
“Todavía algunos creen que la cultura es un adorno”
Alberto Bellucci, director de tres museos, pide muchos más recursos para las artes
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Dice Alberto Bellucci que para llegar al simbólico y esperado 2010 lo que más le gustaría sería tener una buena rutina, poder hacer las cosas bien día tras día, sin anuncios rimbombantes. Pero que si tiene que hacer un pedido, ése sería que se le diera a la cultura un presupuesto 10 veces superior. “Si la Argentina está rumbeando económicamente bien, y lo demuestran los índices, el argumento ya no será que primero hay que arreglar las escuelas y los hospitales. Eso es importantísimo, por supuesto, pero en términos de recursos la cultura ha quedado muy rezagada. Hasta ahora pudimos justificarlo, pero de aquí en más debemos aspirar a un presupuesto sensiblemente mayor”, asegura quien tiene el raro privilegio de dirigir tres museos al mismo tiempo: el de Arte Decorativo –desde 1991–, el de Bellas Artes –que tiene a su cargo desde hace dos años y medio– y el de Arte Oriental, del que es interventor desde 2002.
Ex profesor de Historia de la Arquitectura en la Universidad de Buenos Aires, profesor de Apreciación Artística en la Universidad de San Andrés, académico de Bellas Artes, apasionado de la ópera, afecto a los croquis de viajes, autor de títulos como “Breve historia de la arquitectura occidental; Monumental déco in the Pampas; Los croquis de viaje en la formación del diseñador, prolífico y multifacético, Bellucci dice que tiene la felicidad de que sus hobbies artísticos se hayan convertido en su trabajo. Su asignatura pendiente, sin duda, es que el Museo Nacional de Arte Oriental encuentre, finalmente, una sede donde instalar las más de 3000 obras que hoy están apiladas en los sótanos del Museo Nacional de Arte Decorativo. Su opinión, muy personal, es que ese patrimonio no debería ir a Rosario, como se anunció oficialmente, porque no están dadas las condiciones edilicias ni contractuales para recibir allí semejante bagaje. "Ahora estamos en manos de una decisión política", afirma. "Personalmente, lo que más me interesa es que el problema se resuelva, porque el MNAD necesita nuevos ambientes para restaurar y porque el Museo de Arte Oriental merece exhibir sus colecciones."
Sobre el largo tiempo de espera sin definiciones para este tema, como para la ampliación ya reclamada de una estructura en Bellas Artes más acorde con la envergadura, la calidad y la cantidad de obras que tiene el museo, dice, lapidario: "No hay diligencia ni convicción para los temas de la cultura".
-¿Es partidario de la gratuidad en los museos?
-Las ofertas que la sociedad le da al conjunto de sus integrantes son tremendamente variadas y la gente elige por afinidades. Es bueno que así sea, porque si todo el mundo decidiera ir a los museos, éstos colapsarían. Lo que ocurre en la Argentina, en Buenos Aires en especial, es que hay una oferta cultural enorme y un concepto bastante extendido de que la cultura debe ser gratis. Yo creo que esta idea y esta proliferación no le han hecho bien ni a la calidad de lo que se ofrece, ni al sentido de que la cultura y el arte son resultado del esfuerzo de mucha gente, empezando por los artistas, y que tiene que ser retribuido en forma acorde a como se retribuye en las demás actividades de la sociedad. Defiendo, sí, la gratuidad para personas y grupos que lo necesitan, como estudiantes o jubilados y, en ese sentido, la oferta entre nosotros es más que abundante.
-¿Cómo atraer una mayor masa de visitantes, cómo impactarlos ante tantas opciones culturales?
-Creo que el público de la creciente cultura virtual del siglo XXI seguirá yendo a los museos, en tanto éstos sean capaces de mantener un perfil propio, la calidad de lo que ofrecen, una diversidad de propuestas y una adecuada comunicación. Y aumentarán mucho si somos capaces de lograr y mantener un nivel de educación más consistente con nuestros niños y jóvenes. Personalmente, mi apuesta como director de museos es a la niñez, a las escuelas, adonde hay un espectro social y económico más amplio y de donde pueden salir los futuros apreciadores del arte y los futuros artistas.
-La era de los museos-catedrales, como el Guggenheim de Bilbao, la Tate Modern Gallery de Londres, el Polimuseo de Munich, el de Calatrava en Milwaukee, ¿qué le aportan al arte?
-Evidentemente, son recintos de prestigio, ávidos de consumir clientes y de ser consumidos por ellos. Han sido las vedettes de las últimas décadas del siglo XX, la prueba es la gran cantidad de museos que se han construido en el mundo. Yo percibo una enorme inquietud por abrir cada vez más el universo de los museos. A veces, hasta extremos en que un museo se convierte en un centro cultural liso y llano. Evidentemente, hay un vínculo de unión, pero no son iguales. Un museo parte de un patrimonio que le da un perfil y una misión. Los centros culturales son otra cosa, así como los shoppings son otra cosa.
-¿A qué atribuye el protagonismo creciente de la figura del curador en las exposiciones?
-A que hoy en día los requerimientos que se le hacen a una muestra son múltiples. Esto no era así hasta hace algunas décadas. Yo recuerdo muestras de los años 40, 50, 60 e incluso 70 en el Decorativo, donde los propietarios traían los tapices de sus casas y los colgaban con la luz que había, aportaban las referencias documentales de las que disponían y la exposición era un éxito, aun cuando fueran pocas personas. Hoy en día tenemos toda una exigencia de investigación, de documentación y también de multiplicación del patrimonio artístico en danza.
-¿Corremos el riesgo de caer en una suerte de regodeo social por la cultura, en una mayor preocupación por la apariencia, la forma, que por el contenido?
-Lamentablemente, creo que sí. El gran peligro de nuestra época es la sobreabundancia de información, que hace que uno no pueda profundizar en los temas. Y también la adhesión a las cifras impactantes, porque uno siempre tiene que estar escalando el Everest. Y frente al que escaló el Everest, siempre hay otro montón de gente valiosa que se mueve en la planicie.
-¿Cuál es el fin último de los museos, preservar patrimonio?
-Ese es el origen, pero no puede ser el fin, porque ese patrimonio tiene que mostrarse, tiene que abrirse a la comprensión de los demás. Estoy convencido de que si la gente no va a los museos es, principalmente, porque ignora su sentido y su contenido, y porque los siente instintivamente lejanos a sus intereses. Y éste es un tema de educación, proceso que no reconoce tiempos cortos.
-¿Por qué hay tantas dificultades en la Argentina para sacar una ley de mecenazgo?
-Creo que todavía es muy fuerte la idea de que, con una ley de este tipo, se desvían fondos para áreas que no son prioritarias. Quienes tienen que hacer números desde el Estado no están convencidos de la dimensión económica de la cultura, y desde el punto de vista político me parece que no hay convicción de que el aporte del arte y la cultura pueden mejorar la calidad de vida de la sociedad. Creo que el convencimiento de la cúpula política es que la cultura es un adorno, que es algo superfluo. No se comprende su verdadero sentido ni cómo puede modificar la vida de las personas.
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