, sus escoltas hasta ayer, le dio la bienvenida final a Balcarce 50 cuando pisó el palacio, a las 18.52. Sonaron los acordes mientras desde adentro los diputados amontonados en un rincón del Salón de los Bustos emprendían el tradicional cancionero de La Cámpora. Llegó con su hijo Máximo Kirchner; su nuera, Rocío García, y su nieto, Néstor Iván. El pequeño se llevó todas las miradas durante la ceremonia en la que su abuelo, Néstor Kirchner, quedó en la historia junto con el resto de los ex presidentes. No por nada su busto fue colocado entre el de Héctor Cámpora y Juan Perón. "Abu", le gritaba desde la primera fila.
Cristina arrancó el día como uno más, en la quinta de Olivos, donde había pasado su última noche. Ayer ya se fue a dormir a su departamento de Recoleta. "A las 12 me convierto en calabaza", repitió en su discurso en la plaza y en la intimidad con los ministros, molesta por la decisión de la jueza María Servini de Cubría que le impidió terminar su mandato en el momento en el que jurará hoy al mediodía Mauricio Macri. En el Gobierno masticaban bronca por el desenlace de las negociaciones.
En sus últimos diálogos con sus funcionarios de mayor confianza repitió hasta el cansancio lo que para ella fue culpa Macri. "Le llenaron la cabeza de que no le convenía la foto conmigo", repetía. No se escuchaban ayer entre los ministros palabras elogiosas para el nuevo presidente. Todo el día estuvo dedicado a la despedida. Antes de salir de Olivos tuvo su momento con los empleados de la residencia y repitió el rito con los de la Casa Rosada. La mayoría buscaba con ella una última foto. Excepto el personal del Boletín Oficial, que anoche preparaba la última edición de la era kirchnerista con las renuncias de los funcionarios, todas las oficinas se vaciaron para verla.
Cristina se zambulló en su propia fiesta, a la que se resistía a abandonar. En el escenario improvisado sobre una tarima bailó y se abrazó con su hijo y su nuera. Desde que llegó se dedicó a las fotos y los saludos, incluso desde el auto que la trasladó los pocos metros que separan el helipuerto de la Casa Rosada. Cuando llegó, en su despacho del primer piso la esperaba el presidente de Bolivia, Evo Morales. El ecuatoriano Rafael Correa no hizo a tiempo. Entre sus últimas actividades, firmó los decretos de renuncia junto a su mano derecha, Carlos Zannini, y el escribano general de la Nación, Natalio Echegaray, en la mira del macrismo por haber opinado que el mandato de Cristina debía continuar hasta hoy.
"La tarea sigue", les insistió a sus funcionarios, a quienes arengó a seguir militando. Ellos la esperaron hasta que la Presidenta terminó sus dos audiencias del día, con las delegaciones de Rusia y de China. De la Casa Rosada se fue a ver a su hija Florencia y a su otra nieta, Helena. Ahí, sólo con su custodio y el auto oficial que le quedará como ex presidenta, comenzó su vida en el llano.
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