Trastienda de la negociación: cómo fueron las frenéticas 24 horas que definieron el rumbo con el FMI
“Alivio”, es la sensación que transmitieron hoy en el Gobierno tras los anuncios; las dudas y el rol de cada actor en una negociación que recién se dinamizó en el último tramo
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El presidente Alberto Fernández almorzó ayer con un reducido grupo de hombres de su extrema confianza, como suele hacer semanalmente. Pero no fue un comida más. En el primer piso de Casa Rosada estaban sentados a la mesa: el canciller Santiago Cafiero; el jefe de Gabinete, Juan Manzur, y los ministros: Juan Zabaleta, Jorge Ferraresi y Gabriel Katopodis. Fernández les contó entonces lo que empezaba a tomar fuerzas por esas horas y se transformaría en un hecho unas horas más tarde: el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), estaba cerca. “Ya había indicios de que se podía lograr”, contó a La Nación uno de los presentes.
Era la antesala de lo que terminó siendo una jornada marcada por el dinamismo de los diferentes encuentros y el frenetismo que imponía el tema. Fernández estuvo recluido en su despacho de Casa Rosada en el que recibió al ministro Martín Guzmán que, en permanente diálogo con Washington, donde está la sede del FMI, lo ponía al tanto de todas las novedades. Guzmán, por su parte, dividió su tiempo entre Balcarce 50 y el Ministerio de Economía, sobre la calle Irigoyen, en el que terminó su jornada de ayer pasada la medianoche. Fue entonces cuando terminó de delinearse el tema. Para entonces Fernández seguía lo que sucedía vía zoom, llamadas y chats desde la residencia de Olivos.
Era el corolario de una jornada en la que, tras el almuerzo, dividió charlas y encuentros acompañado por distintos referentes de su máxima confianza, como la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra, y el titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa.
“Alberto siguió las negociaciones minuto a minuto. Estuvo todo el tiempo a la cabeza”, coincidían en el Gobierno. Donde hoy se hablaba de una sensación generalizada de “alivio, sin exitismo”. “Es un acuerdo y ningún acuerdo de este tipo es completamente bueno, pero la otra opción era el default y nadie quería eso”, sostuvo una alta fuente del Gobierno a La Nación. “Nos tocó una deuda que no tomamos, pero somos peronistas y el peronismo no es testimonial, es responsabilidad de gestión”, completaron. “Es un alivio que nos permite entrar a una nueva etapa. Nos permite planificar y eso nos da la posibilidad de avanzar”, agregaba hoy un importante funcionario del Gabinete.
Mientras que el alivio generalizado que se respiraba en el Ejecutivo, desde el kirchnerismo duro aún no se expidieron sobre el tema. En tanto que en Rosada aseguraban que la propia vicepresidenta, Cristina Kirchner, fue informada ayer de lo que iba sucediendo. Kirchner estaba en Honduras, adonde viajó para la asunción presidencial de Xiomara Castro.
“Alberto y Martín le fueron comunicando todo”, explicó a La Nación una alta fuente del Ejecutivo, que detalló que eso se extendió no solo durante la jornada de ayer sino durante todo el proceso previo de negociación. Porque si algo sostenían hoy en la Casa Rosada es que, para entender cabalmente el aceleramiento en la negociación que hubo ayer, y que sorprendió a propios y extraños, es que hay que mirar lo que sucedió hace poco más de un mes.
Explican que fue a fines de diciembre pasado, cuando se creía que podía haber buenas novedades en el marco del entendimiento con el FMI, todo “comenzó a enfriarse”. Para esa fecha no hubo reunión del board del FMI y el Gobierno reclamaba el informe del organismo sobre el crédito que se le había otorgado a Mauricio Macri, en 2019.
“Todo eso enfrío mucho” y “costó mucho reanudar”, detallan. Ya a comienzos de este año, para el 7 de este mes, el Fondo dio la orden para que se reabra la negociación con Argentina, pero en el gobierno consideraron que era “con poca velocidad” y empezaron a delinear “otra estrategia”. Esa nueva vía consistió en ir, a nivel político, “por el lado de Estados Unidos”, con reuniones virtuales en distintos foros y encuentros.
