Terminar con la grieta: no se construye una casa comenzando por el techo
En la extensa presentación de la nueva etapa de la cuarentena del viernes pasado abundaron y se sobreactuaron señales de convivencia política que buscaban dar muestras de unidad. Sonaban uno tras otro los empalagosos "es como dijo Horacio", de parte de Alberto; "lo trabajamos con Axel", decía Horacio; "mi querido presidente", de parte del gobernador Gerardo; "Ahora, Coqui nos va a contar la situación", señalaba amistosamente el presidente Alberto.
Parecía más una reunión de amigos que una presentación de un programa de medidas a cargo de las máximas autoridades de un país que dispone normas de convivencia, para una sociedad que oscila entre el miedo y el cuidado frente a la pandemia y el hartazgo con descreimiento, por llevar cuatro meses de inédita perplejidad.
Todos estos gestos amistosos, que intentaban mostrar la confianza que envuelve a un equipo de trabajo se deben valorar. Siempre es mejor ver a nuestros gobernantes hablando así antes que presenciar el "vamos por todo" que le puso una palanca a la grieta para llevar cada sector a las antípodas del otro.
Sin embargo, deberíamos medir el real alcance de esta apacibilidad: suma, pero no alcanza para achicar la grieta ni para terminar con los odiadores seriales, como los llamó el Presidente sin identificarlos. Ni siquiera alcanza a cautivar al resto de la dirigencia política. Aquellos que no tienen responsabilidad de gobierno se acomodan lejos de tal gestualidad, mientras afilan sus dardos a diario para lacerar al rival político. "La agenda de los gobernadores no es la misma que la de los legisladores", suele decir el diputado Luis Juez. Y así parece.
Más abajo se encuentra una sociedad que parece tener fundadas razones para trazar una raya frente al otro sector. En las redes, ese debate se identifica como Populistas vs Republicanos. Justo en el medio de ambos grupos es donde intentó pararse el Presidente, según su discurso de asunción en la asamblea legislativa, aunque cada vez que da un paso hacia el centro necesita inmediatamente retroceder dos para rendir cuentas ante un periodista, o una dirigente de derechos humanos, íconos de la legitimidad del kirchenrismo, el sector más fuerte del frente oficialista que no duda en visualizar a su líder, Cristina Kirchner. Ella es quien debe marcar el rumbo.
La situación del Presidente no es sencilla, la describió muy bien el diputado radical Mario Negri: "Lo más granado del kirchnerismo marca el compás del gobierno. El presidente deberá entender que no puede gobernar con un pie en cada canoa", dijo días atrás, mientras recordaba que hay que darle valor al voto de condena por violación a los DD.HH. en Venezuela.
Los reiterados cambios de posturas de parte del Presidente, como el que tuvo esta semana con el memorándum de entendimiento con Irán, tampoco ayudan. Le hacen perder la credibilidad necesaria para recomponer el diálogo político entre dos sectores cada vez más opuestos.
Del otro lado de la grieta también se cuecen habas. El sector que perdió las elecciones del año pasado curiosamente quedó más movilizado que aquel que triunfó. El último tramo de la campaña de Mauricio Macri los dejó empoderados, se amigaron con la calle, patrimonio histórico del peronismo, y quedaron dispuestos a movilizarse ante la más mínima situación que lo amerite. Lo hicieron con un cacerolazo histórico contra la liberación de presos y marcharon, a pesar de la pandemia, el 20 de junio y el 9 de julio, con un banderazo que se opuso a la expropiación de Vicentin y a la, aún desconocida, reforma judicial. Nada que tenga aroma a impunidad que pueda beneficiar a la expresidenta en sus causas por corrupción será permitido por esta parte de la sociedad.
Su demanda condiciona a la dirigencia política: resolver el problema de la "grieta" imperiosamente debe incluir garantías para que todos sepan que nadie será impune ante la ley. Sin esa condición de igualdad, no habrá señal de convivencia que alcance. Esa es la piedra más grande que debe sortear cualquier acercamiento.
De lo contrario, todo parece indicar que esos gestos de avenencia solo habitarán en las esferas del poder, no bajarán ni penetrarán en la sociedad. Es como intentar construir una casa comenzando por el techo, dejando los cimientos para el final, cuando el manual de la construcción edilicia indica exactamente el camino inverso. Casualmente, el de la construcción política también.
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