Un ataque del Gobierno para evitar respuestas incómodas
La Casa Rosada parece no distinguir los alcances del “off” periodístico para no abordar los cuestionamientos del Departamento de Estado por las frases de Alberto Fernández; el Presidente retuiteó un mensaje agresivo
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En la sociedad tecnológica que atravesamos, todos estamos más que familiarizados con las palabras “on/off”. Las encontramos varias veces al día como comandos, que utilizamos en distintos dispositivos electrónicos. Todos sabemos que significa ese dúo inseparable: encendido/apagado.
En periodismo, “on/off” también andan en tándem ya que señalan el tipo de materia prima con la que los periodistas contamos para narrar una noticia. “En on” son todas las entrevistas a personas concretas y la información avalada formal y públicamente por organismos estatales o privados. “En off” son aquellas noticias o trascendidos más “sensibles” que una fuente puede dar a un periodista con la condición de no revelar su identidad. El “mundo on” suele ser (no siempre lo es; en la Argentina sobran los casos) más diplomático y cuidadoso. El “mundo off”, amparado en el anonimato, puede contar detalles más sabrosos y hasta políticamente incorrectos.
Por supuesto hay niveles y niveles de calidad en el “mundo on” y, particularmente en el “mundo off”.
Su estado difuso (solo el periodista que recogió la versión sabe quién se la proveyó y lo protege el secreto profesional) puede dar lugar a excesos o inexactitudes involuntarias o aviesas. Cuanto más lejana es la fuente al epicentro informativo, mayores posibilidades de distorsión hay. Y ni hablar si, además de eso, hay mala intención u operaciones a favor o en contra de determinada persona. Es lo que Joaquín Morales Solá suele denominar el “trasiego de la política”, esa sombría catacumba de fauna variopinta donde se entremezclan chamuyadores profesionales, personas relacionadas directa o indirectamente con los servicios de inteligencia y simples opinators, de mayor o menor audacia. No pocas veces, la fuente oculta puede ser las propias inferencias que hace el periodista como atento observador de los hechos que sigue. Inferencias que muchas veces pueden ser certeras o estar muy lejos de lo real, cuando se tropiezan con los prejuicios y expectativas del propio periodista.
Nada de esto sucedió con el artículo de tapa de LA NACION, firmado por Jorge Liotti, “Malestar y tensión del gobierno de EE.UU. por las críticas del Presidente”, que causó tanta irritación en la portavoz oficial, Gabriela Cerruti.
“Esta novedad argentina de que una opinión de una persona que no se identifica sea tomada como la opinión del Departamento de Estado de los Estados Unidos y que esto sea la tapa de un diario es toda una novedad para el ejercicio del periodismo”, le respondió a Cecilia Devanna, de LA NACION, cuando le preguntó si el Gobierno tenía algún comentario sobre el malestar norteamericano tras las intempestivas declaraciones de Alberto Fernández ofreciéndole a Vladimir Putin que la Argentina sea la puerta de ingreso de Rusia en América Latina y cuando criticó nuevamente a los Estados Unidos por no haber colaborado en llegar a un acuerdo con el FMI.
Es extraño que teniendo “muchos años de ejercicio periodístico”, como subrayó Cerruti en conferencia de prensa sobre sus propios antecedentes profesionales, desconozca la larga tradición, precisamente en el Departamento de Estado norteamericano para comunicar de diversas maneras aquellas cuestiones que desea que trasciendan ya no “en on” para evitar producir una escalada diplomática, pero sí a través de la fórmula -tal como lo consignó LA NACION- de “un funcionario de alto rango” de dicho organismo. No hace falta aclarar que no se trata de un endeble “radio pasillo” escuchado al paso, o la opinión de algún parroquiano de los cafés cercanos al Edificio Harry Truman donde funciona, en Washington. No.
El “off oficial”, por así llamarlo, que sigue un determinado protocolo en la virtual cancillería norteamericana, no queda en manos de cualquier empleado que pasa casualmente por allí y suelta lo primero que se le ocurre.
El miércoles, el jefe de Política de este diario, Jorge Liotti, mantuvo una conversación telefónica durante media hora en la que su interlocutor fue un representante autorizado de la máxima jerarquía de ese organismo que quiso dejar en claro, al menos, tres cosas: 1) el malestar del gobierno estadounidense ante las últimas declaraciones de Alberto Fernández; 2) las distintas maneras en que EE.UU. intentó marcar cercanía con la Argentina en los últimos tiempos, y 3) la voluntad de seguir apoyando al país a pesar de los dichos imprudentes del Presidente.
Este último punto es clave para entender el porqué del off. Si el mismo funcionario sale a decir lo mismo frente a cámaras y micrófonos haría lo que se trata de evitar, y en lo que Fernández no tuvo demasiado cuidado, que es la escalada diplomática.
Lo llamativo es que, de este lado, en vez de tomar nota cuidadosamente del impacto ocasionado por las hostilidades verbales de Fernández, la portavoz intente salir a dar lecciones de periodismo. No puede desconocer la vocera que miembros del mismo gobierno que integran hablan “en off” a diario con LA NACION y otros medios.
Le irritará también a Cerruti saber que, en fuentes de la Casa Rosada (otro off, perdón), se critica su papel en la reciente gira presidencial. “No armó estrategia de comunicación de los importantes acuerdos con China y de haber estado en pocas horas nada menos que con el presidente ruso y chino”. Y agregan que “no solo no lo cuidó [al Presidente], sino que más bien lo descuidó”. Muy lapidaria, la misma fuente, cercana a Alberto Fernández, concluye que “con solo mirar sus historias de Instagram, se ve el objetivo del viaje. Fue a pasear y a retratar imágenes de ella en lugares donde nunca pensó estar”.
En vez del intento inútil de Cerruti de dar lecciones a los periodistas en Casa de Gobierno y de denostar a su antigua profesión debería explicarle al Presidente que reproducir un tuit -como lo hizo Fernández de un troll que atacó al periodismo argentino, aunque después el usuario original lo bloqueó- es ponerle la firma como si él lo hubiese dicho.
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