En un país donde se transgreden todas las reglas, los proyectos empresariales se financian con “inversores” que se sostienen en oscuras cajas sindicales; la producción de vacunas, en manos de Hugo Moyano
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Standalone es una categoría en la que entró la Argentina para la visión de los mercados, según la calificadora Morgan Stanley Capital International (MSCI). Esto es interesante porque muchos economistas y expertos en finanzas de primer nivel ni siquiera la conocen. Esto quiere decir que la Argentina, en su dimensión económica, pasa a formar parte de una categoría única; cuestión que, para el narcisismo argentino, puede ser hasta gratificante. La traducción de “standalone” es bastante resbaladiza. Estirando un poco más el significado, se podría decir: fuera de serie, fuera de categoría o el que va por las suyas. Inclasificable. Metafóricamente, algo que el cerebro no registra.
Tiene sentido. La inflación es altísima. En otros países -salvo en Venezuela-, la inflación es como tener una enfermedad del siglo XVIII. Hay empresas que no pueden pagar sus deudas, no porque no tengan los recursos, sino porque el Banco Central les impide el acceso a los dólares (como pasó el año pasado), y tienen que entrar en default sin quererlo.
En este contexto, hay gente que sale de viaje y no puede volver, porque, de la noche a la mañana, se decide que no pueden ingresar más de 600 personas por día al país. Además, después de haber negociado la deuda con el sector privado y con los bonistas, hay un riesgo país del 18% (altísimo, de default), el cual se refleja y proyecta sobre el riesgo de las compañías, y sobre el costo del crédito y del dinero. De este modo, si una empresa, incluso una que funciona muy bien, quiere acceder a financiamiento internacional, se la penaliza por el hecho de estar en la Argentina; es decir, tiene que pagar más caro el capital para cualquier emprendimiento productivo.
Un capitalismo difícil de entender es este del que se ufana Alberto Fernández. Desde esta plataforma, él quiere reformar al capitalismo. Con esta autoridad. Así, nos han puesto en una categoría aparte, y esta rara y triste excepcionalidad se advierte en la vida cotidiana de la Argentina.
Hoy está de moda una serie que se llama StartUp, cuyo tema es un grupo de jóvenes que quiere construir una criptomoneda, no encuentran financiamiento y terminan recurriendo a bandas semimafiosas de haitianos en Miami. Estos jóvenes también son “standalone”.
Fernández instruyó al subsecretario de Energía, Federico Basualdo, para que apruebe la venta de Edenor desde un holding liderado por Marcelo Mindlin, que es un grupo de empresas energéticas con financiamiento internacional (el Grupo Pampa), a otro nacional, encabezado por José Luis Manzano, Daniel Vila y Mauricio Filiberti, el gran proveedor de cloro, gracias a su relación con el sindicalista José Luis Lingeri, a AySA, la compañía que hoy lidera Malena Galmarini. Filiberti es muy amigo de los Massa.
Hay dos curiosidades en esta autorización del Presidente. Lo cuenta con detalle Horacio Verbitsky en su columna de El cohete a la Luna. Dice que Fernández le dijo a Basualdo: “Si no hay observaciones técnicas, aprobalo”. La primera curiosidad es que no es Basualdo el que lo tiene que aprobar, sino que hay un ente regulador de energía, el ENRE, conducido por Soledad Manin. Es cierto que políticamente depende de Basualdo, pero daría la impresión de que Manin está pintada. Sin embargo, lo más llamativo es que le están autorizando la venta de Edenor, una de las grandes distribuidoras de electricidad del país, a un grupo que ya tiene una eléctrica en Mendoza y que acumula una deuda sideral con Cammesa, la compañía mixta que vende electricidad. Uno podría decir que esa deuda se justifica en que el Estado no le permite aumentar las tarifas a las distribuidoras eléctricas, entonces se dan vuelta y le terminan debiendo al que le provee el producto porque no pueden aumentar el precio a los consumidores.