La más importante de esas bilaterales llegó la semana pasada, cuando se encontró Cafiero con el secretario de Estado norteamericano, Anthony Blinken. Todo fue con la idea de conseguir el aval de Estados Unidos en la negociación, detallan. “No exigíamos apoyo, pero no podíamos permitir indiferencia”, completan. Tras lo que agregan que, hasta entonces, se recibían “señales contradictorias por parte de Estados Unidos”.
Aunque las voces consultadas insisten en que lo que destrabó las negociaciones no fue una “cuestión puntual” sino que se trató de una realidad “multicausal”, coinciden en que esa reunión mostró que “hubo una respuesta más firme”. Y consideran que “fue desde lo político, pero a la vez activó cuestiones técnicas”.
“El tema se llevó allá y visibilizó más, se activaron resortes de administración intermedia”, completaron. Entonces, también se volvieron más intensas las reuniones de Guzmán y Sergio Chodos con los distintos referentes y todo comenzó a tomar más ritmo.
En medio hubo una decisión: “acelerar el deadline (el vencimiento principal era en marzo)”. “Fue una decisión de Alberto”, consignaron dos de las fuentes consultadas por este diario. “Dijo (sobre el pago de los 718 millones previstos para hoy), “podemos pagar, pero no lo vamos a hacer si no tenemos un acuerdo””, detalló a La Nación alguien de su extrema confianza. “Aceleró el deadline al 28 de enero”, completó.
En ese camino, agregan que además del trabajo de Guzmán, también mencionan la labores de Cafiero, del secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, y su relación con el consejero de Seguridad, Jake Sullivan, así como del embajador en Estados Unidos, Jorge Arguello. “Fue un trabajo mancomunado, pero lo de Martín fue la piedra fundacional”, completan. “La partitura la escribió Alberto y Martín la llevó a la práctica. El resto tocamos otros instrumentos”, grafican figuras de una negociación a la que todavía le quedan varios capítulos.
“Alberto tuvo la determinación de avanzar y acelerar. Martín se comprometió, el resto fue repartir roles”, completan. Guzmán se reunió este mediodía con dos de sus pares, cercanos a Fernández y titulares de áreas claves: Zabaleta y Katopodis, de Obras Públicas. A ambos les garantizó que sus áreas, consideradas como “centrales para el desarrollo del país”, no sufrirían recortes tras el acuerdo.
Hoy, mientras se respiraba moderado alivio en la Rosada, también le restaban importancia a los dichos de dirigentes kirchneristas como Leopoldo Moreau o Fernanda Vallejos, que en las últimas horas se mostraron públicamente en contra de un posible acuerdo. “Moreau no desayuna con Cristina y Vallejos es un personaje tan marginal que ni renovar su banca pudo”, completó un hombre de asistencia directa al despacho presidencial.
Ese mismo del que ayer salieron las primeras versiones sobre lo que podía suceder hoy con los primeros: “venimos bien” y “mañana va a ser un día de buenas noticias”. Fue luego de que después de la confirmación de Guzmán de que el acuerdo era aceptado se empezaran a delinear varias cuestiones. Entre ellas cómo y cuándo se comunicaría. Para eso se pensó en las 10 de la mañana de hoy, en la víspera de la apertura de los mercados y antes de la reunión que el board del Fondo iba a tener en Washington, tras lo cual emitiría su propio comunicado.
La gran incógnita parecía estar en Cristina Kirchner. “La decisión era del presidente, eso también es así. Además, ya lo había dicho Cristina en una de sus cartas: la lapicera la tiene el presidente”, deslizaron.
Tras la jornada maratónica, Fernández volvió hoy a Casa Rosada. Fue casi al mediodía tras la emisión de su mensaje anunciando el acuerdo. Dio una entrevista a medios rusos, por su viaje de la semana próxima, y estuvo reunido con Cafiero y Massa. Después, promediando la tarde, bajó a un acto en el salón de Pueblos Originarios. Visiblemente cansado evitó contactos con la prensa acreditada en el lugar y pocos minutos después se fue en helicóptero rumbo a Olivos. Era el final de otra semana intensa para su Gobierno.
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