Solo se trata de llegar al 14 de noviembre
Aunque se acumulen desequilibrios económicos y se incremente la incertidumbre, nada que esté al margen de la campaña tiene lugar en la hoja de ruta oficialista
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Nada que esté al margen de la autopista que lleva al 14 de noviembre tiene lugar en la hoja de ruta oficialista. Solo se trata de avanzar para llegar a las elecciones, aunque se acumulen desequilibrios económicos y se incremente la incertidumbre. De eso solo se habla por lo bajo.
Tres premisas articulan todas las acciones: poner “platita” en los bolsillos (o populismo explícito), ordenar la campaña para mostrar cercanía y dinamizar la gestión, despejando obstáculos y activando la influencia del poder territorial peronista. Todo eso con el menor costo posible. Ya no queda capital para poner en riesgo.
En las tres dimensiones se inscribe la decisión de desplazar de Comercio Interior a Paula Español. Terminaron por sellar su destino el nuevo fracaso de los controles de precios, la poca simpatía que la funcionaria despertaba más allá de su círculo cerrado, los conflictos en los que solía quedar envuelta con otras áreas y funcionarios, más la distancia política con el sector emergente del peronismo y su pertenencia al ala perdidosa. La recogió la ambulancia de La Cámpora, que conduce Wado de Pedro, como para graficar mejor la reorganización poselectoral.
La llegada de Roberto Feletti reafirma el mandato de cumplir con aquellas premisas, aunque aporte muevas inconsistencias y abra otros interrogantes. Implica más que recurrir a un funcionario con experiencia en gestión después de elecciones perdidas y cuya concepción económica coincide con el pensamiento básico de Cristina Kirchner. El exilio del ahora secretario en La Matanza, tras perder el gobierno nacional en 2015, aporta otro elemento decisivo para comprender el proceso en curso.
El indisoluble vínculo del poderoso jefe de Gabinete, Juan Manzur, con el poder matancero, que encarna el binomio compuesto por el intendente Fernando Espinoza y la vicegobernadora Verónica Magario, constituye un vértice capaz de reunir varias líneas que hasta aquí solían divergir. Como las que van del cristinismo progre al peronismo más conservador.
Ese punto de convergencia explica también la consagración de Antoni Gutiérrez-Rubi como gran gurú de la nueva campaña del Frente de Todos, cuya misión incluye la compleja tarea de reorganizar no solo el rompecabezas oficialista que estalló en las PASO. Además, debe ordenar al Presidente, que siempre creyó no necesitar de expertos en campañas y comunicación. Aunque no logró demostrarlo desde la presidencia.
La primera aparición rutilante en la Argentina del consultor catalán se produjo en la campaña para intentar un regreso al poder de Cristina Kirchner, con su candidatura a senadora en las elecciones de 2017. Ese arribo de Rubí no está desvinculado de la influencia sobre la expresidenta que tuvo en esa instancia el universo matancero, comandado por Magario. Uniones a fuerza de necesidad. En la debilidad, Cristina sacude el tablero y reordena piezas a presión, siempre con la vista en la jugada más inmediata. El largo plazo no es compatible con las urgencias.
Por eso, quedan postergadas por ahora definiciones estructurales y la búsqueda de soluciones de los problemas de fondo que aquejan sobre todo a la economía. Asimismo, se prefiere dilatar algunas resoluciones y dejarlas en suspenso.
La imposición de Feletti en reemplazo de Español es también una procrastinación tolerada sobre el destino de Matías Kulfas. El ministro, que en los papeles es jefe del secretario de Comercio, comparte pocas afinidades con el nuevo miembro de su cartera (no confundir con equipo). Aunque quizá la distancia no sea tanta como la que separa a Kulfas de Cristina Kirchner, que nunca terminó de digerir su presencia en el gabinete. Su designación fue el fruto de concesiones a un Fernández de otros tiempos, al que ahora se procura no debilitar más de lo que está. Una de las pocas coincidencias superestructurales de la hora. Así lo reconocen en el entorno de la vicepresidenta, en el círculo de los peronistas rancios que controlan el Gobierno y entre los albertistas que subsisten.
