Balance 2021: un año signado por la confrontación política, la derrota del Gobierno y la interna de la oposición
El segundo año de la pandemia fue marcado por el “vacunatorio VIP” y la irritante foto de Olivos; también por la victoria electoral de Juntos por el Cambio y por la incertidumbre económica
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Termina otro año agitado para la política argentina. El Gobierno busca recuperar el aire que perdió en las elecciones legislativas y la oposición, que no se le diluya el capital que ganó en las urnas. El Frente de Todos y Juntos por el Cambio, las dos principales coaliciones del país, proyectan un escenario de confrontación hacia 2022, sin dar señales de tregua. En el medio, sigue pendiente el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y persiste la inflación, mientras la sociedad vuelve a sentir temor por el aumento de los contagios de Covid-19.
El Gobierno termina 2021 extenuado, según admiten los funcionarios, pero se aferra a datos positivos: la economía creció al 10 por ciento del Producto Bruto Interno, en un rebote tras la paralización de la actividad de 2020; y consolidó el plan de vacunación contra el Covid-19, que cuenta con más de 75 millones de dosis aplicadas. La combinación de ambos factores lleva a la administración de Alberto Fernández a presagiar una recuperación de la economía que, sin embargo, no ofrece certidumbres con el tipo de cambio ni tampoco en el frente externo.
Al alza del “dólar blue” se suma la indefinición de las negociaciones del ministro de Economía, Martín Guzmán, para cerrar el acuerdo con el FMI, la persistencia de la espiral inflacionaria –considerada el principal desafío para el Gobierno en 2022- y la discusión cada vez más instalada sobre la elevada presión impositiva que ahoga a las familias y a las empresas argentinas. El “plan plurianual” que había prometido el presidente Fernández para la primera semana de diciembre fue postergado para marzo, como informó LA NACION semanas atrás.
Tampoco en el plano político hay certidumbres: el oficialismo no tiene un liderazgo definido de cara a 2023 y pese a que Fernández anunció su intención de competir por la reelección, la sombra que proyecta Cristina Kirchner sobre el Presidente sigue siendo ostensible. En Juntos por el Cambio, la preponderancia de Horacio Rodríguez Larreta no termina de consolidarse –Mauricio Macri y Patricia Bullrich le ponen límites a su crecimiento-, mientras que la UCR aún no define quiénes serán los protagonistas del resurgimiento que apuntalaron las urnas.
El “vacunatorio VIP” y la foto de Olivos
El segundo año de la pandemia de coronavirus había empezado mal para la administración frentetodista: en medio de la escasez de vacunas y de la polémica por la fallida negociación con Pfizer estalló el escándalo del “vacunatorio VIP”, que le costó el puesto al exministro de Salud Ginés González García. Todavía no terminaba el verano y se produjo el ascenso forzado de Carla Vizzotti, que junto a la asesora Cecilia Nicolini había negociado en Moscú el acceso a la Sputnik V. La imagen presidencial sufrió un primer descenso brusco.
El segundo impacto negativo para la credibilidad de Fernández ocurrió seis meses después, en agosto, cuando trascendieron fotografías del cumpleaños de la primera dama Fabiola Yañez en la quinta de Olivos, que reunió a sus amigos y al Presidente en un festejo que no estaba permitido por los propios decretos del Poder Ejecutivo que establecían restricciones sociales y económicas por la pandemia. Para ese entonces, tampoco los alumnos de casi todos los distritos del país podían asistir a las escuelas. El desánimo se transformó en enojo colectivo.
En medio de ese clima social tuvieron lugar las PASO, que fueron atrasadas de agosto a septiembre tras uno de los pocos acuerdos políticos que se registraron este año entre el oficialismo y la oposición. El resultado electoral, marcado una oleada de voto castigo contra el Gobierno en 17 de los 24 distritos del país, incluida la decisiva provincia de Buenos Aires, provocó un cimbronazo en el Frente de Todos y disparó una interna a cielo abierto que terminó con un recambio en el Gabinete que el presidente Fernández se resistía a ejecutar.
