Tensión con Brasil: los bolsonaristas asilados en el país es un renovado motivo de distancia entre Lula y Milei
La Justicia brasileña analiza el listado de cerca de 60 prófugos enviado por la Cancillería; el presidente argentino compartirá un acto el fin de semana con Bolsonaro
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A sus 78 años, Luiz Inácio Lula da Silva conserva en su memoria muchas imágenes impactantes de su carrera política y sus años al frente del Brasil. Pero cuentan conocedores de la política brasileña que pocas lo alteran tanto como aquel ejército de camisetas verde-amarillas que el 8 de enero de 2023 invadió el moderno y simbólico Palacio de Planalto. Eran los seguidores de Jair Bolsonaro que clamaban por un supuesto “fraude” en las elecciones que le permitieron a Lula un regreso de película al poder, luego de varios centenares de días en la cárcel y una carrera que parecía terminada.
Más de cien bolsonaristas participantes de esas tomas violentas de edificios se cree que se fugaron hacia la Argentina. Hay 60 de ellos reconocidos que están en el país por el propio Gobierno. La mayoría de ellos tiene condena judicial y su situación es motivo de tensión en el ya de por sí complicado vínculo personal entre Lula y el presidente Javier Milei. Un vínculo personal que, a contramano de la cordialidad que se refleja en encuentros a nivel cancilleres, volvió la semana pasada a tensarse con nuevas declaraciones, de uno y otro lado de la frontera, cargadas de enojo, con algún insulto apenas encubierto, sin chance de reconciliación a la vista. En una suerte de contraataque, Milei decidió no viajar a la cumbre del Mercosur del 8 de julio en Paraguay, donde se iba a cruzar con Lula, y, en cambio, asistirá a una cumbre conservadora en el sur de Brasil junto con Jair Bolsonaro, el opositor de Lula.
La Cancillería envió a Itamaraty un listado de 60 participantes de la toma de edificios que están en el país, varios de los cuales ya habrían solicitado asilo en la Comisión Nacional de Refugiados (Conare), que depende hoy de la jefatura de gabinete. Esa información-confidencial según contestan desde ambas cancillerías-recorrerá un camino que irá desde el Supremo Tribunal, el Ministerio de Justicia, y otra vez hacia Itamaraty, desde dónde saldrán los pedidos de extradición.
Ni Lula ni Milei parecen dispuestos a escalar demasiado en el conflicto, aunque el modo de resolverlo definirá, en buena medida, como sigue el vínculo a futuro. “A Argentina no le interesa que cientos o miles de brasileños se queden a vivir aquí, no quieren ese problema”, aseguran fuentes de la diplomacia del gigante sudamericano. En Itamaraty, y también en el Planalto, ven con buenos ojos las sucesivas declaraciones del portavoz Manuel Adorni, quien afirmó en repetidas ocasiones que el Gobierno “respetará la ley” y no protegerá a nadie, a pesar de la evidente y sostenida sintonía del Presidente con los Bolsonaro, Jair y su hijo Eduardo.
La satisfacción trocaría en enojo del lado brasileño si la Argentina, efectivamente, concediera status de refugiados a varios de los prófugos. “Allí comenzaría a aparecer un problema mayor”, comentaron fuentes diplomáticas de Brasil, sin querer ahondar en el tema, pero con atención en las novedades que puedan surgir, a uno u otro lado de la frontera.
Cuando parecía que el vínculo entraba en una etapa de frialdad a nivel presidentes y progreso en todos los demás ámbitos (voto argentino por Brasil en Interpol, ayuda de Brasil en la provisión de gas), Lula volvió a mostrar que su enojo con Milei por acusarlo de “corrupto” y “comunista”, durante la campaña electoral, no son cosa del pasado.
“No hablé con el presidente de Argentina porque creo que tiene que pedir disculpas a Brasil y a mí. Dijo muchas tonterías”, enfatizó Lula en una entrevista televisiva. Consultado por LA NACION minutos después durante su conferencia de prensa, Adorni fue cauto, aunque dejó en claro que Milei no pediría disculpas, al afirmar que “el Presidente no ha hecho nada de lo que tenga que arrepentirse”.
Y así ocurrió. En una aparición televisiva, Milei aludió a Lula como un “zurdito con el ego inflado” e insistió: “Las cosas que yo dije encima son ciertas. ¿Cuáles son los problemas, que le dije corrupto? ¿Acaso no fue preso por corrupto? ¿Que le dije comunista? ¿Acaso no es comunista? ¿Desde cuándo hay que pedir perdón por decir la verdad?”, se preguntó el primer mandatario argentino, sin espacio para retractarse, y a pesar de que, según comentaron cerca suyo, su idea es no tensar más la cuerda.
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