Un capital simbólico en medio de la campaña
Habituado a hacer equilibrio en la emergencia, Mauricio Macricelebró al borde de las lágrimas la noticia del acuerdo de libre comercio del Mercosur con la Unión Europea (UE). Lo había imaginado desde el principio como una pieza central de su legado como presidente, una suerte de "sello de calidad" que certifica el apoyo internacional al giro que le impuso a la economía argentina. Por momentos lo pensó imposible. Y finalmente se cristalizó en un momento crítico.
Justo en el umbral de la campaña en la que defiende su continuidad en la Casa Rosada ante un kirchnerismo revitalizado que fue capaz de absorber a casi todo el peronismo.
El anuncio del tratado más importante que firma la Argentina desde la creación del Mercosur le aporta a Macri un capital simbólico invalorable en el camino cuesta arriba hacia la reelección. El impacto que experimentará el comercio podrá juzgarse cuando el acuerdo cumpla los trámites pendientes y entre en vigor. De acá a no menos de dos años, una era geológica en la Argentina. El Gobierno festeja un efecto inmediato en el pantano electoral: la posibilidad de exhibir un resultado concreto de su política de reinserción en el mundo y apertura de la economía.
El efecto se potencia por oposición. A Macri lo desafía un sector político que en su tiempo impuso la filosofía de "vivir con lo nuestro". Coherente con esa visión, el exministro y ahora candidato a gobernador Axel Kicillof dijo que el pacto de Bruselas "es una tragedia". Alberto Fernández lo siguió: "Nada para festejar, sino muchos motivos para preocuparnos".
Aunque nada es seguro en la tierra de las promesas incumplidas, un triunfo de la fórmula Fernández-Cristina Kirchner podría convertir en papel mojado la asociación con la UE. La aprobación legislativa quedará en manos del Congreso que surja de las elecciones de octubre. "Es un activo de campaña. Podemos mostrarles a los votantes que hay un camino trazado. Seguirlo o abandonarlo depende de quién gane", decía un funcionario que pasó días sin dormir.
Macri destaca el efecto cascada del acuerdo. Por un lado, obligará al Mercosur a completar una vertebración institucional después de más de 30 años de dificultades. La sociedad con la UE ofrece un potencial para mejorar la credibilidad y la seguridad jurídica de la Argentina, dos defectos que el país arrastra por la vida como una bola de nieve. Si todo avanza, habrá que aprobar normativas que reduzcan la discrecionalidad en la aplicación de las políticas económicas.
Con una mirada más corta, se ilusiona con una reacción positiva de los mercados que prolongue la racha de estabilidad financiera en la temporada preelectoral.
Aun en el tembladeral de la crisis económica, Macri operó siempre para conseguir el acuerdo comercial antes de terminar su mandato. Creyó que lo tenía casi listo en 2017. Los europeos pusieron el freno de mano ante la constatación de que Brasil, atrapado en su laberinto político, era incapaz de ofrecer una propuesta sólida. Agigantó las dudas el triunfo de Jair Bolsonaro, un ultraderechista tironeado entre discursos proteccionistas e ideólogos liberales.
La suerte de la negociación cambió cuando Macri y Bolsonaro se conjuraron en enero para llegar al acuerdo. Trabajaron en una oferta aceptable para los europeos. Un equipo técnico infatigable (del lado argentino, a cargo de Horacio Reyser y Marisa Bircher) apretó el acelerador y dejó la negociación a punto para el broche político.
No fue fácil el tramo final. El francés Emmanuel Macron lideró la resistencia en la UE, junto a Bélgica, Polonia e Irlanda. Puso en la mira a Bolsonaro, a quien señaló por la amenaza de sacar a Brasil del Acuerdo de París contra el cambio climático. Y argumentó que eso exponía a su país al ingreso de productos agrícolas que no cumplen los estándares medioambientales que rigen en la UE.
El mayor aliado de la Argentina resultó el socialista español Pedro Sánchez. Toda una paradoja, ya que Macri apostó durante años a su amistad personal con el conservador Mariano Rajoy, el líder a quien Sánchez tumbó con una moción de censura. Sánchez tejió el respaldo fundamental de la alemana Angela Merkel, que se embanderó con el acuerdo tras garantizarse condiciones favorables para el acceso de autos europeos al mercado sudamericano.
Las últimas horas de negociación en Bruselas fueron angustiantes, con Brasil pulseando a fondo con los comisarios de la UE. Volaban llamadas entre Bruselas y Osaka.
El estallido emocional llegó al atardecer europeo, la madrugada de Japón. La fumata se concretó el día en que se cumplían 20 años del inicio de las tratativas, cuando los actores eran Carlos Menem, Fernando H. Cardoso, Gerhard Schroeder, José María Aznar, Jacques Chirac y Tony Blair.
Macri volverá de Japón con otro oxígeno y un nuevo insumo para su discurso. Lo espera la batalla política. Contraste recurrente: siente como un karma la distancia entre los aplausos en el exterior y las críticas en el país. Le guste o no, el mundo no vota.
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