Sin dólares voluntarios, se necesitan una suba en la tasa de interés y otro ajuste cambiario
El gobierno nacional jugó todo a su "única" estrategia: el endeudamiento, con disponibilidad de dólares. En el frente interno se hizo poco, tanto en política cambiaria como en política monetaria, y nada en materia de política fiscal.
La credibilidad interna nunca apareció, ya que no existe referencia alguna, ni en el presupuesto nacional, ni en el programa monetario, ni en el programa financiero.
En el frente externo se hizo mucho (pero tarde); se cambiaron la hostilidad, el dogmatismo y el aislamiento por la amabilidad, el pragmatismo y la integración.
Los resultados fueron satisfactorios en el marco del Ciadi, con la petrolera española Repsol y con el Club de París, aunque lamentablemente la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos rechazó la consideración del fallo Griesa que había pedido la Argentina, dejando así en firme la sentencia en favor de los holdouts.
Los escenarios posibles posrechazo de la Corte (el de negociación judicial o el canje con legislación local) se diferencian por la intensidad de la afección; sin embargo, ambos provocan una menor disponibilidad de dólares.
Queda claro entonces que la estrategia de obtención de dólares voluntarios no resultó exitosa, cediendo espacio obligado a las necesidades que enfrenta nuestra nación.
Sinsentido
Ahora se puede confirmar el sinsentido de la política de tasas de interés llevada a cabo entre abril y junio del presente año.
Dos reducciones (una en abril, otra en mayo) de 100 puntos básicos cada una en las licitaciones de Lebacs y Nobacs, más el control y la fijación de tasas activas "máximas", deterioraron las compras de dólares y la acumulación de reservas internacionales de nuestro Banco Central (BCRA) en mayo y en lo que va de junio.
O se actuó con suma irresponsabilidad o el gobierno nacional, sin duda, se encontraba dentro de ese porcentaje del 90% de los analistas (según los dichos del propio ministro de Economía, Axel Kicillof) que pronosticaban un final feliz con la Corte Suprema de Estados Unidos considerando (tomando o consultando) la petición que había hecho el gobierno argentino.
No hay lugar para el deseo de reactivación económica; la caída del salario real y la pérdida de empleos son demasiado para una hipotética disminución de la tasa de interés.
Ya se agotó el crecimiento económico impulsado por una política monetaria y fiscal expansiva. Ahora bien: las autoridades económicas, habida cuenta de la menor disponibilidad de dólares, deberían tratar de minimizar el riesgo cambiario.
Primero, cuando repasamos lo que pasó en los últimos dos años y medio desde el inicio del cepo cambiario (noviembre de 2011), observamos una brecha cambiaria creciente (entre el dólar oficial y el paralelo) con tasas de interés pasivas muy bajas.
Es a partir de la fuerte suba de tasas (con devaluación incluida) de enero pasado que se logra la moderación del mercado de cambios.
Segundo, si se quiere evitar otra maxidevaluación, las minidevaluaciones deberán respetar, por lo menos, la inflación proyectada. Por tanto, el Gobierno tendría que priorizar la necesidad de un dólar competitivo y de tasas de interés verdaderamente atractivas para los ahorristas argentinos.
Riegos de "volantazo"
El centro del problema actual es la inflación; habría que combatirla con una política integral (que incluya la dinámica cambiaria, el esfuerzo fiscal y la política monetaria) que inicialmente produciría cierta estabilidad económica, para después (tal vez con la próxima administración) recuperar el tan ansiado crecimiento económico.
Seguramente al gobierno nacional no le interesa la secuencia aquí planteada, por lo que terminará decidiendo en su dilema entre el deseo y la necesidad, entre el impulso a la actividad económica y la tranquilidad del mercado de cambios, respectivamente.
El gran riesgo es que pueda más la tentación del deseo y que el Gobierno vaya por la pronta recuperación económica, con política fiscal expansiva, cierto atraso cambiario y tasas de interés bajas.
Esa decisión constituye un falso dilema, ya que la probabilidad de repetir lo que pasó en enero de 2014 (cuando se aplicó una fuerte devaluación) es alta, con el agravante de que en esta ocasión los resultados del "volantazo" (otra maxidevaluación) serían efímeros, con la imposibilidad de reanimar la actividad económica, pero en un escalón más alto de inflación.
Es por eso que el gobierno nacional antes tendría que asumir la menor disponibilidad de dólares, producto del rechazo de la Corte norteamericana, para no confundir necesidad con opción. Y hoy un mayor ajuste cambiario y una tasa de interés significativamente más alta son una necesidad.