Spartacus, el primer gran escándalo en la carrera de Oyarbide
En 1998 protagonizó el momento más resonante y el que lo hizo conocido para el público general; el rol de Garbellano y las cámaras ocultas
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En 1998 el entonces juez federal Norberto Oyarbide protagonizó su primer gran escándalo. Ese año, Luciano Garbellano, un taxi boy convertido en empresario, denunció que el magistrado le daba protección a su prostíbulo Spartacus, a cambio de recibir entre 10.000 y 15.000 dólares por mes.
La acusación incluía que Oyarbide también cobraba con servicios de los taxi boys que trabajaban allí, en el que luego se sabría que filmaban a los asistentes al lugar. El escándalo tomó proporciones aún mayores cuando se conoció que había filmaciones de la propia presencia de Oyarbide en el lugar, ubicado sobre la calle Agüero.
Inicialmente Oyarbide negó los hechos, pero poco tiempo después debió admitir que había concurrido a Spartacus. Al hacerlo aseguró que lo hizo en “contadas ocasiones”, afirmando que desconocía que en ese lugar se realizaran ofertas sexuales.
Oyarbide admitió sus visitas al edificio ubicado sobre la calle Agüero, en el programa “Bajo palabra”, que conducía el periodista Joaquín Morales Solá. Entonces admitió que conocía a Garbellano desde hacía dos años y que lo visitaba en el tercer piso del edificio de Agüero 1916, a sabiendas de que se trataba del domicilio del joven.
El programa de Morales Solá fue la antesala de la presentación de Oyarbide ante los integrantes de la Comisión de Juicio Político, en el Congreso, y aunque buscó evadir ciertos datos, frente al periodista se explayó sobre su relación con Garbellano. ”Lo conocí hace dos años, en un acontecimiento social, en el que dialogamos circunstancialmente. Con una personalidad atractiva, graciosa y que me pareció inteligente, este señor me transmitió ciertas inquietudes del espacio teatral”.
“Yo iba sin saber de qué se trataba y las pocas veces que fui no advertí que en ese sitio se desarrollara la actividad que dicen. Yo sólo sabía que en el tercer piso vivía Garbellano y que allí recibía a sus amistades”, detallaba el magistrado.
Respondió allí también a las acusaciones de llevar un tren de vida que no se condecía con su sueldo judicial, lo que se convertiría en una constante en su carrera. ”Quedé alelado, es una infamia total. Vivo con mi madre en un departamento de tres ambientes. Soy soltero y tengo un dinero ahorrado en mis 25 años en la Justicia. Pero no tengo cuentas bancarias, ni cuadros de 200.000 dólares y ni siquiera auto. Sólo sé conducir bicicletas.”
Por último, eludió responder si el caso que lo involucra es producto de una operación política: “aparecen algunos nombres, no sé si es una mera coincidencia. Voy a responder todo eso ante los diputados”, respondió, como una letanía.
Por el caso, Oyarbide fue al juicio político, pero en 2001 tuvo su “golpe de suerte”. Para avanzar en su contra se necesitaban dos tercios de los votos de los senadores. Era el fue 11 de septiembre de 2001 y el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York “comprometió” a varios legisladores y Oyarbide permaneció en su cargo. Le siguieron más escándalos, pero la dinámica de la justicia argentina le permitió irse con una renuncia.
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