Daría la impresión de que no es así en este caso. Un departamento de 140 metros cuadrados puede estar pagando en Mendoza, sólo por concepto eléctrico, sin impuestos, más de 4.200 pesos. La tarifa en Mendoza no está atrasada, no ha habido esa dificultad para aumentarlas. Aun así, Manzano y Vila le deben un dineral a Cammesa.
Este es el capitalismo de Alberto Fernández. Dicho sea de paso, Manzano y Vila se están quedando con el diario El Cronista: lo estaría vendiendo Francisco de Narváez y ellos tenían una prioridad como compradores por haber sido socios en el canal América.
Es interesante el papel de su socio, Filiberti, porque su fortuna fue hecha con el Estado y en relación con un sindicalista: Lingeri. Filiberti ha sido el gran aportante a la compra de Edenor. Después, terminaron encontrando un banco. Había mucha dificultad para que uno de los clásicos le preste a este grupo. Aparentemente, Martín Redrado tuvo algo que ver con el banco y lo fueron a buscar a Hong Kong.
Con una fortuna incalculable que era desconocida hasta esta operación, Filiberti es un gran proveedor monopólico de cloro a AySA , gracias a un vínculo estrechísimo (algunos dicen, sospechosísimo) con el sindicalista Lingeri, que en la estatización de esa empresa consiguió que se le asignen unas plantas al sindicato y las transfirió a las compañías de Filiberti. Esto es interesante porque éste es el nuevo capitalismo, donde el financiamiento termina estando en la caja sindical con toda la opacidad que eso significa. No en la caja del sindicato, sino en la caja del sindicalista, que suele ser más poderosa. Standalone.
Lo mismo se proyecta ahora en el terreno de las vacunas. La Argentina tiene una crisis con las vacunas. Tenemos un problema con la segunda dosis, con todas las vacunas, pero sobre todo con la Sputnik V, que empieza a configurarse con los chicos, principalmente con los que tienen vulnerabilidades. Aquellos que padecen enfermedades se exponen particularmente al virus. Condenados a tratamientos especiales, ahora se les suma el encierro estricto, porque tienen un riesgo superior a cualquier persona. No hay ninguna vacuna disponible para los menores en estas condiciones. Por esa razón hay un grupo de padres reunidos en Vacuna-me (Instagram: @vacuna_me; Twitter: @vacuna-me). Empezaron en La Plata con una medida cautelar para que la Justicia los ampare. Piden vacunación para sus hijos: particularmente, la vacuna Pfizer. La diputada Graciela Camaño tiene un proyecto elaborado para eliminar las cláusulas que impiden la compra de Pfizer. Sobre todo, pensando en estos menores. Y, además, Camaño está promoviendo una ley para que se puedan adquirir vacunas sin que pasen por el Estado, para que el sector privado, si está en condiciones, pueda acceder.
En medio de todo este problema con la vacunación, el Gobierno había encontrado una salida, discutible: conseguir que la Sputnik del vacunatorio Gamaleya se fabrique en la Argentina a través del laboratorio Richmond, de Marcelo Figueiras. Mauricio Filiberti iba a ser uno de los inversores en esta planta, que iba a estar lista para el año que viene. Richmond fabricaría las vacunas, con una compra masiva de la vacuna Sputnik garantizada por el Estado. Pero los inversores empezaron a ralearse. El propio Filiberti no estaría más interesado. Jorge Brito, hijo del dueño del Banco Macro, estaba pensando en armar un fideicomiso, pero desistió de la idea. De esta manera, la planta de vacunación del laboratorio Richmond empezó a tener problemas de financiamiento.
