Sin sus incondicionales, el Presidente delega decisiones en Manzur y Aníbal Fernández, que imponen su ritmo
Con Biondi fuera del Gobierno y Cafiero en la Cancillería, Fernández apela a la experiencia de los nuevos ministros, alejándose del estilo “radial” con el que llegó a la Casa Rosada
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Sin acompañantes a la vista, el presidente Alberto Fernández bajó del helicóptero y luego de un breve recorrido ingresó a paso raudo y sin saludar a la Casa Rosada. Eran las 11.09 y hacía más de tres horas que el jefe de gabinete Juan Manzur estaba en la sede del Gobierno, mientras el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández enfrentaba, con su estilo áspero y directo, las preguntas de los periodistas en la puerta de su flamante ministerio.
El reciente recambio del gabinete también parece vislumbrar a un “nuevo presidente”. Fernández había impuesto un estilo “radial” en la toma de decisiones y el relacionamiento con sus subordinados desde que desembarcó en la Casa Rosada, en 2019. Ya sin interlocutores habituales como el hoy canciller Santiago Cafiero o su exvocero Juan Pablo Biondi, el jefe de Estado delega funciones ejecutivas en Manzur y Aníbal Fernández, dos experimentados exponentes del peronismo clásico que comparten su afición por el trabajo “24x7” y la esgrima mediática sin intermediarios.
Salvo Julio Vitobello, su fiel ladero desde la secretaría general de la Presidencia, el Presidente se quedó sin sus consultores diarios como Biondi, renunciado el viernes luego del virtual ultimátum por carta de la vicepresidenta Cristina Kirchner, y Cafiero, quien recaló en la cancillería pero ya sin el trato cotidiano con el Presidente. Según fuentes oficiales, Juan Ross (el reemplazante de Biondi en la comunicación pública) se dedicará más a silenciosas cuestiones “técnicas”, sin participación activa en las decisiones políticas. “Ellos también lo contenían a Alberto. Con Manzur y Aníbal tiene buena relación pero no es lo mismo”, diferencia un allegado.
Quienes conversaron en las últimas horas con el Presidente lo vieron atareado con la definición de las nuevas medidas económicas, pero también recurriendo a viejos amigos, como Eduardo Valdés y Alberto Iribarne. A Cecilia Nicolini, por caso, le dejó en claro anoche que “quiere que siga” como su asesora, después de las versiones que indicaban el interés de la consejera por mudarse a la cancillería. También sostiene el trato diario con el jefe de asesores, Juan Manuel Olmos.
Más allá de reportar al Presidente, en el Gobierno coinciden en que ni Manzur ni Aníbal Fernández dejarán de tener “autonomía” a la hora de desplegar sus tentáculos para ganar espacio y lugares de poder. El licenciado gobernador tucumano, por caso, ya dejó en claro desde su primer día de trabajo que su jornada comenzará bien temprano por la mañana, y que comandará reuniones de gabinete a las que podría no asistir el Presidente, quien casi no utilizó ese mecanismo en lo que va de su gestión, tal vez para diferenciarse de las siempre puntuales reuniones de su antecesor, Mauricio Macri. “Está bien que Alberto no vaya, para eso está el ministro coordinador”, justifican desde un despacho oficial.
Aún sin estar acomodado del todo en su nuevo sillón, Aníbal Fernández comenzó también con un estilo avasallante. A los encuentros con gobernadores, ministros del área y los jefes de las fuerzas (previsto para mañana), se le sumará su conferencia de prensa diaria, para la cual sus colaboradores ya acondicionaron una sala con wi-fi, absolutamente en desuso durante la gestión de Sabina Frederic. “Nos empezaron a pegar porque ven que la gestión puede liderar la remontada en noviembre”, contestaron cerca del ministro en respuesta a las críticas que le dedicaron figuras de Juntos por el Cambio, como Elisa Carrió y Patricia Bullrich.
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