Suisse Secrets: cómo funciona la maquinaria para captar fortunas entre los clientes más problemáticos del mundo
Los primeros contactos, en hoteles o restaurantes de lujo; la invitación a entrar en un sistema con el más celoso secreto bancario y los controles laxos que permiten el lavado
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“Ejecutivos de cuentas” y “gerentes de relaciones”. Así llaman dentro del Credit Suisse a quienes integran la vanguardia. Son ellos quienes abordan a los potenciales clientes alrededor del mundo, sea en eventos sociales o a través de recomendaciones de otros clientes. Son ellos quienes tienden los primeros puentes.
Los contactos iniciales pueden ser en hoteles o restaurantes de lujo. O en las oficinas o el domicilio del potencial cliente, según sea su relevancia o la discreción requerida. No es lo mismo explicarle las ventajas de la banca suiza, café de por medio, en Puerto Madero, a un empresario de bajo perfil que a un ministro acusado de corrupción que afronta problemas judiciales y no puede caminar tranquilo por las calles.
El paso siguiente será la firma de ciertos documentos. El cliente los firmará en su casa u oficina y el ejecutivo los transmitirá a Suiza, donde se encargarán de todos los detalles, sin que el cliente deba subirse a un avión y volar a Zurich, Berna o Ginebra. Su pasaporte jamás tendrá un sello de la Confederación Helvética si él o ella así no lo desean.
Esos documentos incluirán precisiones sobre la forma en que el cliente desea interactuar con el banco a partir de ese momento. ¿Prefiere que le manden los resúmenes de cuenta por correo postal o por email? ¿Desea que lo contacten en la Argentina o que todo vínculo sea en un tercer lugar? ¿Uruguay, por ejemplo?
Periodistas que participaron de la investigación global “Suisse Secrets”, que fue liderada por el periódico alemán Süddeutsche Zeitung y el centro de investigación Organized Crime and Corruption Reporting Project (Occrp), hablaron con más de una docena de empleados, antiguos y actuales, del Credit Suisse sobre cómo funciona la captación y retención de clientes, sean o no cuestionables.
Primer dato relevante de esas conversaciones: ninguno de los empleados, aunque ya no trabajaran para el Credit Suisse, aceptó dar su nombre. Todos plantearon que el banco es muy proclive a llevar a sus extrabajadores a los tribunales.
La mayoría habló de una cultura corporativa muy tóxica. En parte, porque incentiva asumir riesgos a cambio de futuros beneficios y bonos. Explicaron que los bonus anuales que pueden cobrar están condicionados por el “nuevo dinero neto”, es decir, la cantidad de dinero adicional que traen al banco tras restar los fondos de las cuentas que se van.
“El banco alienta al banquero a mirar hacia otro lado con una cuenta que saben que es tóxica”, explicó un ejecutivo experimentado. “Si cerrás esta cuenta tóxica, especialmente si excede los 20 millones, te encontrás a vos mismo en un profundo agujero. Un profundo agujero del que es casi imposible salir”.
Ese abordaje conduce a una cultura, coincidieron, donde hay reglas diferentes para dos tipos de clientes: los normales y los muy ricos. “La debida diligencia con clientes y cuentas, digamos al nivel de un millón, son muy exhaustivas”, explicó un antiguo ejecutivo senior. “Pero cuando se trata de cuentas de alto valor neto, los jefes alientan a todos a mirar hacia otro lado y los gerentes se sienten intimidados sobre sus bonos y su seguridad laboral”.
A eso se suman otras señales que captan los ejecutivos. “El departamento de cumplimiento normativo del banco es un maestro en la negación plausible”, dijo a Occrp un exbanquero de Credit Suisse que estuvo basado en Zurich. “Nunca hagas una pregunta de la que no quieras saber la respuesta”, añadió. Además, hay grandes cuentas que son mantenidas tan en secreto que solo unos pocos ejecutivos senior saben quiénes son sus propietarios.
