Un bochorno con impacto institucional
Lo ocurrido en Dolores es un ladrillo más en la pared de la desconfianza y la distancia que media entre la sociedad, la dirigencia y las instituciones
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En un país donde la violación de las leyes es regla, una norma se cumple puntualmente. Es la ley de Murphy, que dice que todo lo que puede salir mal saldrá mal. Las burdas escenas que se vieron ayer en Dolores lo ratificaron. Si ya componía un mal escenario previo la citación en plena campaña electoral a un expresidente, que es uno de los jefes de la oposición, por parte de un juez cuestionado, sospechado de parcialidad y de dudosa idoneidad, lo que ocurrió después solo lo empeoró.
La frustración de la indagatoria de Mauricio Macri por error o imprevisión procesal del magistrado Martín Bava terminó constituyendo un enorme papelón de inquietantes consecuencias.
El bochorno excede el caso concreto y agrega otra palada de descrédito no solo sobre la corroída imagen del Poder Judicial. También añade motivos para la creciente desconfianza de las instituciones a una ciudadanía estragada por los padeceres cotidianos. Penurias que no se circunscriben a la economía ni son ajenas al mal funcionamiento del Estado y sus representantes en muchas dimensiones. Seguridad, justicia y bienestar constituyen una tríada indivisible de la democracia. Lo contrario se traduce en el hartazgo, el enojo y la angustia que dominan las emociones de los argentinos en estos tiempos pandémicos.
Los hechos concretos (y escandalosos) explican y refuerzan lo que las encuestas de opinión pública reflejan con sistemática recurrencia: la imagen negativa de jueces y dirigentes políticos (y no políticos) es ampliamente superior a la positiva, salvo algunos casos tan honrosos como excepcionales.
La politización de la Justicia y la judicialización de la política son dos caras de esa moneda devaluada en la que se ha convertido a la república y al funcionamiento democrático. Políticos de un espectro más que diverso y conspicuos miembros del Poder Judicial son los primeros responsables, aunque no los únicos de esa degradación. Otros factores de poder también han contribuido al largo y continuado proceso de descomposición. En este caso muchos de ellos confluyen.
Deconstruir los hechos ayuda a comprenderlos mejor. En este proceso, la sola mención de los elementos que lo componen permite formarse una mejor idea de lo que ocurrió y ocurre. Coinciden acá el uso de la Justicia con motivos políticos o intereses personales en los que han incurrido altos funcionarios, dirigentes políticos y magistrados. No es de ahora.
A eso deben sumarse el poder, la autonomía, la opacidad, la impunidad y la liviandad con la que operan y se han utilizado los servicios de inteligencia del Estado. Está en el origen de los hechos que se investigan tanto como en el proceso judicial en curso contra Macri.
La película se completa con el sostenido deterioro del Estado, que incluye hasta sus bienes materiales. Responsabilidad de más de un gobierno.
No es un detalle que todo haya empezado con el hundimiento de un submarino obsoleto. Una tragedia que les costó la vida a 44 ciudadanos, a cuyos familiares se habría espiado ilegalmente y a alguno de los cuales también se intenta utilizar como arma política. Goya no hubiera pintado mejor tanto desastre.
La falta de moderación en sus expresiones que le enrostró al juez Bava la Cámara Federal 24 horas antes de la frustrada indagatoria pareció consagrarse en la práctica.
Más allá de cómo continúe la causa en el plano estrictamente judicial, y al margen de tecnicismos, todos esos son actos que complican la posibilidad de esclarecer los graves hechos que se investigan, cuando no desacreditan todo el proceso. Otro duro golpe para los familiares de las víctimas del ARA San Juan, que esperan, necesitan y merecen que se haga justicia.
Efectos políticos
Con su grosero error, el magistrado interino dio elementos a Macri y a sus seguidores para reafirmar el argumento y la creencia de que es víctima de una entente político-judicial. Bajo esa bandera se presentaron en Dolores. Aportes a la teoría defensiva que sostiene que solo se pretendió exponer públicamente al expresidente con motivos electorales para citarlo en medio de la campaña.