La llegada de Feletti, destinada a mantener a raya los precios o producir un golpe de efecto electoral, abre nuevas incógnitas. Por un lado, despeja el obstáculo que significaba Español para otras áreas, entre las que se cuenta Agricultura y Ganadería. Por eso, el ministro Julián Domínguez, que se afana por calmar el malestar de los productores, la recibió con entusiasmo, a pesar de las antiguas diatribas del nuevo funcionario contra el sector. El imán del vértice Manzur sigue funcionando para pegar lo que parece difícil de unir. El ejercicio del poder y el temor a perderlo son eficaces aglutinantes para el peronismo.
Las dudas radican en la visión de la economía del nuevo secretario, en la que predominan la propensión por el control estatal y la desconfianza, cuando no la enemistad, con el sector privado. Quienes lo conocen dicen que su foco estará puesto en la formación de precios, más que en el control de los valores que pagan los consumidores. Demasiado poco tiempo tiene para abordar una tarea tan compleja. Los antecedentes y las circunstancias despiertan alarmas en el empresariado. Entre la cirugía y la carnicería temen que las urgencias terminen inclinando la acción hacia las prácticas más cruentas.
Las duras críticas de Feletti a la gestión de Martín Guzmán antes de llegar al Gobierno son otro punto de inquietud para el mundo de los negocios. Sirven, también, para ahondar las desconfianzas y preguntas con las que reciben al ministro de Economía en EE.UU. en estos días.
No aportaría, precisamente, un motivo de tranquilidad que a la visita que habría realizado, hace una semana, el titular del Palacio de Hacienda a la vicepresidenta en su piso de Recoleta, le hubiera sucedido la designación del nuevo secretario de Comercio. Se suma la frágil situación de la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, que hace que el valor de la opción Guzmán esté en retroceso en los mercados.
Sin embargo, ni aun los críticos más duros desean la anticipación de alguna definición que deje al margen al ministro de Economía o a la funcionara internacional, a la que se considera su aliada o protectora. Son asuntos para después del 14 de noviembre, ruegan.
Las medidas del oficialismo para llegar a las elecciones mejor de lo que lo dejaron las PASO son tan explícitas y tan caras que un bajo rendimiento de esa apuesta podría tener efectos ruinosos.
“Si con lo que están haciendo y gastando no mejoran sustancialmente el resultado electoral en la general, el fracaso será aún mayor y el conflicto interno, inimaginable. Están obligados a recuperarse mucho”, dice un consultor de la oposición que no descarta alguna recuperación de los candidatos del FDT.
“El único problema es si perdemos por más, porque si nos ganan por la misma diferencia o por menos, podemos decir (e instalar) que evitamos una catástrofe peor. Lo contrario es incomprobable”, adelantan con picardía desde el Gobierno. El discurso está preparado. La duda es si, en caso de repetirse la escena de agosto, se podrán neutralizar los efectos políticos negativos sobre la administración Fernández y evitar que su debilidad y la disputa interna lleguen a niveles de riesgo.
Las últimas manifestaciones que han trascendido desde las cercanías de Cristina Kirchner hablan de una prédica consecuente para sostener al Presidente y hasta para fortalecerlo. “Alberto es la barrera que nos separa del precipicio”, es el mensaje que dicen haber recibido varios. Realismo de superviviente.
En el mismo sentido se inscriben algunas versiones de fuentes fidedignas respecto de sus pronunciamientos en contra de una radicalización política y económica. Aunque sus bases más duras pidan lo contrario y algunos sectores cercanos impulsen hegemonías de décadas. Los trascendidos no generan certezas. Lo dicen casi todos los inversores y muchos economistas. El riesgo país y el valor de los activos argentinos son indicadores elocuentes.
Hay una coincidencia creciente acerca de que para ordenar los desequilibrios económicos se requerirá de mucho soporte político. Un eventual acuerdo con el FMI, de cuya viabilidad y características el paso del tiempo solo aporta sombras en lugar de luces, es apenas una de las pruebas por superar.
El contexto internacional empieza a proveer de nuevas fuentes de incertidumbre. La inflación de Estados Unidos, el aumento exponencial del precio de algunas commodities (como el gas), pero no de otras (como los productos de origen agropecuario), podría complicar más la situación del país. Aún más de lo que ya está. No es poco. Y el resultado de las elecciones aportará más complejidad.
Por eso, aunque parezca paradójico para este momento en que solo se profundiza la disputa, empiezan a escucharse voces que hablan de la búsqueda de algún acuerdo político después de los comicios. Son los que empiezan a admitir que las elecciones son un punto de partida y no de llegada. Aunque para el oficialismo, por ahora solo se trate de llegar al 14 de noviembre.
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