Un arranque electoral con tono dramático: la gloria o Devoto
En las últimas horas, varios movimientos y acciones en curso podrían atemperar la dinámica de los acontecimientos; la necesidad de ampliar la base de votantes para contar con más sustentación política obligaría a limar -al menos en las apariencias- las aristas más agudas
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Los dos polos de la grieta abrieron el calendario electoral en modo dramático. “La gloria o Devoto”, advierten con la frase bilardista en clave de remake política. Sin eufemismos. “Si perdemos y suman siete diputados, nos van a meter presos o nos vamos a tener que ir del país”, se le escucha decir a Mauricio Macri. “Si ganan los macristas, la jefa va a volver a tocar el pianito [por la toma de huellas dactilares]. No se puede perder”, arengan en las reuniones del cristicamporismo.
Son expresiones de los excesos propios de los extremos, de los ánimos de revancha y de la negación de la legitimidad democrática del otro. Pero también grafican el deterioro institucional que atraviesa el país, con el Poder Judicial en un lugar destacado. Tal vez sea ese el único y verdadero drama.
El tremendismo de los polos, sin embargo, no domina todo el escenario político. Ni siquiera es lo que ocurre en la totalidad de los espacios internos de las dos principales coaliciones.
En las últimas horas varios movimientos y acciones en curso podrían atemperar la dinámica de los acontecimientos. La necesidad de ampliar la base de votantes para contar con más sustentación política obligaría a limar (al menos en las apariencias) las aristas más agudas.
Por un lado, en la alianza opositora una novedad podría descomprimir la intensa disputa interna que se desarrolla en el seno del Pro porteño, con ramificaciones al otro lado de la General Paz. Patricia Bullrich está evaluando seriamente declinar su precandidatura a diputada nacional, que hoy agita al macrismo e implica un desafío difícil de resolver para el jefe distrital, Horacio Rodríguez Larreta. Es un problema mayor para quien aspira a liderar el recambio generacional partidario, en desmedro del padre fundador (y exdueño exclusivo) Mauricio Macri, principal sponsor de las ambiciones, la intransigencia y el antikirchnerismo irreductible de Bullrich.
En los últimos días, ante algunos sorprendidos testigos, la presidenta de Pro reveló que estudia la posibilidad de bajarse de la disputa en este turno, para ir a la pelea de fondo por la presidencia en 2023 sin escalas. En esas reuniones deslizó las diversas razones que la animan a adoptar este cambio.
Entre ellas, mencionó el desgaste que le provocaría el combate anticipado, el escaso incentivo que le genera volver por cuarta vez a la Cámara de Diputados (donde difícilmente tenga un rol institucional relevante), el rechazo que advierte en el electorado a estas disputas y el llamado casi desesperado a la unidad de varios dirigentes (incluido el propio Macri). No es poco. Aunque la combativa exministra de Seguridad mantiene las dudas y aún no tomó una decisión. Si termina confirmando su declinación, seguramente, buscará que no sea gratis.
También para la esquiva María Eugenia Vidal ese eventual cambio le podría funcionar como salvoconducto para seguir postergando la vuelta a la arena política. Se la ve a gusto en otras playas.
El factor Manes
En el territorio bonaerense, el operativo clamor que le armaron los radicales al neurólogo Facundo Manes provocó un sacudón en el interior de Juntos por el Cambio, en especial en las filas macristas, que obligó a varios replanteos.
Si bien el médico aún no aceptó ser precandidato en estas elecciones, todos dan por hecho que esta vez sí bajará al llano para competir y que lo hará con ciertas condiciones. Eso abre la posibilidad cierta de una interna en las PASO entre una lista radical, con Manes al frente, acompañado por dirigentes de otras fuerzas que hoy no integran Juntos por el Cambio, más referentes sociales de diversos ámbitos, versus una de Pro.
En su propósito ampliatorio Manes intenta sumar a referentes como Margarita Stolbizer, que nunca fue cambiemita, tanto como a dirigentes que fueron claves para el triunfo electoral de Macri en 2015 y hoy viven en un ambiguo semiexilio. Es el caso de Emilio Monzó, a quien, curiosamente, Larreta no da por perdido en su espacio, así como tampoco deja de lanzarle anzuelos Florencio Randazzo para tratar de sumarlo a su nuevo proyecto electoral. Con la moderación, la propensión al diálogo y la autocrítica como atributos, más una temprana y audaz campaña publicitaria, logró ponerse en valor.
Aunque aún no es definitivo, el cambio de escenario que establecieron los radicales alteró los planes del jefe de gobierno porteño para imponer en la provincia a su vicejefe, Diego Santilli, tanto como los del alcalde de Vicente López, Jorge Macri, por alambrar la provincia. La competencia ya no es solo interna. Menos aún cuando Lilita Carrió, la otra gran socia de la coalición, avisó públicamente que pretende liderar la lista de candidatos a diputados nacionales por el territorio bonaerense y llamó a deponer las disputas.
Para colmo de males y problemas, Mauricio Macri corre a sus conmilitones diciéndoles que pueden perderlo todo. Hasta la libertad. Nadie cree en el cuco, pero ninguno se ofrece de conejillo de Indias para comprobarlo. Horas de negociaciones desesperadas. Nadie tiene nada asegurado.
