Tanto en el oficialismo como en la oposición se muestran convencidos de un triunfo cómodo en las elecciones del domingo, incluso por mayor margen del que figura en las encuestas. Mauricio Macri y Alberto Fernández creen que ganan. El problema para el lunes, cuando en principio nada cambia porque las Primarias terminan siendo un ensayo y no el certamen por los puntos, es que ninguno está preparado para la derrota.
En la oposición se ingresó en un camino temerario, que podría escalar directamente a no reconocer el resultado del comicio, en caso de no ganarlo. O se gana, o se denuncia fraude. En el oficialismo, si hubiera una fuerte derrota de Macri, nadie sabe cómo el Gobierno estaría en condiciones de garantizar una transición económica ordenada hacia fin de año.
El relato de la oposición es que la Argentina está azotada por el hambre y la miseria, la situación en la calle no se soporta más, Macri es peor que la dictadura, de modo que nunca podría en esas circunstancias ganar las elecciones. Si lo hace y derrota a Cristina es porque se organizó un fraude.
Judicializar el resultado electoral si no se gana y no reconocer la derrota explica la presentación en la Justicia que realizó la oposición kirchnerista, objetando el sistema de carga y presentación de resultados en el escrutinio provisorio, aún cuando ese recuento no tiene validez legal. Es la Justicia en el escrutinio definitivo la que define ganadores y perdedores.
La oposición denuncia el intento de un fraude mediático, en principio, por una tontería: discutir cómo llegan los números del conteo de votos el domingo, entre las 23 y la medianoche, cuando cierra la edición de los diarios del lunes o los programas especiales en la TV hasta las 12 de la noche.
Pero ese argumento del fraude mediático fue el que siempre utilizó el kirchnerismo para defender su gestión y cuestionar las críticas. No es que el Gobierno cometa errores o tropelías, es la prensa la que engaña al electorado.
Cuando Cristina Kirchner justificó su decisión muy antidemocrática y de mal perdedor de no asistir a la transmisión del mando a Mauricio Macri, argumentó que el actual presidente no era legítimo, por cuanto había ganado elecciones con la gente votando engañada por el periodismo.
Está claro que el Frente de Todos, la principal fuerza opositora, no está preparada para perder. Si los resultados en las PASO van de un empate a un leve triunfo del oficialismo, el plan es denunciar el fraude que ya se viene presentando hace meses desde las usinas K, a tratar de judicializar el resultado, incluso promover la violencia con el argumento de que la administración Macri pretende organizar una malversación aún peor para octubre.
Tampoco el Gobierno está preparado para perder. La economía y sobre todo los mercados podrían ingresar en una dinámica muy peligrosa si una sorpresa mostrara en la PASO una derrota fuerte del Presidente y/o de la gobernadora María Eugenia Vidal.
El equipo económico y el Banco Central están preparados para administrar la última parte del mandato de Mauricio Macri bajo la premisa de que sigue un segundo mandato del Presidente. El plan económico sólo cierra si se desvanece el fantasma de Cristina. El relato del Gabinete económico de Macri es siempre el mismo: el tiempo y la confianza resuelven solos los desequilibrios.
Mantener el superávit fiscal en el marco de un acuerdo con el FMI, pero gran incógnita con la inflación que no cede, el atraso cambiario y tarifario para después de las elecciones, la presión impositiva, las tasas en 60% y la bola de nieve de las Leliq.
No se sale fácil de la recesión, salvo en Vaca Muerta y el campo. Los datos de la industria y la construcción en junio quebraron la racha. No solamente son peores que el mismo mes del año pasado como viene ocurriendo hace un año, sino que esta vez fueron peores que el mes anterior. Está mal la foto, y también se complicó la película.
Ante la posible resurrección de la expresidenta no hay plan B en el Gobierno. No se sabe si se va a mantener el actual Gabinete, cómo se va a encarar la campaña electoral y la gestión mirando octubre; mucho menos si hay un programa de estabilización económica en marcha o qué medidas se tomarían para evitar una corrida financiera y una fuerte devaluación.
¿Acaso alguien supone que un Banco Central de un Gobierno que perdió las elecciones y se va en diciembre va a poder vender reservas alegremente para frenar la suba del dólar tres o cuatro meses antes del traspaso de mando? El mismo FMI y hasta los bonistas van a reclamar que se cuiden las reservas y no se rifen antes de dejar el gobierno. Por no mencionar las denuncias penales que pesarían sobre los funcionarios involucrados.
Ni el Gobierno ni la oposición están preparados para perder. Mística bastante irresponsable en quienes detentan el poder o aspiran a detentarlo. Porque en el medio de la grieta está la sociedad argentina.
La batalla entre unos y otros se dirime en momentos de una extrema volatilidad financiera internacional, que definitivamente puede afectar a la Argentina, mucho más si la oposición se prepara para denunciar fraude si pierde; en tanto que el oficialismo, si no gana, no está en condiciones de garantizar una transición ordenada en materia económica hacia fin de año.
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