En un artículo periodístico muy interesante, publicado en LA NACION por Hugo Alconada Mon, se explica que, finalmente, Marcelo Figueiras termina cayendo en manos de Ricardo Depresbiteris que aportaría 16 millones de dólares a la creación de esa planta para fabricar las vacunas. ¿Quién es Depresbiteris? Es el dueño de una empresa de recolección de basura, ligadísimo a Hugo Moyano; tanto que, cuando algunos municipios del conurbano bonaerense intentaron estatizar el servicio de la recolección de residuos, abrazados a la doctrina estatista de muchos peronistas, los camioneros de Moyano iban contra los intendentes para favorecer el negocio de Depresbiteris y Covelia. Además, el vínculo es tan estrecho que Ricardo Depresbiteris fue investigado en Suiza por la presunta circulación de dinero ilegítimo ligado a Moyano. Cuando se inició esa investigación, durante el gobierno kirchnerista, Moyano amenazó con un paro que iba a terminar con todo en la ciudad de Buenos Aires. Hay una lupa enorme sobre Depresbiteris en los Estados Unidos por estas opacidades. Gente del entorno de Moyano que conoce muy bien el ambiente de la recolección de residuos dice que Depresbiteris “es de lo más pesado dentro del mundo de la basura”. Es más, se preguntan, ¿cómo es que Figueiras cayó en esas manos? ¿No lo googleó? ¿Alguien se lo impuso?
Escuchaba a alguien muy conocedor de este ambiente que decía: Figueira parece una persona normal, aceptable, ¿tendrá el carácter para manejar a Depresbiteris, que es inmanejable? Preguntas que se hace gente que conoce muy bien al ambiente de la basura, no al de la vacunación. Quiere decir que la producción de vacunas en la planta más importante, a la que apuntaba el Gobierno para resolver el problema de la vacunación el año que viene, cae en manos -prácticamente- de Moyano. Con Depresbiteris, que es a Moyano lo que Filiberti a Lingeri. Así se financian los proyectos en un país que decide tener sus propios rituales, sus propias reglas. Standalone.
Alguien podría decir: ‘Bueno, es la vacuna rusa, capitalismo de amigos’. Pero no. Hay un error. En Rusia hay capitalismo de amigos, hay un autoritarismo de los más temibles del planeta. Pero es un autoritarismo con rumbo y con cierta eficacia económica. Hay una persona en Rusia, extraordinariamente ligada a Vladimir Putin, que se llama Elvira Nabiúllina y es presidenta del Banco Central. Fue consagrada, en dos oportunidades “la banquera central del año”, por las revistas The Banker y Euromonney. Nabiúllina bajó la inflación, desreguló el mercado de cambios, atrajo inversión extranjera e hizo un ajuste, podríamos decir, a lo Macri; tanto que algunos creen que Putin fue por la captura de Crimea para exacerbar el sentimiento nacional ruso y tratar de pasar el mal trago que le hacía tomar su banquera central (egresada de Yale, como Janet Yellen, actual secretaria del Tesoro de los Estados Unidos). Como dicen los españoles, con las cosas de comer no se juega. Entonces, podríamos decir, irónicamente, que se trata de un autoritarismo exitoso.
En la Argentina, tenemos un autoritarismo sin concepto ni orientación: un autoritarismo fallido. Y la primera que está preocupada por esta situación es Cristina Kirchner, que ve un gobierno que no funciona y un riesgo en los comicios de la provincia de Buenos Aires. Hay preocupación electoral porque estamos ante una crisis vacunatoria, otra recesiva, y ahora volvemos a un cierre de la economía con un país que tiene que estar aislado (con dos vuelos por día) para que no venga gente.
En 2015, María Eugenia Vidal ganó la provincia de Buenos Aires con aproximadamente 3.3 millones de votos. Sin embargo, en 2019, perdió con una elección en la que sacó 3.6 millones de votos. Simplificando los números, hubo una diferencia en 2015 y 2019, donde ella saca 300 mil votos más; es decir que en las últimas elecciones perdió con más votos de los que recolectó en 2015. ¿Por qué? Porque en 2015 competía por el Frente Renovador como candidato a gobernador Felipe Solá, que sacó 1.7 millones de votos. Por eso, hoy hay un problema enorme en la política bonaerense, sobre todo para el Gobierno: quién le habla al desencantado, ya no de Macri sino de Fernández. Hay un desprendimiento del universo electoral del Frente de Todos de personas que no quieren a Macri o a Juntos por el Cambio, pero que tampoco quieren seguir votando la opción Alberto-Cristina Kirchner. Ahí es donde se recorta el papel de Florencio Randazzo, que le plantea un enorme problema al oficialismo.
