Alberto Fernández y Cristina Kirchner, una relación atravesada por el silencio, la desconfianza y la tensión
Hartazgo, esa es la palabra que resuena en el círculo íntimo del presidente Alberto Fernández a la hora de calificar la relación con la vicepresidenta Cristina Kirchner. Desde el Instituto Patria contestan con distancia, casi con indiferencia. Pero ese malestar, en medio de la creciente tensión dentro del Frente de Todos, no se traducirá en una acción concreta.
La unidad, que posibilitó el regreso del peronismo al poder, no está en riesgo. Así lo aseguraron a LA NACION una decena de fuentes de las dos terminales de poder: la Casa Rosada y el Instituto Patria. Lo cierto es que desde hace semanas ninguno de los dos espacios disimula más: Alberto y Cristina avanzan con sus agendas por andariveles diferentes.
El Presidente y la vicepresidenta no hablan hace 40 días, según confirmaron fuentes oficiales. En ese tiempo tampoco hubo mensajes de Whastapp ni Telegram. Nada de nada. Incluso, al menos hasta ahora, no estaba planteado un acercamiento.
La última vez que intercambiaron mensajes fue unos días antes de que la vicepresidenta hiciera pública la primera carta, donde se refirió a la crisis económica, a la suba del dólar, y dejó en claro sus reparos con el equipo del Presidente al decir que hay "funcionarios o funcionarias que no funcionan".
Algunos, con malicia, aseguran que esa distancia mejoró el humor y el semblante del Presidente. "No la tiene encima, le vino bien para tomar aire", explicó un hombre de confianza del jefe del Estado, que reforzó su vínculo con el jefe del bloque de Diputados, Máximo Kirchner, para suplir la ausencia de la madre.
No es el único interlocutor que la reemplaza, el Presidente también habla con el senador Oscar Parrilli, quien almorzó con Fernández en el despacho presidencial hace 15 días.
Para evitar especulaciones, el Presidente habló esta semana de la relación con Cristina Kirchner. Según dijo, el vínculo está "perfecto". Y agregó: "Podemos tener visiones diferentes, pero las conversamos y punto. Tiene que ver con lo cotidiano de una gestión. Nada más".
En las próximas semanas la relación se pondrá nuevamente a prueba con dos test: el pliego de Daniel Rafecas como jefe de los fiscales y el proyecto de ley para legalizar el aborto. En ambos casos, la intervención de Cristina Kirchner es determinante para el Presidente.
Los primeros gestos no fueron auspiciosos para el futuro del lazo. La vicepresidenta decidió avanzar sobre el Ministerio Público Fiscal con el proyecto de ley que flexibiliza el mecanismo para designar al procurador, aunque eso signifique dinamitar el futuro de Rafecas, el candidato del Presidente.
Ahora, Fernández deberá decidir qué hacer: incorporar la iniciativa en el temario de sesiones extraordinarias, lo que sería una clara derrota del Presidente que impulsó a Rafecas, o patear el tratamiento para abril, lo que generaría más roces. El interrogante, en este caso, se mantiene.
Sobre la interrupción voluntaria del embarazo (IVE), hasta el momento, Cristina Kirchner no ha dado señales. Cerca del Presidente esperan que, llegado el momento, la exmandataria intervenga activamente para alcanzar a una mayoría en la Cámara alta, donde por ahora se contabilizan más votos en contra que a favor.
"Cristina está cuidando su construcción", analizó un hombre que conoce su pensamiento.
La expresidenta pasó toda la semana en el Calafate, donde viajó con su nieta Helena, desde donde monitoreó cada paso que dio su tropa en la Cámara de Senadores. Refugiada en su "lugar en el mundo", la vicepresidenta no salió de su casa, pegada al hotel boutique Los Sauces y solo recibió unas pocas visitas, entre ellas a su sobrina, la fiscal Natalia Mercado. Ayer partió de regreso a Buenos Aires.
Aquellos que la conocen dicen que está "preocupada" por la gestión económica y el funcionamiento del gabinete, algo que dejó en claro en su carta hace poco más de un mes. "Son diferencias gestuales, no hay sangre en el río", buscaron desdramatizar fuentes oficiales.
En el Instituto Patria, en tanto, reconocieron las diferencias, aunque descartaron un quiebre. "El destino de uno está atado al del otro", explicaron desde la usina de pensamiento que creó la expresidenta tiempo después de dejar el poder en 2016.
A la hora de argumentar sobre la salud de la relación entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner resaltaron la decisión de sumar al gabinete a Jorge Ferraresi, vicepresidente del Patria, como ministro de Hábitat y Desarrollo Urbano. "Si estuviesen peleados Jorge nunca habría asumido", resumieron.
Ferraresi, al igual que Fernanda Raverta (Anses) y Darío Martínez (Energía), se sumó al Gobierno desde las filas del kirchnerismo duro. Cada funcionario que salió eyectado del equipo de Fernández fue reemplazado por alguien cercano a la vicepresidenta o su hijo, Máximo.
En los últimos días, volvieron a circular los rumores de cambios. En este caso, la apuntada es la titular de la AFIP, Mercedes Marcó del Pont, a quien se le vence el mandato en un mes. ¿La ratificará el Presidente? En el kirchnerismo recuerdan que Cristina Kirchner la echó del Banco Central en 2013; algunos postulan como posible reemplazo al exdiputado Carlos Castagnetto, que manejó parte del financiamiento de la campaña K, que actualmente ocupa la Dirección General de Recursos de la Seguridad Social.
Estos ruidos internos generan fricciones y molestias. Es por eso que algunos de los funcionarios más cercanos al Presidente, siempre castigados por el kirchnerismo duro, en ocasiones, sobreactúan sus posiciones para mandar un mensaje conciliador.
"Tenemos que robustecer la unidad del Frente de Todos, ya no sólo del frente electoral, sino del frente político. Tenemos que rescatar esta idea de unidad, que es nuestra fortaleza más visible. Nuestros enemigos lo perciben y por eso nos atacan", endulzó los oídos de la militancia el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, al inaugurar el Encuentro Nacional Universitario del Frente de Todos.
Con la colaboración de Mariela Arias.
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