Sólo cabe esperar más de lo mismo o algo peor
Si Cristina Fernández de Kirchner repitiese el 23 de octubre el desempeño de las primarias abiertas, no sólo asumiría su segundo mandato consecutivo con la fuerte legitimidad que le otorgaría el apoyo de más de la mitad de los votantes. También seguiría en el poder sin deberle grandes favores a ningún sector y con la ventaja de haber armado ella misma las listas de legisladores nacionales en gran parte del país.
Una de las preguntas que surgen en ese contexto, teniendo en cuenta además el hiperpresidencialismo impuesto en los últimos años y la identificación tan cara al peronismo de Estado con Gobierno y de Gobierno con partido, es si la primera mandataria proseguirá con el estilo de confrontación y crispación que hizo popular su esposo o si, por el contrario, favorecerá la búsqueda de consensos.
¿Cambiará, a partir de la tranquilidad que le daría al oficialismo el casi seguro triunfo electoral, ese estilo tan asociado a la búsqueda de la concentración del poder, la permanente necesidad política de crear enemigos, la poca tolerancia hacia las críticas, la vocación hegemónica, el intervencionismo y la discrecionalidad gubernamental?
La primera respuesta a esa pregunta la dio en los últimos días el ministro del Interior, Florencio Randazzo, cuando acusó a LA NACION y a Clarín de "atentar contra la democracia" y reprochó a periodistas hacerse eco de cuestionamientos de dirigentes opositores y de jueces relacionados con presuntas irregularidades en la última votación.
Pero fue el ministro Amado Boudou quien profundizó en la concepción que tiene el gobierno kirchnerista sobre la prensa, al tildar a prestigiosos columnistas de LA NACION y Clarín como "operadores políticos de baja calaña" que "se dicen periodistas". Semejante injuria da cuenta de que para el candidato a vicepresidente de la Nación el periodismo debería limitarse a informar los hechos que complacen al oficialismo; bajo ningún concepto puede interpretarlos y mucho menos opinar. Su misión, según Boudou, debería limitarse a ceñirse al relato oficial, sin molestar al poder ni escarbar aquellas situaciones que puedan afectar los intereses de quienes ocupan funciones de gobierno.
El ministro Randazzo amplió ese tan peculiar enfoque. No sólo el periodismo no debe interpretar ni opinar, sino que, desde ahora, probablemente a partir del importante respaldo electoral recibido por el kirchnerismo, tampoco debe reproducir declaraciones de dirigentes opositores o de magistrados que puedan dejar mal parado al partido gobernante. Sólo le faltó recurrir a una tristemente célebre frase de Maradona para sugerir a los periodistas que, desde ahora, debían callarse la boca.
Las declaraciones de Boudou y de Randazzo parecen el preludio de una campaña para deteriorar la imagen de medios que actúan con independencia frente al Gobierno, con el probable propósito de quedarse con la empresa Papel Prensa y avanzar hacia el desguace del grupo Clarín.
No es muy distinto de la estrategia aplicada contra empresas de servicios públicos privatizados cuyos concesionarios fueron oportunamente desgastados para forzar su salida y la entrega de las compañías al Gobierno o a sus amigos. Simplemente, más de lo mismo o algo aún peor.
lanacionarMás leídas de Política
"Así son los zurdos". Maduro volvió a insultar a Milei, lo acusó de desfinanciar a las universidades y el Presidente le respondió
El escándalo de los aviones. Analizan sancionar a la pareja del exjefe de la Fuerza Aérea que hizo viajes irregulares
Ataques a la prensa. ADEPA denunció una grave escalada de agresiones del presidente Milei contra periodistas y medios