Tres desafíos para el tercer acto
El primer desafío para el nuevo Gobierno es el de los actores sociales organizados alrededor de intereses económicos. Los comentarios recientes de la Presidenta sobre este punto, incluida la referencia a las corporaciones, suelen interpretarse como señal de que el Gobierno responderá a este desafío con las demandas salariales de los trabajadores a cambio de un compromiso de inversión de parte de los empresarios.
Este compromiso se volvería más relevante ante la dificultad de responder al impacto local de la crisis internacional con una expansión del gasto público como la de 2009. Es posible que, como ha ocurrido varias veces desde 2003, las interpretaciones de este tipo sobreestimen la agudeza de las restricciones o la inminencia de las amenazas económicas que enfrenta el Gobierno y le atribuyan intenciones que no tiene. Pero su principal error reside en entender que la virtud del Gobierno consistiría en elegir bien el sector social sobre el cual recostarse. El principal capital del Gobierno son los votos y su capacidad para imponer condiciones, extraer concesiones y asumir compromisos creíbles dependerá de su eficacia para convertir el apoyo electoral en respaldo político.
El apoyo político se mide cada dos años, pero se reproduce todos los días. Esto plantea otros dos desafíos. Uno es el de la calidad de la gestión pública. Varios análisis han propuesto que, habiéndose asentado las líneas de un modelo de representación política e intervención estatal, llegó el tiempo de la sintonía fina, el de atacar los problemas que requieren más capacidades técnicas que visión estratégica. Dudo que la resolución de los problemas económicos y sociales pendientes ya no requiera grandes decisiones y no veo cómo el acierto de ellas podría prescindir de una implementación disciplinada y precisa. Sí es ostensible que el Estado presente y activo al que han apuntado las gestiones del Frente para la Victoria necesita, como lo revelan la intervención reciente sobre el mercado cambiario o la reducción selectiva de subsidios al consumo de servicios públicos, información exacta, intervención oportuna e implementación coordinada. Estos requisitos exceden las capacidades burocráticas de la administración pública. Reducir este exceso es tarea para más de una administración, pero, dados los objetivos propuestos, requerirá un esfuerzo especial de la próxima de Cristina Fernández.
La reproducción del apoyo político necesita también argumentos que expliquen las decisiones. La disposición de un argumento ideológico persuasivo para sus partidarios es uno de los puntos fuertes del kirchnerismo. Pero la elaboración de estos argumentos también es tarea de día y tan importante como la gestión eficaz. Sospecho que la retórica de resistencia del conflicto de 2008 y el nacionalismo revisionista que la inspira expresan un kirchnerismo más estrecho que el 54% de octubre. La misma amplitud del triunfo hace poco verosímil la idea de una lucha contra intereses sociales minoritarios, pero más poderosos. El tercer desafío relevante del nuevo gobierno es explicar qué tiene en común esa mitad de los argentinos que lo confirmó por otros cuatro años.
Director de ciencias políticas de la Universidad de San Andrés.
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