Tres semanas decisivas para Mauricio Macri
Nunca se había llegado tan lejos con tanta ausencia de certezas. No desde la recuperación de la democracia y en un proceso electoral para cargos ejecutivos.
Hasta hace un par de semanas, al menos, el oficialismo había confirmado las candidaturas para intentar la reelección de sus tres figuras principales. Ya ni siquiera eso se cuenta entre las certidumbres. A pesar de todos los intentos por despejar dudas y por desechar candidaturas alternativas. A pesar de la decisión irrevocable de Mauricio Macri de sostener su postulación y de estar dispuesto a hacer todo lo posible para concretarlo.
Las acciones encaradas la última semana por el oficialismo buscan recuperar algo de previsibilidad en un mar de imprevistos. Eso explica mucho de lo que pasó en siete días y todo lo que está en curso. Los principales dirigentes de Cambiemos marcan el calendario con un menú de opciones en cada mano para distintas circunstancias posibles (o probables). Aun las no deseadas. La fragmentada oposición hace lo mismo.
En lo inmediato, Macri se propuso crear un "cordón sanitario" en torno de Cristina Kirchner con el decálogo de certezas que intenta que firme la oposición "racional". Está convencido y busca convencer que "la causa" de la inestabilidad (financiera y política) es la expresidenta y su eventual retorno, aunque no la nombre y prefiera llamarla "incertidumbre electoral". Es otro más de los tantos eufemismos y neologismos por los que ha optado en este tiempo de crisis. Hay que evitar que el verbo se haga carne.
La búsqueda de un acuerdo sobre los 10 puntos sería la continuidad o la etapa superior de las misiones mixtas que llevaron a cabo oficialistas y peronistas no kirchneristas en Estados Unidos. Se procura tranquilizar a funcionarios del gobierno norteamericano y de los organismos multilaterales, inversores y formadores de opinión con el argumento de que la dirigencia que representa al 60% del electorado coincide en su decisión de no volver al pasado de aislamiento e incumplimientos.
"Mauricio tiene 20 días para sostener y consolidar su candidatura", dicen en voz baja, para que no se oiga en el primer piso de la Casa Rosada, altos funcionarios macristas. Lo hacen después de escuchar a miembros del equipo de Jaime Durán Barba sobre las inquietantes conclusiones de sus encuestas y focus groups. Son los mismos integrantes de la dirigencia macrista que siguen evaluando planes alternativos diversos. Incluyen hasta martingalas con figuras que hoy están en la oposición. Por las dudas que el fin de la crisis los encuentre más abajo y más lejos.
La búsqueda de un piso medianamente estable donde poder pararse es la prioridad de la hora. De allí la urgencia con la que se disparó la propuesta y la decisión del propio presidente de ponerse al frente para darle viabilidad y credibilidad. No debía ni podía verse como si fuera apenas la iniciativa de uno de sus colaboradores que él había dejado correr para indagar si resultaba viable, como muchas veces hizo. No hay tiempo para exploraciones en este terreno.
También, que fuera Macri quien hiciera los llamados a los principales opositores es una exhibición, dirigida a los suyos y a los adversarios, de su determinación de intentar remontar la cuesta, terminar su mandato en tiempo y forma, y mantener su candidatura. A los portadores de malos pronósticos se les aplica el derecho de admisión a los despachos presidenciales.
Pero nada es sencillo cuando hay candidaturas en danza. Mucho menos cuando está en juego el premio mayor de la política y se requiere de una ayuda de los mismos que quieren competir para quedarse con el lugar que tiene quien está en problemas. Lo hace más complicado el doble propósito del proyecto: darle estabilidad al Gobierno cuando, al mismo tiempo, esa estabilidad es la viga maestra para sostener la búsqueda de la reelección presidencial con chances. Lo ideal puede ser enemigo de lo posible.
El decálogo cayó como una bomba de fragmentación de efectos retardados. Por el lado positivo, mostró al Gobierno retomando la iniciativa y cambiando el eje de la agenda pública después de meses de estar a merced de las contingencias. Al mismo tiempo alteró la dinámica de los opositores.
Miedo al radicalismo
Sin embargo, también expuso al extremo las fragilidades del Presidente, de su gobierno y de la coalición oficialista, cuyas grietas salieron a la luz. Fue casi instantánea la aparición del reclamo de los socios radicales por ampliar la alianza, sumar a otros dirigentes y abrir las candidaturas.
