Solo en Off: de Qatar a Mar del Plata, las inolvidables vacaciones del hijo menor de Hugo Moyano

Jerónimo Moyano, el hijo menor del líder gremial de los camioneros, Hugo Moyano, tuvo un mes intenso. El 18 de diciembre, en un viaje relámpago, voló de Buenos Aires a Doha para asistir a la final del Mundial de fútbol, en Qatar, y ahora se encuentra en Mar del Plata, en un departamento recostado sobre la costa, con salida directa a la playa.

“Campeones del mundo y que la cuenten cómo quieran”, fue el mensaje que escribió el propio Jerónimo desde el estadio de Lusail tras la victoria de la selección contra Francia. Sonriente, ubicado en una platea baja a metros del césped, el hijo de 21 años del jefe camionero conservó la tradición familiar de estar en una Copa del Mundo, como lo hicieron sus medios hermanos Pablo y Facundo en Sudáfrica 2010 y Brasil 2014. Cuentan conocedores de los pasillos de la AFA que consiguió la entrada a través de su media hermana Paola Moyano, que estuvo casada con Claudio “Chiqui” Tapia, el presidente de la AFA.

Tras su aventura mundialista, Jerónimo, que es hijo de Liliana Zulet, la esposa de Hugo Moyano, se instaló con amigos en un moderno departamento en el sur de Mar del Plata.

Su balcón tiene vista al mar y una salida directa a las exclusivas playas de esa zona marplatense. No se alojó esta vez en ninguno de los hoteles sindicales, ya sea alguno propiedad de camioneros o del gremio de peajes, sindicato que lidera su medio hermano Facundo, y eligió esta vez estar más alejado del centro. ¿La razón? Tal vez su entusiasmo por los deportes acuáticos. Así como se lo vio surcando el mar con una moto de agua de último modelo, también se lo divisó en un boliche de moda de Playa Grande.

Pero como todo lo bueno suele durar poco, al joven Moyano se le acabarán pronto las vacaciones y deberá tomar una decisión importante: retomar los estudios universitarios o continuar como secretario privado de su padre, Hugo, que cumplió 79 años el 9 de enero último.

Las nuevas ensaladas son furor en la Casa Rosada

A principios de enero, los estoicos asistentes a la Casa Rosada en período estival tuvieron una buena noticia. Al llegar al comedor, los empleados se encuentran con una oferta adicional, consistente en un “salad bar” variado, y al mismo precio que el menú diario, $250, que cubren plato principal y una fruta o postre.

Tal vez por la necesidad de reducir calorías en tiempos veraniegos, lo cierto es que la propuesta fue todo un éxito, y la consecuencia son las largas filas que se forman en el renovado comedor del primer subsuelo de Balcarce 50, al que llegan empleados y funcionarios de los distintos rincones de la casa, incluidos policías, granaderos y personal de la Casa Militar.

La iniciativa culinaria salió de la Secretaría General de la Presidencia, que encabeza Julio Vitobello, el funcionario que más horas del día pasa junto al presidente Alberto Fernández y que tiene a su cargo todo lo que ocurre, en materia administrativa, dentro del edificio.

“La idea es ir mejorando todo el tiempo, siempre se trata de mejorar”, contestó Vitobello, acostumbrado a las críticas al Gobierno, a quienes lo felicitaron por la idea, que renovó el menú y también el presupuesto de muchos de quienes trajinan los pasillos de la casa.

La embajada en Quito, sin tenis y con fútbol 5

La amplia embajada argentina en Quito, unos 2000 metros cuadrados con muchas comodidades, es en estos días escenario de cuestiones políticas delicadas, pero también de decisiones vinculadas al ocio y el esparcimiento de quienes trabajan allí.

Allí sigue, ocupando unos 200 metros cuadrados y en calidad de asilada política, la exministra de Rafael Correa María de los Ángeles Duarte, motivo de una reciente discusión diplomática entre los gobiernos de la Argentina y Ecuador, que rechazó el traslado de Duarte (condenada por corrupción) a la Argentina, solicitado por el Gobierno.

Más allá de la complicada situación bilateral, el embajador Gabriel Fuks tomó una decisión administrativa curiosa. La cancha de tenis, una de las debilidades del anterior ocupante de la casa, el exembajador Darío Giustozzi, de Cambiemos, fue desarmada, y en su lugar se construyó una cancha de fútbol 5, que durante el Mundial de Qatar se convirtió en improvisada sala de proyección de los partidos del seleccionado que dirige Lionel Scaloni.

“Preferimos el fútbol antes que el tenis, es más popular”, razonaron cerca de Fuks, que de ese modo les dio a sus colaboradores un lugar para los tradicionales “picados” futboleros.

Ramón, cerca del Presidente en su visita

Nadie vio, esta vez, su tradicional monopatín, con el que solía llegar a las sesiones del Congreso, y alguna vez también a la Casa Rosada. Lo cierto es que el hoy diputado provincial José Luis Ramón, otrora legislador independiente devenido oficialista, fue uno de los anfitriones del presidente Alberto Fernández en su visita a Mendoza. Una visita teñida de conflicto por la ausencia manifiesta del gobernador radical Rodolfo Suarez, quien decidió no participar en los actos del Presidente, enojado por el reciente laudo en contra del proyecto hidroeléctrico Portezuelo del Viento, y en favor de la provincia de La Pampa, que se oponía a su construcción.

“Bienvenido a Mendoza Alberto Fernández. Hoy estaremos recorriendo el Complejo Penitenciario Federal y luego iremos a la planta depuradora El Paramillo en Lavalle”, tuiteó Ramón, quien formó parte de la delegación oficialista que llegó a Mendoza a visitar al Presidente. Junto al secretario de Malvinas, Guillermo Carmona, Ramón realizó en helicóptero algunos tramos de la recorrida presidencial, como para mostrar un apoyo al Presidente que en los últimos días escasea por el lado de muchos dirigentes del oficialismo.

Las imágenes sonrientes de Ramón y Carmona junto al Presidente enojaron a algunos de sus viejos socios. “Dos traidores y peleles que se creen San Martín y Bolívar”, tuiteó el dirigente mendocino Mario Vadillo, exdiputado provincial y exsocio de Ramón.

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