El Gobierno sumó otra semana difícil: el agravamiento de la crisis y el reto para que los ministros defiendan la gestión
"¿Quién va a querer sentarse en esta silla?", dijo a LA NACION un importante ministro de Alberto Fernández. El funcionario, con lugar reservado en la mesa chica del Gobierno, no se refiere al mobiliario de la Casa Rosada, ni siquiera a su ministerio: habla del momento que atraviesa el Presidente. "Es un país difícil", se lamentó. Con una iniciativa política errática y una crisis económica cada vez más profunda, el Gobierno no logra imponer su agenda de gestión.
Solo esta semana tuvo que asimilar dos duros golpes: el desempleo creció al 13,1 por ciento –un número que quedó viejo porque no incluye a los despidos que hubo en julio, agosto y septiembre–, y en el segundo trimestre del año la economía cayó el 19,1%, el mayor derrumbe en toda su historia. La semana que arranca tendrá otra mala noticia, se conocerá el dato de la pobreza. En este escenario, además, Fernández debió asumir como propias las batallas de la vicepresidenta Cristina Kirchner, lo que aceleró el desgaste y profundizó las diferencias con la oposición.
Desde la Casa Rosada observan que las buenas noticias, como el acuerdo con los acreedores externos o el impacto que tienen el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y los ATP, se evaporan rápidamente, mientras que las malas se replican de forma constante en los medios de comunicación.
"Los goles nos duran un suspiro", se quejó otro de los hombres de confianza del jefe del Estado. Faltan voces que defiendan al Gobierno, explicaron fuentes oficiales. Con esa premisa fue que el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, juntó a 17 ministros el último martes en la Casa de Gobierno. "Hay que poner la cara más que nunca, hay que dar la cara y salir a defender al gobierno", los retó el ministro coordinador, según adelantó Clarín. En la Casa Rosada admiten que todavía no lograron construir una "épica" propia.
Fue un fuerte llamado de atención para que salgan a presentar y defender las decisiones del Presidente. Pero la reunión también actuó como una advertencia para algunos ministros. La cosa no quedó ahí, Cafiero le pidió al secretario de Medios, Francisco Meritello, que le pase "cómo fueron las salidas". La primera evaluación fue que varios ministros "tomaron el guante y salieron a poner el cuerpo", pero no todos. "A otros los va a tener que volver a agarrar me parece", dijo una altísima fuente del Gobierno.
Hay disconformidad con el trabajo de algunos, como la ministra de Hábitat, María Eugenia Bielsa, que incluso recibió un "ultimátum", según un estrecho colaborador del Presidente, para que ordene su ministerio. Si no hay un cambio, Bielsa podría dejar el Gobierno en las próximas semanas.
Otros cuestionados internamente son la ministra de Seguridad, Sabina Frederic, y el ministro de Cultura, Tristán Bauer, –en la Casa Rosada circula el chiste de que ya prepararon un spot con un "llamado a la solidaridad para buscar el paradero de Bauer". En cambio, gozan de buena salud y el respaldo presidencial Cafiero, Gabriel Katopodis (Obras Públicas), Eduardo "Wado" De Pedro (Interior), Martín Guzmán (Economía) y Matías Lammens (Turismo).
A los cuestionados dentro de la Casa Rosada se suma la larga lista de funcionarios apuntados por el Instituto Patria, búnker de la expresidenta, que incluyen a Matías Kulfas (Desarrollo Productivo), Miguel Pesce (Banco Central) y Claudio Moroni (Trabajo) –todos integrantes del círculo íntimo de Alberto Fernández– , entre otros.
Pese a que esa tensión entre el núcleo más cercano al Presidente y allegados a la vicepresidenta genera ruidos, el jefe del Estado busca preservar la relación entre los dos. "Por supuesto tenemos matices, pero el problema es que las contradicciones no son terminales. Nosotros no tenemos en discusión cuáles son los objetivos. Todos sabemos nuestro objetivo es que se consiga inversión, que se produzca y que se de trabajo", dijo en las últimas horas.
También hay malestar con los gobernadores. Cerca del Presidente los acusan de ser "rápidos para viajar a Buenos Aires para pedir plata", pero después ninguno "sale a bancar" al Gobierno. "Deberían dar vueltas por los canales, hablar", describió un hombre de diálogo cotidiano con el jefe del Estado. Solo hay una excepción, el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, con quien Fernández comparte la vidriera pública todas las semanas. A diferencia del resto, ya no hay dudas de que el éxito o el fracaso de ambos está íntimamente relacionado.
El enojo, principalmente, se deposita sobre Juan Manzur (Tucumán), Sergio Uñac (San Juan), Gustavo Bordet (Entre Ríos) y Omar Perotti (Santa Fe), pero se extiende al resto. "Hoy nos vendría bien que hable hasta [Gildo] Insfrán", dijo, entre risas, otro colaborador de Alberto Fernández, en referencia al mandatario formoseño, uno de los más cuestionados.
Lo mismo ocurre con los intendentes. Salvo algunas excepciones, como Juan Zabaleta (Hurlingham), Martín Isaurralde (Lomas), Leonardo Nardini (Malvinas Argentinas), entre otros, el resto están "desaparecidos".
En medio de un escenario adverso, con una crisis económica que se aceleró por la pandemia y el brote de coronavirus todavía lejos de una situación controlada, el Gobierno busca cambiar la agenda del debate público, mostrar a un Presidente más cercano a la gente y así retomar la iniciativa en materia de gestión.
De eso se trató el acto en San Antonio de Areco, el jueves, en el que Alberto Fernández estuvo con militantes por primera vez en mucho tiempo. El jefe del Estado irá en los próximos días a La Rioja y volverá a compartir un acto en el distrito bonaerense con Kicillof.
En esta línea es que avanza la organización de una movilización nacional para el 17 de octubre, que tendrá algo de territorialidad y mucha acción en redes sociales. "Tiene que ser un punto de inflexión", dijo uno de los dirigentes involucrados en la organización. Aunque todo está sujeto a la aprobación final del Presidente, a quien todavía no lo convence la idea.
"Muchachos, que los locos sigan locos, diciendo y haciendo barbaridades. Que ellos muestren su desaprensión y falta de solidaridad. Nosotros no somos como ellos, nosotros somos distintos. Entonces como a nosotros nos preocupa nuestra vida y la del otro y para nosotros es más importante cuidar la vida, quedémonos en casa. Ya habrá tiempo para que salgamos y llenemos todas las plazas de la Argentina", les avisó ayer Alberto Fernández.
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