Más allá de ambiciones personales y egos en disputa, la discusión tanto en la ciudad de Buenos Aires como en el distrito bonaerense sigue centrándose entre correr las fronteras para ampliar la base de sustentación y concentrarse en los electores propios para consolidar el ya mítico (y mitificado) 41 por ciento obtenido en las presidenciales de 2019. Aunque para algunos las cifras que hay que mirar son las de la provincia de Buenos Aires, donde Axel Kicillof le sacó 14 puntos de diferencia a Vidal. El objetivo cambiemita es reducir la distancia a un dígito. Otra cosa se parecería a un desastre.
Detrás de ello, asoma un problema aún más complejo de resolver y que en gran medida es la madre de todas las disputas: cuál será el proyecto, el mensaje y, en definitiva, la oferta que le harán al electorado para consolidar el espacio opositor, no solo con el objetivo de ponerle ahora un freno al oficialismo, sino de presentarse como una alternativa de poder real para 2023.
El conflicto en Pro se da entre defender el pasado macrista y hacer antikirchnerismo puro y duro o formular una propuesta superadora de cara al futuro. Pero esto implica revisar y criticar mucho de lo hecho durante la presidencia de Macri así como tender puentes hacia algunos de sus críticos.
La aparición de Manes complica la discusión. La construcción de una narrativa de futuro era ya desde antes de esta novedad uno de los dilemas irresueltos de Rodríguez Larreta, en su pretensión de ofrecerse como elemento superador de la oposición. Ahora para él es un rompecabezas. En todas partes los chicos crecen y buscan su propio camino.
Blandos solo por fuera
Del otro lado de la fractura política, en el Frente de Todos, la retórica y algunos proyectos nacidos del cristinismo parecen ratificar un proceso de radicalización creciente. La aceptación pública, la permisividad o la incapacidad para ponerle freno de Alberto Fernández avalan esas percepciones en casi todos los campos. Desde lo económico hasta lo sanitario, pasando por las relaciones internacionales y la política interna. Demasiado temprano para aventurar si el flamante cambio forzado en la comunicación, tras la sucesión de furcios y desatinos presidenciales, provocará alguna modificación en audiencias con un mínimo de espíritu crítico. Por ahora, parece ganar por goleada el ala dura del frentetodismo, que encarna la vicepresidenta.
Otro escenario, sin embargo, se baraja en la mesa donde se discuten las principales candidaturas. Aunque parezca paradójico, los nombres que ruedan para encabezar la lista bonaerense a diputados nacionales lejos están de pertenecer a los sectores más radicalizados.
El objetivo de privilegiar la marca FDT por sobre las facciones les sube el precio a los que pueden disminuir rechazos internos y externos. Así es como las acciones del ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, cotizan en alza a pesar de que él diga que prefiere quedarse en el cargo y que al jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, le gustaría retenerlo. No solo porque lo valora desde lo personal tanto como en su rol de funcionario. En estos casi 19 meses de gobierno de Fernández, las vacantes ministeriales que se han producido no ha solido retenerlas el albertismo. Aunque lo dibujen.
Si el objetivo de máxima es lograr la mayoría que les falta para controlar la Cámara de Diputados (a lo que tanto le teme el macrismo y con lo que sueña el cristicamporismo) o, de mínima, no perder las bancas que hoy tienen, resulta lógico que el mascarón de proa no asuste a nadie. No habría contradicciones ni cambios de fondo. Blandos por fuera, duros por dentro.
Ya habrá tiempo para definir el rumbo por adoptar en la última parte del actual mandato de Fernández. Toda una incógnita dentro y fuera del frentetodismo. El objetivo primordial del oficialismo es evitar que los desequilibrios disimulados, las soluciones postergadas y los problemas acumulados estallen antes de las elecciones. Una meta que parece alcanzable, si no ocurren eventos hoy imprevisibles, pero que resultan inevitables para 2022, cuando empezarán a perfilarse ambiciones para las elecciones presidenciales.
El peronismo es una cantera permanente e inagotable de aspirantes al poder, que aguardan su turno más o menos agazapados, con proyectos no necesariamente coincidentes o, muchas veces, antagónicos. El FDT es la regla, no la excepción.
Kicillof da el ejemplo y no pierde tiempo, fiel al ejemplo de Néstor Kirchner: lo suyo es la campaña permanente. Cada día, un acto y un discurso. Para tener muy en cuenta.
Las próximas elecciones parlamentarias serán así un escalón en el proceso inevitable de disputas intergeneracionales que se registran en cada fuerza política.
El pos-2001 ya empezó. Son mucho los que quieren ponerles fecha de vencimiento a los que signaron las primeras décadas del siglo XXI, empezando por Cristina Kirchner y Mauricio Macri. La duda es si ambos lucharán por su supervivencia o por imponer sucesores. Lo que ninguno demuestra es vocación por el retiro. Lo prueba el dramatismo que le imprimen a la campaña electoral. Para ellos, es la gloria o Devoto.
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