Telerman: "Lo que venga en diciembre tiene que ser más moderado y al centro"
Jorge Telerman se define como un conciliador, aunque admite que eso tiene mala prensa. Y dice que el candidato que gane en octubre deberá ser capaz de incluir, de unir lo diverso. Fue jefe de Gobierno porteño entre 2006 y 2007, tras la destitución de Aníbal Ibarra, pero sobre todo fue siempre un hombre vinculado con la cultura. Es el director del Complejo Teatral Buenos Aires, el grupo de teatros públicos de la ciudad de Buenos Aires. Y para septiembre están preparando El caos Pirandello en el Teatro San Martín. En un año eleccionario, responde este Cuestionario Sehinkman sobre toda la coyuntura política.
–Venís del peronismo. ¿Cómo te sentís trabajando para una gestión que no lo es, como la del Gobierno de la Ciudad?
–Cuando me tocó a mí administrar la Ciudad, en esa transición como jefe de Gobierno, convoqué a distintas fuerzas políticas para que integraran ese gobierno de transición, que a pesar de haber surgido de una de las crisis políticas más profundas de la historia de la ciudad de Buenos Aires, pudo andar muy bien. Y eso se debió menos a mi eventual capacidad de hacerlo que al hecho de haber estado acompañado por un tejido político muy amplio. Así que me siento muy bien por haber sido convocado por Rodríguez Larreta para una actividad del ámbito de la cultura, en la que siempre me desarrollé.
–Tu madre, Fanny, exigente como buena madre judía, siempre esperó que llegaras a presidente. ¿Qué piensa de esta escala intermedia?
–Bueno, que hay tiempo todavía [risas]. Cuando le conté del nuevo cargo, me dice: "¡Pero si vos ya fuiste jefe de Gobierno!". Ella sabe de mi pasión por estas actividades, de mi gusto por hacerlo, de mi compromiso con la cultu...
–Esperá, ella conoce el tamaño de tus sueños. Decime qué te dice realmente.
–"Está bien, querido. Es un buen lugar para esperar la presidencia".
–¿Cómo ves la reorganización de las fórmulas y los espacios?
–Veo el vaso medio lleno: se empieza a escuchar la demanda, que es: "Córtenla un poquito, acérquense, váyanse al centro". Lo que venga en diciembre tiene que ser más moderado y al centro. Y tener capacidad técnica. Pero hay que dejarse de jorobar e incluir al otro.
–¿Quién de todos los candidatos podría sintetizar esta idea que planteás?
–Pienso más en un identikit que en un nombre. El que sea capaz de unir lo diverso, aquella persona que no solamente piense en cómo liderar su propio partido sino aquella que piense y sepa cómo administrar las diferencias. Alguien que rompa la maldición argentina. ¿Cuál es esa maldición? El ganador no sabe, no quiere y decide no incluir al perdedor.
–¿Y quién se parece a ese identikit? ¿Acaso Lavagna no se presenta así?
–Al menos lo enuncia. Incluir al perdedor es siempre molesto en todo sentido: político, económico.
–De modo que no te disgustaría la posibilidad de Lavagna.
–No me disgusta. Es alguien con un cierto recorrido y se fue del gobierno de los Kirchner con muy buenas opiniones, cosa difícil en la opinión pública. Ahora quiere volver, se nota que hay un compromiso humano importante. Me gusta cómo piensa y su personalidad. Afortunadamente hay otros hombres y mujeres así.
–Podrías votarlo...
–Sí. A mujeres y hombres de esas características podría alentarlos a que sigan… y los invitaría a que vengan a ver algunas de las maravillosas obras al Complejo Teatral.
–Escena imaginaria: Bárbara Diez, esposa de Larreta, lee esta entrevista y le grita a Horacio, que está en el living: "Amor, ¿Telerman sigue trabajando con ustedes? Porque acá dice que votaría a Lavagna". Hablando de teatro: ¿cómo continúa esta escena conyugal?
–Nunca me meto en los matrimonios amigos [se ríe]. Con Horacio compartimos una visión sobre la ciudad y los teatros públicos. Y además es alguien que tiene un gran respeto mutuo con los otros actores de la política. Además, a Horacio también lo pongo en ese grupo de personas de la política que saben dialogar e incluir al otro.
–O sea que Larreta permitiría esta infidelidad dialéctica sin castigarte...
–No es que la permitiría, no hay infidelidad ni mucho menos porque Horacio me convocó a mí para dirigir los teatros públicos semanas después de ser yo un activo militante de Scioli, candidato contrario a ellos. No hay novedad en mi trayectoria ni en el vínculo. E insisto: Horacio es alguien reconocido, querido y respetado por otros líderes políticos.
–¿Qué pensás sobre la mirada que tienen gran parte de los artistas sobre una propuesta cultural que venga de Pro?
–No es una novedad que casi en todas partes la comunidad artística comparte valores de centroizquierda, por más que sea una categoría del siglo XX. Y hasta es comprensible, porque el arte funciona como una mirada crítica sobre el statu quo. No hay lugar en el mundo donde las comunidades artísticas no se sitúen en el llamado universo de los valores de la centroizquierda. En la Argentina siempre ha sido así, y hoy no es una excepción. Así que a las fuerzas políticas que se ubican en otro punto del espectro les cuesta más establecer diálogos. Dicho esto, en la Argentina yo no veo a ningún aparato estatal discriminar sus actividades en relación con el color político de los artistas.
–Por último, ¿cuál es un rasgo de personalidad que te defina?
–Conciliador. ¿Viste la mala prensa que tienen los conciliadores? Pero lo soy, sin dudas. E inclusivo: "Tengo mis convicciones, pero escucho las suyas".
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