La presión epistolar de la vicepresidenta Cristina Kirchner, que ordenó la retirada de sus funcionarios –en una maniobra lindante con la extorsión política que encabezó el ministro del Interior, Eduardo de Pedro-, provocó el ingreso de Juan Manzur por Santiago Cafiero en la Jefatura de Gabinete, en lo que se interpretó como la caída de la mano derecha de Fernández y un reconocimiento a los gobernadores peronistas del norte que, al fin y al cabo, eran los únicos que se habían mantenido firmes dentro del desconcertado elenco gubernamental.
La victoria de Juntos por el Cambio
A esa altura del año, la oposición nucleada en Juntos por el Cambio festejaba una victoria electoral resonante, basada en su capacidad para mantenerse unida después de la decepcionante salida del poder en 2019, con Macri corrido de la escena principal y con el alcalde porteño Larreta tomando la posta como figura vertebral. La habilitación de las PASO en la provincia de Buenos Aires, donde Diego Santilli (Pro) fue enfrentado por Facundo Manes (UCR), en su primera intervención política, potenció a la alianza en el principal distrito del país.
Las elecciones primarias también impulsaron el surgimiento del economista Javier Milei en la ciudad de Buenos Aires, a la cabeza de una corriente crítica del sistema político y ubicada a la derecha del espectro ideológico argentino; y confirmaron a la izquierda como tercera fuerza a nivel nacional, con performances destacadas en el Área Metropolitana de Buenos Aires y en el norte del país, donde el recolector de residuos jujeño Alejandro Vilca obtuvo su pasaporte al Congreso. Ambos extremos del arco político ganaron así representación parlamentaria.
El tránsito entre las PASO y las elecciones legislativas fue traumático para el Gobierno. La derrota en territorio bonaerense había hecho temblar hasta los cimientos del Frente de Todos. El gobernador Axel Kicillof, que hasta entonces era una figura de recambio presidencial, quedó con la gestión prácticamente intervenida por el kirchnerismo en sintonía con los intendentes del Conurbano, cuya cabeza visible es Martín Insaurralde, y que este fin de año consiguió lo que fue a buscar a La Plata: el boleto legislativo para la reelección de los jefes comunales.
El estropicio institucional, que paradójicamente unió a sectores del peronismo con otros de la UCR y Pro, tuvo un costado positivo: la exgobernadora María Eugenia Vidal y el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, se mantuvieron en sus posturas originales de rechazo a la reelección indefinida. Ambos habían sellado en 2015 un acuerdo que alumbró iniciativas como la que acaba de ser distorsionada por la opaca Legislatura bonaerense; seis años después, son protagonistas de un Parlamento cuya conformación ofrece distintas interpretaciones a futuro.
El nuevo Congreso: ¿Equilibrio o parálisis?
La ruidosa caída del Presupuesto 2022, en una sesión que puso en tela de juicio la capacidad de conducción de Máximo Kirchner al frente del bloque oficialista, y el fracaso de Juntos por el Cambio para reunir el quorum por Bienes Personales –con el inexplicable faltazo de algunos de sus diputados- dieron cuenta de que ninguna de las grandes coaliciones tiene la sartén por el mango en el Parlamento. Otra muestra se registró esta semana cuando el kirchnerismo apeló a los “buenos oficios” de una senadora riojana para iniciar la sesión por el mismo gravamen.
La importancia relativa de los “bloques del medio”, como los cinco que integran Provincias Unidas o los ocho del Interbloque Federal en Diputados, creció de este modo mucho más allá de la performance electoral de esas fuerzas, que en algunos casos entraron en cuarto o quinto lugar en las elecciones legislativas. Mientras tanto, el Frente de Todos y Juntos por el Cambio aún no dieron señales de adaptación al nuevo escenario: el resultado es que el oficialismo sigue queriendo imponer su agenda y que la oposición ganó volumen para bloquearla.
De acuerdo político, no hubo hasta el momento nada concreto. Todo lo contrario: la coalición de gobierno tomó su repunte electoral en la Provincia como una comprobación de que se mantiene competitiva de cara a 2023, lo que desalienta su natural escasa disposición al diálogo; y la principal alianza opositora se encerró en un debate interno aún no saldado sobre el perfil de los liderazgos que la podrían llevar de regreso al poder. Con todo, el final de 2021 y el inminente comienzo de 2022 no trae señales de concordia, sino de más confrontación.
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