Ese daño es tan evidente, que hay vecinos de la Recoleta que juran haber visto a Randazzo este lunes a las 12.25 salir de la casa de Cristina Kirchner. Ella lo niega de manera categórica. Randazzo también lo niega enfáticamente, y dice que tampoco se ha visto con Alberto Fernández. No hay por qué no creerles. De todos modos, la versión interesa, aun siendo una leyenda urbana, porque pone el foco en lo que significa, en un momento electoral riesgoso, cualquier desprendimiento del oficialismo que garantice, no el triunfo de la oposición, pero sí llegar a la elección con candidaturas más debilitadas.
Este problema de quién le habla al desencantado es importante para el Gobierno. Muy probablemente, Cristina Kirchner, Máximo Kirchner y Sergio Massa opten por ocultar a Alberto Fernández en la provincia de Buenos Aires, sobre todo en el conurbano. Pero es el mismo problema que se proyecta sobre Juntos por el Cambio. Por eso, hay una tensión interna en el espacio opositor. Tiene que ver con candidaturas y la pelea de poder entre distintos protagonistas. El lanzamiento de Diego Santilli, un porteño, como candidato en la provincia de Buenos Aires, inquieta a muchos bonaerenses que quieren ser gobernadores en 2023. Jorge Macri está entre ellos. Aparecen los radicales que creen haber descubierto en Facundo Manes una figura ganadora, y le plantean una interna a Horacio Rodríguez Larreta, enfrentándolo a Santilli. Habrá que ver cómo le va a esa relación. La máquina de Larreta es poderosa, ya lo demostró en todas las elecciones porteñas; tal vezí lo demuestra también en la provincia de Buenos Aires. Manes cree que la puede desafiar. Todo esto es la pelea por el poder.
En el fondo hay otro problema, que tiene que ver con la elección de 2021 y de 2023. ¿Cómo se le habla a una sociedad económicamente muy castigada? Después de diez años de estancamiento, una crisis que arrancó en 2018 y la profundización de ese malestar en la pandemia. Ese es el duelo conceptual, no político, entre Larreta y Macri, que estuvieron reunidos el sábado. ¿En qué lugar del tablero se ubica a Juntos por el Cambio? ¿Qué identidad le darán? ¿Irán por una ortodoxia del mercado y una política antikirchnerista recalcitrante? ¿O por una posición peronoide, productivista, más parecida a lo que puede expresar Randazzo? No hay que olvidarse de que Santilli es peronista y fue funcionario, igual que Larreta, del gobierno de Menem; es decir, que viene del peronismo, como su padre. Esta es una discusión importante que después se traduce en las candidaturas.
Gran parte de esta discusión se saldó este fin de semana en esa reunión entre Macri y Larreta; el expresidente viajó de vacaciones al Mediterráneo. Muchos de sus amigos están disconformes con ese viaje en el momento del cierre de listas. Aparentemente, tiene compromisos y tiene que presentar su libro, Primer Tiempo, en Madrid. Otros ironizan con que aparecerá en el barco de Filiberti, como el año pasado. Porque Filiberti, socio de Manzano y Vila, es socio de Nicolás Caputo en una empresa de gas. Son entramados transversales. Trivialidades.
Lo relevante es que hay una preocupación electoral en todos los partidos, con una sociedad que está muy cansada, fatigada, escéptica y con niveles de pesimismo que hace mucho no se registran. Esa preocupación electoral se manifiesta también en algunos movimientos que vemos en la Justicia.
