Un año de Gobierno: frío y diferencias en la relación entre Cristina y Alberto
Los laderos de Alberto Fernández notaron un cambio sutil en los últimos días: el Presidente tuvo algún intercambio de mensajes con Cristina Kirchner. "Algo hubo últimamente", dijeron cerca del jefe de Estado. El sobrio ida y vuelta -habitualmente es vía Telegram- no alcanzó para que la fórmula presidencial encare una charla sincera cara a cara, más allá de la coincidencia fugaz en el velatorio de Diego Maradona. Tampoco parece suficiente para revertir la frialdad que se instaló entre ellos dos en el último tiempo.
Fernández cumple este jueves un año al frente del Poder Ejecutivo y lo hará distanciado de la vicepresidenta, la misma que en mayo de 2019 lo eligió para el cargo. En principio, no hay señales de una foto conjunta para la ocasión. El Presidente tiene previsto un acto en la UBA y otro en la ex ESMA, además de una visita al empresario farmacéutico Hugo Sigman (encargado de la fabricación de una de las vacunas). Cristina, en cambio, tiene sesión en el Senado. El jefe de Estado también cuenta en agenda para las próximas horas un acto de alto interés para el kirchnerismo: la entrega formal del informe final del consejo consultivo de juristas para hacer cambios en la Justicia.
"Esto es frentista. En el Frente Amplio de Uruguay también había diferencias entre Tabaré Vázquez y Lucía Topolansky, pero diferencias que no son de fondo, sino de estilo. Tenemos que empezar a acostumbrarnos a esto", reflexionó en las últimas horas un estrecho colaborador presidencial.
La lista de asuntos en los que Cristina y Fernández exhibieron discrepancias son, sin embargo, trascendentales. A las críticas a la gestión judicial que vociferaron distintos referentes que orbitan el Instituto Patria se sumaron las diferencias ideológicas en torno a la cuestión de Venezuela, un tema por demás sensible para encarar la política exterior. Hubo también, a lo largo del año, misiles subterráneos dirigidos desde el entorno de la vicepresidenta a varios ministros que fueron seleccionados por el Presidente. Y, finalmente, aparecieron una serie de límites que el kirchnerismo le impuso al ministro de Economía, Martín Guzmán, para ralentizar el sendero del ajuste.
Todo se hizo muy evidente en la carta abierta que Cristina publicó en la víspera del aniversario de la muerte de Néstor Kirchner, a fines de octubre, en la que habló de "funcionarios que no funcionan" y dejó saber lo difícil que le resulta digerir la alianza con aquellos que "prometieron cárcel a los kirchneristas" (por Sergio Massa) o los que escribieron libros en su contra (por la secretaria Legal y Técnica, Vilma Ibarra).
Todos episodios que, en definitiva, condicionaron a la gestión de Fernández en una variedad de asuntos, erosionaron la autoridad del Presidente y dejaron en evidencia una cruda puja por el poder entre la Casa Rosada y el Senado.
La cuestión judicial
Cuando Fernández asumió, Cristina tenía una decena de procesamientos a cuestas y a sus dos hijos investigados por los negocios familiares. Amparada en la teoría del lawfare, la vicepresidenta avanzó muy decidida contra aquellos actores de la familia judicial que habían complicado su situación durante el macrismo.
Fue así que el kirchnerismo aceleró su propia agenda con los tribunales, en una hoja de ruta urgente, vinculada a una contraofensiva por causas de corrupción en trámite. Primero, diputados y senadores kirchneristas radicaron una denuncia penal contra la llamada "mesa judicial" de Mauricio Macri. Luego llegaría la embestida para apartar a los jueces Pablo Bertuzzi y Leopoldo Bruglia, dos magistrados trasladados a sillas clave para las causas contra Cristina. El puntapié lo dio el kirchnerismo en el Consejo de la Magistratura, pero el Senado avanzó rápidamente para culminar el trámite, que terminó judicializado en la Corte. Finalmente, el cristinismo en la Cámara alta aceleró su ofensiva para desplazar al Procurador General interino Eduardo Casal, a quien le endilgó una presunta lentitud para sumariar a Carlos Stornelli, el fiscal de los cuadernos. En ese trance, impulsó una reforma del Ministerio Público Fiscal que relajó los dos tercios para designar a un nuevo procurador.
La Casa Rosada y el Senado se movieron a dos velocidades diferentes. Fernández no quiso, a diferencia del kirchnerismo, librar una guerra en los tribunales contra el macrismo. Intentó saltar por encima de todas las rencillas con su proyecto de reforma judicial , que impulsó la creación de un nuevo fuero federal penal para diluir el poder de los jueces de Comodoro Py. Cristina dijo que lo de Fernández no era una "verdadera" reforma judicial y le introdujo polémicas modificaciones al proyecto, que lo hicieron indigerible para la oposición. La iniciativa terminó cajoneada en Diputados.
