Tras un largo enfrentamiento, decidió irse el día después
Carlos Fayt fue un juez distinto: siempre supo entender las necesidades de la política, pero, invariablemente, también se mantuvo alejado de los gobiernos de turno. Ayer, este magistrado, a sus 97 años, volvió a elegir el momento político más oportuno para beneficiar el futuro de la Corte.
Por eso, tanto los jueces del alto tribunal, incluido su titular, Ricardo Lorenzetti, como los principales dirigentes de los partidos de la oposición elogiaron el "momento" elegido por Fayt para anunciar su dimisión y comienzan a imaginarse un nuevo tiempo político.
Ahora, coinciden todos ellos, es posible avanzar hacia una recomposición de la Corte, sin perder cierto equilibrio a manos de un partido dominante. En eso coincidían ayer Pro, la UCR y también funcionarios del peronismo cercanos a Daniel Scioli.
La lectura más rápida es que Fayt presentó su renuncia ayer, con efecto diferido al 11 de diciembre, para impedirle a la presidenta Cristina Kirchner nombrar a su reemplazante y dejar esa atribución en manos de quien sea elegido presidente en los próximos comicios. Se va un día después que ella.
Esa primera apreciación es correcta: la mandataria, para forzar una vacante, había sometido a Fayt al escarnio, con críticas vejatorias y discriminatorias por su edad. Fayt, en la intimidad, siempre se mostró disconforme con el estilo kirchnerista de ejercer el poder. Pero, además, sentía íntimamente que no merecía las críticas que le formulaba la Presidenta y tampoco la amenaza de la Comisión de Juicio Político de impulsar su destitución.
Pero la decisión de Fayt trasciende su persona. En efecto, el 19 de diciembre pasado la UCR, Pro, el FR y los demás partidos llegaron a un acuerdo: no le darían a la Presidenta los dos tercios de los votos que necesita para que el Senado apruebe al reemplazante de Raúl Zaffaroni y, a partir de la renuncia de ayer, al de Fayt. El acuerdo se mantuvo en el tiempo y esos dirigentes les habían hecho saber a Fayt y a Lorenzetti que su vacante también sería preservada para ser cubierta con un magistrado digno.
Quizá la primera mandataria se largue a proponer candidatos. Pero los tiempos le son adversos. Faltan apenas 40 días para la elección presidencial. El poder de la mandataria se diluye a medida que se aproxima a su término. Los senadores están en campaña y ninguno se imagina tener que volver al recinto del Senado para sentarse a debatir sobre un candidato que no aporta votos populares a ninguna lista. Entonces, es muy probable que la Presidenta se termine alejando del Gobierno sin poder imponer su designio.
Las declaraciones que ayer hicieron Federico Pinedo, Ernesto Sanz y otros políticos buscaban despejar cualquier duda: no será Cristina Kirchner sino el próximo presidente el que proponga y negocie sobre los nuevos candidatos. Esa discusión comenzará recién en octubre y, tal vez, aún más tarde.
Y Lorenzetti ¿qué rol juega? El presidente del alto tribunal tuvo mucho que ver con este desenlace: corrió a Fayt del centro de los ataques políticos que le lanzaban la Presidenta y la Comisión de Juicio Político; lo protegió, y ahora lo deja ir en el momento menos peligroso.
Ahora, es toda la Corte la que aspira a ser escuchada, aunque sea informalmente, a la hora de elegir los reemplazos. No para imponer un nombre, sino para vetar cualquier exabrupto. No hay margen para arbitrariedades, dicen allí.
Claro que no todo será un campo llano para Lorenzetti: el juez, que fue reelegido para conducir el tribunal hasta 2019, está convencido de que la mejor Corte es la que tiene cinco miembros.
Tal vez los partidos discrepen: la UCR aspiraría a tener un tribunal de siete miembros y en el peronismo se debaten entre siete y nueve jueces. Obviamente, una Corte con más vacantes permitiría repartir más cartas y conformar a todos.
Pero Lorenzetti, que aspira a que la Corte y él mismo conserven una cuota de poder propio -no tributario del gobierno de turno-, confía en que se avecina un escenario político moderado.
En efecto, ningún candidato parece capaz de alzarse con un triunfo arrollador e incluso Scioli supo convivir con los jueces mejor que el cristinismo.
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