Sin repuesta ante la inflación, el Gobierno apuesta todas las fichas a revitalizar el consumo
El riesgo es alto e implica anclar el dólar y congelar las tarifas, entre otras medidas; el aumento de precios, aún sin control, es el principal desafío; el rol de las paritarias y el colchón de pesos para inyectar plata en los bolsillos
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Revitalizar el consumo, esa es la principal jugada electoral. Las vacunas serán el eje central del relato, pero recuperar el poder de compra o al menos generar una sensación de mejora económica es el principal objetivo del gobierno nacional. No importa a qué costo o los riesgos que esa decisión genere, la Casa Rosada apostó un pleno.
Se trata de la primera demanda social, por encima de los reclamos por las vacunas, la seguridad o la educación. La crisis económica está al tope de las quejas. Siete de cada 10 argentinos, según dos de las principales encuestadoras con las que trabajan en la Casa Rosada, está peor que hace un año.
Pero el dato electoral es que en una misma proporción creen que estarán igual o peor el año próximo. Eso encendió las alarmas y derrumbó el dique de contención que había armado el ministro de Economía, Martín Guzmán. El Gobierno trabajó los primeros cinco meses del año con la mirada en el segundo semestre.
El titular del Palacio de Hacienda avanzó con un fuerte ajuste fiscal -el déficit primario de los primeros cuatro meses del año apenas llegó a 0,2% del PBI-, que se sumó a los ingresos que se generaron, entre otras cuestiones, por el impuesto denominado “aporte solidario” y las retenciones. Pero ese ajuste no está pensando para equilibrar las cuentas, pese a la mirada atenta del Fondo Monetario Internacional (FMI).
El Gobierno ya anunció que mantendrá el objetivo que marcó en el presupuesto, donde proyectó un déficit del orden 4,5% del PIB. Buena parte de esos fondos se utilizarán para la lucha contra la pandemia, pero no todos. Son unos 1.400.000 mil millones de pesos; dinero fresco para la campaña.
“De acá a fin de año vamos a tener un incremento más importante del gasto”, se sinceró la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca, la guardiana que puso Alberto Fernández para controlar al equipo económico.
La fórmula en marcha, además de los incrementos salariales, incluyen el ancla sobre el dólar –el Banco Central pisa el tipo de cambio para tratar de quitarle combustible a la inflación–, el congelamiento de las tarifas de servicios públicos, los programas de precios de alimentos –ahora se llama Súper Cerca– y la amenaza permanente con el cierre de exportaciones, como ya sucedió con el maíz y la carne (el acuerdo se anunciará el martes).
“Es muy difícil que una economía siga creciendo sin el consumo privado”, explicó en las últimas horas Todesca. “Hoy es la principal referencia económica del Gobierno”, sostuvo un hombre de máxima confianza del Presidente. Fernández la escucha y la respeta. El último viernes, por ejemplo, cruzó los casi 100 metros que separan el despacho presidencial de la oficina que ocupa la economista.
La razón, como publicó Carlos Pagni el último lunes, es de matemática electoral: en las elecciones legislativas la performance de los oficialismos está directamente enlazada con la variación interanual del salario real. La caída de los ingresos de los argentinos es del 8 por ciento en comparación al de un año atrás.
Las sirenas no dejan de sonar en el Instituto Patria desde hace meses. Fue Cristina Kirchner la que lo expuso con claridad a fin de año cuando ordenó alinear salarios, tarifas y precios. Las dos primeras están en ejecución, los precios, en especial los alimentos, sigue sin control. El daño más profundo es en los conurbanos, principalmente el bonaerense, territorio de la vicepresidenta. La preocupación por una eventual derrota electoral va en aumento.
Las paritarias son una herramienta en ese sentido. Hoy, el piso para los incrementos es del 40 por ciento, así lo fijó Cristina Kirchner. Desde ese día, los acuerdos que se firmaron superaron ese registro: 42% para trabajadores domésticos y 45% para Camioneros. En todos los casos, el acuerdo está acompañado por una cláusula de revisión.
El gobierno nacional también será fundamental en este escenario. Los empleados públicos, beneficiarios de planes sociales, jubilados y pensionados no perderán contra la inflación. Otra definición que ya adoptó el Gobierno. De hecho, en los próximos días se anunciará el pago de un bono para los jubilados y pensionados para compensar la pérdida de poder adquisitivo frente a la inflación de la primera parte del año.
La razón de la inflación
El Índice de precios al consumidor (IPC) del Indec registró en mayo un alza de 3,3% y acumuló en los primeros cinco meses del año una variación de 21,5%. El objetivo de anual de Guzmán, que fijó una proyección del 29%, quedó en el olvido.
La explicación del gobierno nacional para este número encontró un argumento fuera de las responsabilidades internas. “Hubo un shock de precios internacionales muy fuertes. En el caso argentino hubo un pico de inflación, pero nosotros ya teníamos un piso elevado. Ese shock de precios internacionales produjo el incremento en la inflación que no previmos”, describió Todesca, aunque reconoció el problema. “No somos necios”, añadió en una entrevista televisiva.
Las miradas están puestas sobre los trabajadores formales, que hoy representan menos del 40 %. El 80 % de ellos trabaja en Pymes, muy golpeadas por las restricciones que fijó el gobierno nacional. Si bien hay sectores que muestran una incipiente recuperación, la gran mayoría aún se encuentra con graves problemas como para afrontar una paritaria que supere a la inflación.
“La Argentina está en un nuevo régimen inflacionario de entre 40 y 50% del que no va a salir”, pronosticó el economista Carlos Melconian. Según el expresidente del Banco Nación, el Gobierno necesita de una inflación alta para que el endeudamiento público en pesos no se transforme en un problema. “La inflación va a seguir flotando ahí, pero es ángel y demonio simultáneamente. La inflación diablo se come el salario”, agregó.
En un año electoral, con un escenario de hiperpolarización en marcha, el desafío esconde varios problemas, pero uno se impone por su propio peso, la jugada podría desembocar en una crisis inflacionaria. Es por eso que desde el sector privado alertan sobre los errores de diagnóstico de la Casa Rosada.
En el Gobierno se enojan con los pronosticadores. “Siempre fallan”, se quejó uno de los funcionarios más cercanos al Presidente. Lejos de esa predicción y pese a la evidencia de los números, en la Casa Rosado crece el optimismo. “Este año vamos a crecer después de tres años de caída. Hay que poner en marcha la rueda de la economía”, se entusiasmó Todesca.
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