La reforma del MPF, en tanto, puso en peligro la candidatura del hombre elegido por Fernández para ocupar la Procuración, Daniel Rafecas, que no estaría dispuesto a asumir sin una mayoría agravada. El Presidente terminó justificando el proyecto del kirchnerismo y lo envió a sesiones extraordinarias. Es un ejercicio muy frecuente para Fernández y su entorno sobreactuar el aval a los emprendimientos kirchneristas para evitar la confrontación interna.
Al kirchnerismo no le alcanza. Varios referentes que ostentan la confianza de la vicepresidenta cruzaron a Marcela Losardo al frente del Ministerio de Justicia, en una crítica pública y descarnada a su gestión.
La cuestión económica
Una diferencia de estilo y de rumbo entre Alberto y Cristina se hizo visible el 9 de julio, cuando el Presidente invitó a grandes empresarios a Olivos. La vicepresidenta pasó el mensaje e hizo saber su disgusto con la escena al compartir en Twitter una nota de Página 12 en la que se advertía que esos empresarios respondían a la "conducción política" del Grupo Clarín y de Techint.
"La conducción política del poder económico". Zaiat hoy en @pagina12. El mejor análisis que he leído en mucho tiempo. Sin subjetividades, sin anécdotas. En tiempos de pandemia, de lectura imprescindible para entender y no equivocarse. https://t.co/YcMxbUgyUJ&— Cristina Kirchner (@CFKArgentina) July 12, 2020
Guzmán fue, desde el comienzo, uno de los ministros mejor ponderados por Cristina Kirchner. Con el correr de los meses, se convirtió en uno de los pocos integrantes del gabinete de Fernández con acceso directo a la vicepresidenta, y ensayó su muñeca política para avanzar sin conflictos con el frente interno.
Sin embargo, Guzmán sintió el rigor del kirchnerismo apenas planteó un sendero de ajuste fiscal de cara a la negociación con el FMI. Tras el viraje ortodoxo del ministro de Economía, Cristina y Máximo Kirchner se ocuparon de marcarle los límites con varios mensajes.
El hijo de la vicepresidenta aceleró el tratamiento del proyecto para gravar las grandes fortunas. Generó ruidos con el establishment mientras la misión del Fondo estaba la Argentina. La Cámara alta, en tanto, demoró la aprobación del Presupuesto 2021 por un error técnico. Y enseguida llegaría la feroz carta del bloque de senadores del Frente de Todos al FMI, con una pluma muy cristinista.
El último episodio llegó cuando Cristina forzó cambios en la fórmula jubilatoria enviada por el Poder Ejecutivo. En la Casa Rosada se debió ensayar una rápida reunión entre Fernández y sus colaboradores para convalidar el nuevo cálculo, que de un plumazo dejó atrás el trabajo técnico de varios meses que se había desarrollado en el Palacio de Hacienda. "Vamos a volver a la fórmula original de Cristina", terminó anunciando el Presidente. Guzmán también debió justificar varios movimientos del kirchnerismo, una gimnasia que se volvió habitual en el Poder Ejecutivo.
Críticas a los ministros
Con el correr de los meses, desde el kirchnerismo se aceleraron los misiles subterráneos al gabinete de Fernández, sobre todo a aquellos ministros que fueron seleccionados por el Presidente para el cargo. La vicepresidenta hizo públicas esos chispazos cuando, en su carta abierta, se refirió a "funcionarios que no funcionan".
Las críticas abiertas a Losardo tuvieron portavoces muy cercanos al Instituto Patria, como el diputado Leopoldo Moreau (dijo que "es extraño que solo aparezca para lo de Rafecas") y de Oscar Parrilli, que en una entrevista radial se abstuvo de opinar sobre su performance en las últimas horas.
Pero desde hace tiempo en el campamento kirchnerista también cuestionan al ministro de Desarrollo Productivo Matías Kulfas, a quien le endilgan falta de interlocución con los empresarios. El funcionario salió del semillero del Grupo Callao y es una espada económica del riñón de Fernández, clave para su modelo de "producción y trabajo".
Por último, desde la asunción de Fernández que salen constantemente a la luz los contrastes ideológicos y de gestión entre la ministra de Seguridad, Sabina Frederic, y su par de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, un funcionario que reconoce a Cristina como su única jefa política.
Lo que quedó en evidencia es que cada vez que Fernández desplazó a un funcionario y se habilitó una vacante, la silla fue ocupada por alguien afín al kirchnerismo. Ocurrió en el ministerio de Vivienda y Hábitat, con el reemplazo de María Eugenia Bielsa por Jorge Ferraresi; en la Anses con la salida de Alejandro Vanoli y el ingreso de la referente de La Cámpora, Fernanda Raverta; y en la secretaría de Energía, donde Sergio Lanziani -que había sido convocado por Fernández- fue reemplazado por Darío Martínez, de buena aceptación en el entorno de la vicepresidenta.
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