El díptico que componen las acciones de Bava y el acto del macrismo más fiel sirvió para reforzar la grieta política, para confirmar juicios, prejuicios y creencias de quienes se ubican a uno u otro lado de esa fractura. Mientras tanto, el resto de la ciudadanía encuentra nuevos motivos para el desánimo.
La citación de Macri, festejada por unanimidad en el oficialismo kirchnerista y padecida por la oposición cambiemita en forma dispar, parecía, a priori, un cuadro de un mundo cada vez más ajeno a las preocupaciones de la mayoría de los argentinos.
Aunque el expresidente no declaró ni terminó procesado, el oficialismo encontró motivos para tratar de sacar rédito político de la citación frustrada y acusó a Macri de buscar atajos para no declarar, al amparo de las dilaciones previas para presentarse.
En su momento de mayor debilidad, el Gobierno no desaprovecha ninguna ocasión para golpear sobre sus adversarios. Más cuando encuentra motivos y aliados. No iban a desaprovechar las críticas a Macri por demorar la declaración que había hecho públicas Facundo Manes, candidato a diputado y figura emergente de Juntos por el Cambio.
Si bien el grotesco episodio ocurrido ayer en Dolores dejó expuesto principalmente al juez Bava y sacó del foco a Macri, eso no evitó la incomodidad que causa todo el proceso en varios referentes de la oposición. Molesta sobre todo a quienes están en campaña y pretenden construir una etapa superadora del macrismo.
El malestar excede el cálculo electoral inmediato: numerosos analistas de opinión pública consideran marginal el impacto que este episodio puede tener en la decisión del voto dentro de solo 16 días.
Puertas adentro de Juntos por el Cambio, la causa reinstala viejas heridas abiertas por las tareas de los agentes de inteligencia estatales durante la presidencia de Macri, que espiaron hasta algunos de sus principales dirigentes, como es el caso de Diego Santilli, primer candidato a diputado por la provincia de Buenos Aires.
Al margen de quién dio las directivas, al igual que en este caso de los familiares del ARA San Juan, haber puesto al frente de una estructura de inmanejables espías al inexperto amigo presidencial Gustavo Arribas y a la demasiado experimentada Silvia Majdalani tiene un costo muy alto para Macri y sigue haciendo ruidos en su espacio político. Zonas blandas donde golpea el kirchnerismo.
El acto con el que algunos dirigentes y militantes macristas ambientaron la llegada a Dolores del expresidente permitió la equiparación con los actos con que el kirchnerismo duro acompañaba las primeras presentaciones de Cristina Kirchner en Comodoro Py.
Esas imágenes obligan a otro paralelismo. El historial de Bava y el del fallecido Claudio Bonadio, que solía desquiciar a la expresidenta y sus seguidores con los llamados a declaración, difieren en demasiadas cosas. Para bien y para mal. Pero algo los equipara: ninguno se ha caracterizado por la virtud de la moderación ni por ejercer la magistratura al margen de los climas políticos de época.
Luces de alerta
El telón de fondo sobre el que se proyectan todas esas imágenes está demasiado raído como para no causar espanto en el público.
Los coordinadores de los grupos focales de la mayoría de las encuestadoras destacan la dificultad que encuentran en los participantes para hacerlos hablar de política. “Desgano”, “distancia”, “desapego”, “enojo”, desesperanza” son algunos de los adjetivos con los que califican la actitud de los consultados.
Por el contrario, destacan la locuacidad que muestran para contar sus padeceres personales cotidianos. “Si los dejamos, pueden pasarse horas hablando del precio de la leche o de los robos violentos en sus barrios”, ejemplifican. Eso es lo que los interpela y para lo que no ven solución.
Los mismos encuestadores advierten que se ha estancado o está en baja el techo de posibles votantes de las dos principales coaliciones políticas, mientras se eleva el número de quienes dicen que podrían votar a los candidatos que cuestionan el sistema político desde los extremos.
El bochornoso episodio ocurrido ayer en Dolores es un ladrillo más en la pared de la desconfianza y la distancia que media entre la sociedad, la dirigencia y las instituciones. Peligroso.
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