Tras las críticas, Alberto Fernández inauguró un nuevo método de comunicación
Se apoyó en unos papeles que llevó para su mensaje por los 200 años de la muerte de Güemes; ocurre después del traspié de la semana pasada con la frase sobre los mexicanos y brasileños
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LA NACIONSantiago Dapelo
Alberto Fernández fijó la vista en quienes tenía adelante, dijo dos frases y volvió a mirar hacia abajo. La mecánica se repitió en varias oportunidades durante su discurso. Sobre el atril, dos hojas desplegadas contenían los lineamientos centrales de un discurso cuidado, sin improvisaciones. Los movimientos, apenas perceptibles, inauguraron un nuevo estilo de comunicación presidencial.
El error que cometió hace una semana, cuando dijo que “los mexicanos salieron de los indios, los brasileños salieron de la selva y los argentinos llegamos en los barcos”, que desató críticas a nivel local e internacional y lo obligó a pedir disculpas, fue el disparador de un cambio que desde hace meses reclamaban cerca del Presidente.
Si bien no se trata de una intervención ni una transformación de fondo –no entregará el control de su teléfono, así como tampoco el manejo de sus redes sociales–, el Presidente acusó el impacto que tuvo su gaffe. “Quedó dolido. A partir de ahora será más riguroso con su procedimiento”, explicaron fuentes de la Casa Rosada.
Un dato que no pasó desapercibido fue que a Salta viajó el antropólogo Alejandro Grimson, asesor presidencial y uno de los responsables de los mensajes que da el jefe del Estado. “Lo ayuda a emprolijar las ideas, es alguien a quien Alberto respeta”, agregaron fuentes oficiales.
Recuperar la centralidad de la palabra presidencial, esa que tuvo durante el comienzo de la campaña, es el objetivo. Por ahora, Fernández se rindió ante sus asesores, aunque nadie se anima a aventurar cuánto puede durar el buen comportamiento.
Por lo pronto, cerca de Fernández resaltaron que al menos desde el incidente que protagonizó junto al presidente de España, Pedro Sánchez, no dio entrevistas, algo que suele hacer sin siquiera avisar a su equipo de comunicación. Las arregla directamente con los periodistas.
El Presidente admitió su equivocación y por primera vez se abrió a las sugerencias que de forma permanente le hacen el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero; su vocero, Juan Pablo Biondi; el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz, y el subsecretario de Comunicación, Marcelo Martín.
“Cuando se prepara es un gran comunicador, el problema es cuando se pone a improvisar”, describieron fuentes oficiales. En la Casa Rosada presentan argumentos para sostener la necesidad de avanzar con un método.
En este punto, cerca del Presidente resaltaron la puesta en escena y el discurso que realizó Fernández cuando anunció por primera vez en este año las restricciones a la nocturnidad. Esa tarde, el jefe del Estado, aún aislado con Covid, utilizó el teleprónter. Lo mismo ocurrió durante las grabaciones que se realizaron en el Museo del Bicentenario.
Ayer, el discurso de Alberto Fernández en Salta por los 200 años de la muerte de Martín Miguel de Güemes tuvo como novedad que recurrió a un ayuda memoria para guiar su alocución. Fue notable el cambio, ya que el Presidente siempre acostumbra a hablar sin asistencia, y en muchos casos, con un mensaje improvisado.
La fallida cita, en la que mezcló letras de un tema de Litto Nebbia con una frase atribuida al escritor mexicano Octavio Paz, fue duramente criticada, tanto en la Argentina, como en Brasil y en México, al punto de que el propio Presidente envió después una aclaración con una suerte de disculpas al Inadi, que trata los temas de discriminación.
“Voy a trabajar incansablemente una y otra vez por la unidad entre nosotros”, sostuvo el Presidente y agregó: “No es tiempo de disputas, no es tiempo de perder tiempo -aunque valga la redundancia- en debates estériles. Es tiempo de unir esfuerzos, de construir el país que nos debemos, de superar la pandemia”. Ahondó también en el concepto de la Patria Grande, como el espacio de construcción colectiva. Ahora, sí, lejos del europeísmo al que se jactó pertenecer.
Por Santiago Dapelo
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