Suisse Projects: el Credit Suisse cultivó vínculos con jefes del espionaje de todo el planeta
Al menos 15 importantes figuras de la inteligencia del mundo entero o sus familiares directos fueron clientes del banco suizo durante las últimas décadas; el alemán Jürgen Czilinsky llegó a tener US$206 millones
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Le decían “El invisible” y fue guardaespaldas de Hugo Chávez durante los ‘90, antes de convertirse en referente de la inteligencia venezolana con el régimen bolivariano. Su nombre es Carlos Luis Aguilera Borja, llegó a capitán del Ejército y en 2011 abrió dos cuentas en el Credit Suisse en las que manejó US$8,6 millones.
“El invisible” es, apenas, uno de los muchos directores de Inteligencia que por motivos que todavía se desconocen abrieron y operaron cuentas millonarias en el Credit Suisse, el segundo banco más grande de la Confederación Helvética.
Los nombres de los espías se suceden entre los titulares de las 18.000 cuentas en ese banco que integran los “Suisse Secrets”, la investigación global que lideran el periódico alemán Süddeutsche Zeitung y el Organized Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP), y en la que participan LA NACION e Infobae junto a otros 48 medios de comunicación de todo el mundo.
Al menos 15 importantes figuras de la inteligencia del mundo entero o sus familiares directos fueron clientes del Credit Suisse durante las últimas décadas. Desde referentes de la policía secreta en Alemania, como Jürgen Czilinsky, hasta el jefe de servicios secretos jordano, Sa’ad Kheir, o sus pares de Irak, Montenegro, Nigeria, Pakistán, y Yemen, entre otros.
El listado, sin embargo, es parcial. Otros jefes de inteligencia operaron u operan con el Credit Suisse pero no aparecen en la filtración. Entre ellos, el extitular de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) durante la gestión de Mauricio Macri, Gustavo Arribas, quien detalló a la Justicia argentina que tenía una cuenta en ese banco, aunque no figura en los “Suisse Secrets”.
Arribas se presentó en los tribunales de Comodoro Py a principios de 2017, cuando LA NACION reveló que uno de los operadores del Lava Jato, Leonardo Meirelles, lo había identificado ante los fiscales brasileños, a los que entregó documentación respaldatoria. Pero ante la Justicia y ante la prensa, Arribas sólo admitió una transferencia al Credit Suisse, aunque negó todo vínculo o relación entre sus operaciones bancarias y el “Lava Jato”.
Ahora, la filtración “Suisse Secrets” muestra que otros jefes de espionaje de algunos de los países más calientes del planeta recurrieron a los servicios del Credit Suisse para resguardar o mover millones, sin que quede claro, en ciertos casos, si acudieron a ese banco por motivos personales o por razones operativas propias de su labor.
Sa’ad Kheir, por ejemplo, dirigió la Dirección General de Inteligencia de Jordania entre 2000 y 2005, período en que resultó un aliado clave de Estados Unidos en la “guerra contra el terrorismo”, donde sus agentes afrontaron acusaciones de torturas sistemáticas. Ahora, los documentos que los “Suisse Secrets” revelan que Kheir abrió una cuenta en el Credit Suisse, en 2003, hasta acumular US$21,5 millones.
Para los responsables de inteligencia, tratar con Credit Suisse ofrecía un servicio que era difícil de encontrar en un mundo cada vez más globalizado. “Estos bancos representan algo que para la comunidad de inteligencia es muy valioso: el secreto”, dijo un oficial de inteligencia europeo que pidió mantener el anonimato. “Esta confidencialidad hace sus servicios muy útiles en operaciones encubiertas”.
A Kheir se sumaron el jefe de la inteligencia egipcia, Omar Suleiman, el general paquistaní Akhtar Abdur Rahman y el yemení Ghaleb Al-Qamish. Todos dirigieron agencias de inteligencia estatales con presupuestos tan grandes como opacos, sin escrutinio parlamentario o ejecutivo. Y todos operaron cuentas en Credit Suisse con sumas importantes de dinero, que no lograrían justificar con sus ingresos oficiales.
En todos esos casos, los jerarcas de inteligencia integran la categoría de “personas políticamente expuestas” (PEP, por sus siglas en inglés), por lo que sus cuentas bancarias deben –o deberían- examinarse con mayor cuidado por parte de cualquier banco, incluido el Credit Suisse.
Consultado por OCCRP para esta investigación, el Credit Suisse no comentó casos individuales, basado en las leyes bancarias suizas que prohíben a los bancos identificar o proporcionar información sobre sus clientes. Sólo respondió que “opera su negocio en cumplimiento de todas las leyes y regulaciones globales y locales aplicables” y que había reforzado su “marco de gestión de riesgos y sistemas de control”.
Los motivos por los que todos estos jefes de inteligencia acudieron a Suiza son múltiples. Un antiguo director de la inteligencia alemana en Oriente Medio le planteó a OCCRP que esas cuentas pueden servir como recurso de emergencia por si los regímenes a los que sirven estos espías son derribados o si ellos caen en desgracia.
Ese sería el caso del oficial de la policía secreta alemana, Jürgen Czilinsky, quien controló una cuenta en la que llegó a tener US$206 millones en enero de 2010, años después de que tuviera que abandonar su país y radicarse en el Congo tras la caída del comunismo.
Un exoficial del servicio israelí de inteligencia, Mossad, ofreció otra posibilidad. “Las agencias de espionaje y las organizaciones terroristas a veces trabajan del mismo modo”, explicó Avner Avraham a OCCRP. “Tienen que transferir dinero del punto A al punto B, pagar a alguien, y no quieren que nadie sepa quién paga y cómo se transfiere o de dónde viene”.
Graham Barrow, un experto británico en criminalidad financiera, advirtió al ser consultado para Suisse Secrets que las enormes sumas que aparecen en las cuentas de Credit Suisse conectadas con responsables de inteligencia tendrían que haber hecho saltar las alarmas para el banco. “No hay motivo para que un responsable de un servicio de inteligencia no pueda abrir una cuenta bancaria, pero tienen que dar explicaciones de por qué quieren esa cuenta y para qué van a usarla”, dijo. “Y la cuenta tiene que ser empleada para lo que se dijo que iba a ser usada. Si en algún momento hay una discrepancia, el banco debe prender las alarmas”.
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