"Hay que estar atentos a lo que pase en el radicalismo. Está todo muy complicado", alertan con preocupación algunos de los más importantes participantes de la mesa de campaña del macrismo. Los pronósticos favorables a Macri sobre lo que ocurrirá en la convención partidaria prevista para fines de mes empiezan a flaquear. Otra certeza que se aleja.
La asistencia de Rogelio Frigerio y de Horacio Rodríguez Larreta a la presentación del libro de Martín Lousteau es parte del operativo contención y no solo un gesto hacia una de las figuras que más elogia el Presidente en estos días.
Las desconfianzas, los resquemores y las prevenciones de los principales candidatos opositores a los que se buscó para adherir al decálogo también hicieron difíciles los primeros metros.
Roberto Lavagna y Sergio Massa se apuraron a cuestionarlo y ponerle condiciones. Para ellos la generosidad mentada por Macri para publicitar el proyecto no es un atributo del Presidente ni de su gobierno, sino una exigencia que rige solo para los opositores.
Sin embargo, no lo rechazan de plano y hasta confían en que puede mejorarse la propuesta y ampliarse la convocatoria. Incluso el propio Massa, que protagonizó tal vez la más "fría y distante" de las comunicaciones que encaró Macri, no descarta que pueda llegarse a un acuerdo. Su asesor Antoni Gutiérrez-Rubi, que lo lleva con rienda firme, tendrá mucho trabajo para evitar que se desboque, como otras veces.
Tanto Lavagna como el tigrense corren sobre un desfiladero. Por un lado buscan preservar sus aspiraciones políticas y por el otro evitar que se los acuse de ser corresponsables de un eventual colapso. Con esto último juega el Gobierno y cuenta para ello con el soporte de varios gobernadores, más la asistencia siempre presta de Miguel Pichetto y Juan Manuel Urtubey. Aunque Macri es quien tiene más para perder si equivoca los cálculos y no encuentra métodos eficaces.
Para la oposición el tiempo también es un capital escaso y esquivo. Si en Cambiemos hablan de que hay 20 días decisivos para la candidatura de Macri, en el peronismo hablan de un viaje de tres quincenas, con varias escalas. En ese lapso se definirá el escenario y el elenco que llegará a las PASO.
En solo una semana habrá varias señales. El próximo jueves recuperará la voz Cristina Kirchner, con la presentación de su libro. A pesar del título de la obra, no se espera que se sincere respecto de su candidatura, pero sí que dé muchas más pistas. La dedicación y el cuidado que ha puesto para ese acto engrosan las expectativas. Quienes ocupen las primeras filas han sido elegidos minuciosamente por ella, tanto como quienes no quiere que estén para que no empañen la puesta en escena.
El domingo por la noche, luego del triunfo que se descarta y se prevé contundente de Juan Schiaretti en Córdoba, empezaría a ordenarse el tercer sector, que aún sigue disperso y sin crecer en adhesiones para convertirse en alternativa (federal o unitaria).
Apenas nueve días más tarde empezaría el primer juicio oral a Cristina, si no hay nuevas dilaciones. Espectáculo inédito si los hay para una campaña.
Y antes de que termine el mes la UCR hará su convención. Un acontecimiento que no solo le importa a la coalición oficialista de la que forma parte. Los opositores esperan con atención y aspiran a influir.
En el medio, habrá que seguir casi segundo a segundo la salud de la frágil situación financiera. Hoy puede no ser un gran día. Las nuevas medidas de Trump que parecen poner fin a la tregua que existía en la batalla comercial con China habían puesto en guardia anoche a los funcionarios del Gobierno.
La noticia no pudo aguar más las pequeñas ilusiones con las que mantienen el aliento los oficialistas. El viernes por la noche prominentes dirigentes macristas se esperanzaban con supuestas promesas de un aporte del Tesoro de Estados Unidos, que permitiría ampliar la batería de recursos para sostener el peso y mejorar la calificación argentina en los mercados. No sería la primera vez que Trump le ofrece a su amigo Mauricio antídotos para los venenos que él mismo inocula. Nadie debería confiarse. Alguna vez puede ser letal.
Habrá que estar preparados. Serán tres semanas a puro vértigo.
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