Alberto Fernández había prometido que no habría más operadores judiciales. Pero vuelven. El principal es el auditor Javier Fernández, que está trabajando para el kirchnerismo. ¿Por qué lo nombran tanto los chacareros y los propietarios de campos en la zona de Madariaga? ¿Habrá comprado campos? Hasta hay nombres de intermediarios en los bares del pueblo. Javier Fernández está muy ligado a Jaime Stiuso y en este momento, es auditor de la Nación. Y es un gran operador judicial en los tribunales de Comodoro Py para el Gobierno.
En la misma línea de preocupación judicial-electoral, aparece una novedad en el Consejo de la Magistratura. Hay una comisión de disciplina, que conduce el juez Ricardo Recondo, un magistrado que está siempre en la incómoda situación de juzgar a colegas. Tuvo Covid-19, está un poco retirado y con la comisión paralizada. La maneja el hombre del Gobierno en el Consejo, Gerónimo Ustarroz, hermano de crianza de “Wado” De Pedro, el ministro del Interior, que también fue consejero de la Magistratura. El rol del secretario es importante porque lleva los expedientes, y siempre hay un grado de discrecionalidad. ¿A quién propone Ustarroz como secretario? A Juan Carlos Cubría, el hijo dilecto de la jueza María Romilda Servini de Cubría, casualmente jueza del Juzgado 1, con competencia electoral de la Capital Federal, donde reportan los partidos. En un año electoral la miman a la jueza promoviendo a su hijo -que ya fue administrador del Consejo de la Magistratura y lo echaron- como secretario de la comisión que juzga a los jueces.
Ojalá nunca tenga que juzgar a Servini de Cubría, que lleva la causa de la “mesa judicial”, en la que tiene más expectativa el kirchnerismo. Además, hay que recordar el pedido de asilo de Fabián Rodríguez Simón en Uruguay, por sentirse hostigado por la jueza, a cuyo hijo ahora el kirchnerismo quiere premiar en el Consejo de la Magistratura nombrándolo secretario de una comisión importante. Esa comisión tiene algunas causas relevantes en tratamiento, que están detenidas. Es la comisión encargada de juzgar la calidad de los jueces, en un país donde la Justicia está impugnada.
Una de las causas demoradas es la que investiga al juez de Mendoza Walter Bento, también con competencia electoral, muy ligado al PJ desde hace quince años. Se lo investiga en una causa penal por estar ligado a una asociación ilícita y, por reflejo, se lo investiga en el Consejo. Aparentemente, alguien incautó el teléfono a Bento, y él ahora reclama que se violó su derecho de defensa. Ese teléfono es un festival de comunicaciones, contactos y mensajes muy poco edificantes.
La otra causa importante que hay en la comisión de disciplina es la del juez Federico Villena, de Lomas de Zamora. Es el juez que, de alguna manera, amparaba que la AFI de Macri pudiera espiar a los presos kirchneristas que estaban con prisión preventiva en el penal de Ezeiza. Se los filmaba y grababa, todo con la excusa de estar registrando los movimientos de un narcotraficante que pusieron ahí -aparentemente- para poder ver e investigar al resto. Inclusive, las conversaciones, que son sagradas, entre algunos presos y sus abogados. Villena es íntimo amigo de Silvia Majdalani, la número dos de la AFI de Macri. Todo esto está en la Justicia, obviamente.
La causa en la que se lo acusa y se lo pretende investigar en el Consejo de la Magistratura fue un allanamiento en el que la Policía encontró 400 mil dólares, en la casa de alguien que presuntamente era narcotraficante. Una chica dijo que esa plata era de ella. Villena subroga esa causa y, en 24 horas, un sábado, sin mirar el expediente, le devuelve los 400 mil dólares a la chica. ¿Cómo se llama la chica? Karina Moyano. La hija de Hugo Moyano, quien, para relativizar el problema, dijo: “Eran dos mangos”. Moyano, el de los dos mangos, nos va a dar las vacunas. Standalone.
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