“Cuando alguien quiere lavar dinero después de haber saqueado bienes del país, por ejemplo, necesita transferir el dinero. Así que los titulares de grandes cuentas van directamente a los gerentes de muy alto nivel”, señaló uno de los ejecutivos bancarios consultados.
Eso explica que dictadores como los Marcos de Filipinas o Hosni Mubarak de Egipto abrieran cuentas y movieran fortunas durante años sin que saltaran las alarmas, al igual que el jefe de inteligencia y torturador egipcio, Omar Suleiman, además de otros cleptócratas y lavadores de fortunas, incluso después de que sus crímenes salen a la luz.
La defensa del banco
Consultados por Occrp, desde el Credit Suisse defendieron sus procedimientos y prácticas comerciales. “Como institución financiera líder a nivel mundial, Credit Suisse es profundamente consciente de su responsabilidad, ante los clientes y el sistema financiero en su conjunto, de garantizar que las normas de conducta más estrictas se mantengan”, indicó. “En consonancia con las reformas financieras en todo el sector y en Suiza, Credit Suisse ha adoptado una serie de importantes medidas adicionales en la última década, incluyendo inversiones considerables adicionales en la lucha contra la delincuencia financiera. En todo el banco, sigue reforzando su marco de cumplimiento y control, y como hemos dejado claro, nuestra estrategia sitúa la gestión del riesgo en el centro de nuestro negocio”.
Según los empleados del Credit Suisse, antiguos y actuales, consultados por Occrp, otra característica del sistema es que cuando alguna irregularidad sale a la luz, el hilo siempre se corta por la parte más delgada. Así, es un secreto a voces que si algo sale mal, no será jamás la cultura, sino los empleados quienes carguen con la falta. “Nunca es culpa del banco, es siempre ese empleado, la ‘manzana podrida’, el que es responsable si pasa algo malo”, indicó un antiguo trabajador.
El resultado final de ese abordaje es inevitable. Provoca una desconexión entre el banco y sus empleados. “Vos solo estás ahí mientras ganes dinero, sin importar cómo lo ganes”, dijo un gerente. “No tienes que preocuparte por lo que vaya a pasar dentro de ocho o diez años porque es poco probable que estés en ese lugar. Normalmente, ese es el tiempo en que tardan esos acuerdos en estallar”.
Todo esto resultó evidente en los tribunales, cuando el Credit Suisse afrontó por primera vez una acusación judicial en Suiza porque permitió que un grupo de narcotraficantes búlgaros lavara más de nueve millones de euros a través de sus cuentas.
Una ejecutiva del banco que interactuó con los narcos búlgaros testificó que el Credit Suisse la instruyó con precisión sobre cómo presentarse al abordar a los potenciales clientes y cómo debía destacar la importancia del secreto bancario suizo. Pero no sobre el cumplimiento de la debida diligencia exigida para prevenir el lavado de activos. De hecho, los fiscales aportaron como prueba ante la Corte uno de sus exámenes de cumplimiento. Solo había respondido correctamente una cuarta parte de las preguntas.
Otros bancos multados
El problema excede, sin embargo, al Credit Suisse. Otros varios bancos que operan en Suiza registraron problemas similares. Desde el UBS al HSBC, entre otros. Basta con revisar los archivos para encontrar las multas multimillonarias que impuso la Justicia de Estados Unidos, o las investigaciones en Francia y Alemania.
El problema, también, excede las pautas del secreto bancario suizo, que en teoría se levantó hace unos años. O a las normas de la Confederación Helvética que imponen bozales a los periodistas suizos que investigan a los bancos. Pueden afrontar penas de prisión por solo tener en sus manos –ni hablar si llegan a publicar- información bancaria confidencial.
El problema es sistémico, plantean los expertos. “La ironía es que Suiza se ha convertido en el lugar al que va el dinero sucio porque es un país puro, bien administrado, confiable”, remarcó el asesor senior de la organización británica Tax Justice Network, James Henry, quien ha estudiado la evasión fiscal en Credit Suisse. “El modelo de negocio de tomar dinero de países pobres es el problema”.
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