Un actor que sólo ejerció su derecho ciudadano
Cualquiera que haya seguido con detenimiento el recorrido mediático de Ricardo Darín durante los últimos meses difícilmente se sorprenda por el tenor de las declaraciones que desataron la reacción de la Presidenta. El actor no hizo más que sumar una pregunta con nombre propio a la postura equidistante y ajena a cualquier alineamiento político que sostiene en público desde hace mucho tiempo.
Alcanza con recordar que en mayo de 2012, como invitado de TVR (uno de los ciclos televisivos más identificados con el ideario kirchnerista), Darín defendió a Jorge Lanata del cuestionamiento que el programa hacía hacia un informe de Periodismo Para Todos sobre "twitteros truchos". Allí habló de dos posiciones enfrentadas, desde las cuales se trata a ciertos programas con "demasiado fanatismo", y dijo que no formaba parte de ninguna de ellas. "Tengo esa libertad y no quiero ser rehén", manifestó.
Es posible que las críticas de la Presidenta, en el fondo, hayan tenido que ver con cierto desencanto hacia la postura ideológica de fondo expresada por quien es, para ella, uno de sus actores preferidos. En el mundo binario en el que se mueve el kirchnerismo, puede verse como un fracaso que una de las figuras artísticas de mayor presencia local y proyección internacional no haya querido nunca sumarse al amplísimo grupo de figuras del espectáculo que vienen apoyando los anuncios más resonantes del Gobierno, incluso los ajenos a su ámbito específico.
Darín no elude la postura testimonial, pero siempre procuró quedar al margen de reclamos, apoyos o aplausos ligados a la política del momento.
En cambio, jamás fue indiferente a la convocatoria social y humanista de instituciones como Greenpeace o como la Red Solidaria. Esto no le impidió dejar sentado durante estos últimos y agitados días en algunas entrevistas, desde la que mantuvo con Brando que disparó la reacción presidencial, su simpatía con algunas políticas oficiales ligadas a la promoción del cine argentino.
Todo esto explica la prudente respuesta del actor, su alusión al "teléfono descompuesto" y al descargo ("el estafado fui yo") que hizo por aquella causa por contrabando en la que se vio involucrado en 1991 y de la que ya fue sobreseído por la Justicia, además del pedido de calmar las aguas a través de una charla privada con la Presidenta.
En definitiva, no hay nada novedoso en los dichos que realizó Darín. Sólo el derecho de los ciudadanos a pedir con libertad a sus representantes explicaciones que deberían ser normales en cualquier sociedad regida por normas transparentes de acceso a la información pública, hoy reemplazadas por la informalidad de las redes sociales como Facebook y Twitter.
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