Si algo nos hace falta, es más Mercosur con más unión
Desde aquel acuerdo entre Raúl Alfonsín y José Sarney hubo etapas de avances, retrocesos y frustraciones en el proceso de consolidación del bloque regional
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A 30 años de la firma del Tratado de Asunción, que establece las bases de la creación del Mercosur, y en momentos de cierta incertidumbre respecto de esta institución, me parece importante remontarnos a la forma en que se inició nuestro proceso de integración o, dicho de otra forma, a lo que fueron los momentos fundacionales del bloque regional.
En noviembre de 1985, los presidentes Raúl Alfonsín y José Sarney inauguraron el puente Tancredo Neves y firmaron la Declaración de Foz do Iguazú. Este hito fundamental dio inicio a un intenso proceso de negociaciones bilaterales, de naturaleza político-económicas, que tuvo gran incidencia en la formulación final del Tratado de Asunción.
Quiero destacar que esas negociaciones eran, fundamentalmente, de carácter político, a pesar de que se referían a aspectos esencialmente económicos y estaban guiadas por la convicción de que el período de las pos-dictaduras requería de una visión compartida que fortaleciera a nuestros países que, integrados regionalmente, podrían mejorar sus oportunidades de desarrollo y proyectarse al mundo desde una posición de mayor fortaleza de modo de solidificar estas democracias incipientes.
Más de tres décadas han pasado desde que Argentina y Brasil dejaron atrás sus enfrentamientos geopolíticos teñidos de militarismo competitivo y se reconocieron como vecinos que debían vivir y convivir en paz para lograr la prosperidad de sus pueblos. A ello se sumaron, con la naturalidad que la vecindad conlleva, Paraguay y Uruguay para plasmar el nacimiento del Mercosur.
"Un ejemplo concreto es la finalización del Acuerdo con la Unión Europea, una oportunidad inigualable que nos daría un instrumento de posicionamiento estratégico entre los grandes jugadores de la geopolítica, Estados Unidos y China."
Susana Malcorra
Desde entonces, hemos tenido un largo período de avances, de retrocesos y de muchas frustraciones ante la imposibilidad de materializar la ambiciosa visión que se trazó cuando Alfonsín y Sarney rubricaron aquella Declaración bilateral, que suponía un gran compromiso de porvenir compartido. El Mercosur es, sin duda, un proyecto en construcción que tiene más en el pendiente que en el haber, lo cual implica redoblar nuestra convicción para llevarlo al lugar de su máximo impacto. Si algo nos hace falta, es más Mercosur con más unión.
Los escépticos, no sólo desde la política sino también desde los negocios, debieran entender que hoy, más que nunca, en un mundo de rivalidad creciente entre Estados Unidos y China, necesitamos fortalecernos como mercado común.
Un ejemplo concreto es la finalización del Acuerdo con la Unión Europea, una oportunidad inigualable que nos daría un instrumento de posicionamiento estratégico entre los grandes jugadores de la geopolítica, Estados Unidos y China. Sin embargo, en este contexto tan complejo en que nos encontramos somos incapaces de estrechar filas, derribar barreras y hacer realidad aquel sueño fundacional. Una vez más, damos la excusa a aquellos que, desde Europa, temen a nuestras ventajas competitivas en ciertos sectores para no avanzar en la integración de un mercado de 780 millones de personas que produciría una profunda transformación e impactaría en la dinámica global.
Colectivamente, nos falta el liderazgo y la convicción política que tuvieron los fundadores para reconocer que unidos somos más fuertes, que nuestras largas fronteras comunes deben funcionar de puentes, no de barreras y que en un mundo en el que se profundizan las competencias y las rivalidades, nuestro espacio común puede ser una herramienta que nos brinde un diferencial posicionamiento esencial.
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