Sin figuras públicas, lo despidieron en una ceremonia íntima y breve
Los familiares buscaron evitar manifestaciones durante el funeral
Aproximadamente 200 personas despidieron ayer al mediodía los restos de José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de Economía de la última dictadura militar, en el Memorial de Pilar.
En la primera fila, sus hijos José y Elvira. En la segunda, familiares cercanos. En ninguna, dirigentes políticos, militares ni personalidades económicas de los años 70 y principios de los 80, cuando Martínez de Hoz condujo la economía del país.
Todo fue muy rápido. La noticia del fallecimiento del creador de la llamada "tablita cambiaria" empezó a trascender públicamente alrededor de las 11. A las 13, fue el funeral, a las 14 había terminado, y a las 15 ya se habían retirado todos los familiares. Según pudo saber la nacion, no fue casualidad: se buscó evitar a la prensa, e incluso manifestaciones de grupos políticos que cuestionan la actuación del ex funcionario durante la dictadura.
El encargado de decir las últimas palabras de despedida fue su hijo, de igual nombre, José. Para recordarlo leyó un poema llamado "If" (Si), del escritor británico Rudyard Kipling. "Si puedes conservar la cabeza cuando a tu alrededor todos la pierden y te echan la culpa; si puedes confiar en ti mismo cuando los demás dudan de ti...", citó.
Las palabras elegidas, expresó, tenían una razón. Estaba muy mal por la "persecución" que a su entender sufría su padre, condenado a prisión preventiva en 2010 por el secuestro extorsivo en dos oportunidades del empresario Federico Gutheim y su hijo. En aquella oportunidad, el ex ministro de Economía tomó fuerte el brazo de su hijo y lo tranquilizó al leerle ese poema, que luego repetiría en la ceremonia de despedida.
Elvira Martínez de Hoz, también hija del fallecido, fue breve y se quebró. "No puedo agregar nada más que lo que dijo José. Te quiero, papá", dijo. Ellos dos fueron los únicos en decir las palabras del último adiós.
El ex funcionario durante el gobierno de facto, de 87 años, no llegó al hospital y murió de un paro cardíaco en la madrugada de ayer, según pudo saber la nacion, en su departamento de Retiro, en el que vivía con su "ama de llaves" de toda la vida.
Ya había tenido otras tres intervenciones quirúrgicas. El viernes mismo, su hijo José le había hablado del papa Francisco, aunque -confesó- ya estaba muy mal de salud.
"Cuando le tocaron el encierro y la enfermedad, los transitó sin quejas. Vivió fiel a sus principios e ideales y fue, sobre todo, un hombre honesto", señaló.
En ese sentido expresó que durante la prisión domiciliaria "nunca se quejó ni se consideró una víctima". Su padre -según sostuvo- nunca estuvo solo. "Estaba acompañado por amigos, nunca lo dejaron solo", dijo. "Pueden creerlo o no, pero él estaba sereno", agregó.
Martínez de Hoz pasó recluido, forzosamente, sus últimos años de vida. Su delicado estado de salud y edad le permitieron, de hecho, eludir la cárcel común. Allí estuvo sólo acompañando de familiares, igual que en la ceremonia privada de ayer.
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