Señales inquietantes sacuden la interna opositora
Una noticia preocupante llegó sobre el fin de la semana a las filas de Juntos por el Cambio.
En la Justicia Electoral nacional, las dudas empiezan a transformarse en sombrías certezas sobre la no realización (en tiempo y forma) de las elecciones primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO). Y de ellas dependen los cambiemitas para ordenarse y evitar conflictos que podrían complicar la unidad en algunos distritos claves. Inquietantes señales y desafíos que les impiden disfrutar de los tropiezos del Gobierno.
Cada día que pasa los magistrados de la Cámara Electoral cuentan con más evidencias de que la suspensión o la postergación de las primarias es un comodín que el oficialismo está dispuesto a utilizar lo más discrecionalmente posible (como las vacunas o las tarifas).
Ni la Jefatura de Gabinete ni los ministerios del Interior y de Salud les han contestado a los camaristas ninguna de la decena de consultas que les enviaron, destinadas a asegurar la realización de los comicios dentro de los plazos fijados por la ley vigente. Ninguna certeza les fue siquiera sugerida. El más urgente de los interrogantes sin respuesta refiere a la inclusión o no en la todavía difusa categoría de personal estratégico de los 2700 funcionarios de la Justicia Electoral para recibir la vacuna contra el Covid-19 y poder llevar a cabo las tareas preparatorias para los comicios sin riesgos (y sin bajas). Otro motivo del malestar con el Poder Ejecutivo que crece dentro del Poder Judicial.
Los magistrados empiezan a sospechar que el Gobierno está generando el contexto para que la Justicia diga que no están dadas las condiciones para realizar las primarias en agosto. "Nosotros no se lo vamos a decir. Por el contrario, vamos a hacer todo lo necesario para que quede claro que esa será una decisión política", advirtieron los jueces a varios interlocutores.
El tiempo ya empieza a correr mucho más rápido para definir acciones y la incógnita vigente sobre el calendario electoral no sería despejada hoy por el Presidente en su mensaje ante la Asamblea Legislativa, afirman en el entorno de Alberto Fernández. Otra nube en el horizonte de JxC.
La unidad, que la coalición opositora mantuvo hasta ahora y que es celebrada por sus dirigentes como un hito histórico, no está exenta de tensiones ni de amenazas. Y su solución puede complicarse. La indefinida realización de las PASO es una de las principales incertidumbres, pero no la única. La lista es larga y depende de dinámicas que la mera voluntad aglutinante no alcanzará para resolver. Ya hay señales.
La marcha opositora de anteayer dejó algunas muestras de la complejidad del armado de JxC. La primera manifestación a la que su dirigencia convocó y asistió sin diferencias entre halcones y palomas profundizó los matices y las incomodidades. El mensaje del sector más duro, que encabezan los jefes partidarios Patricia Bullrich, Alfredo Cornejo y Maximiliano Ferraro, volvió a ser el más nítido y simple de captar para el núcleo duro de sus votantes. La salida a la calle de los moderados, liderados por Horacio Rodríguez Larreta y Martín Lousteau, debió sortear complicaciones para sostener su pretensión de ampliar las bases sin resignar representación ante el electorado más anti-K.
El catalizador más claro de las diferencias fue la instalación en la Plaza de Mayo que simulaba bolsas de cadáveres de los vacunados vip, tan distante del buen gusto como de la convivencia democrática. La facción más radicalizada de Pro logró su fin provocativo: impacto y visibilidad, tanto como incomodidad interna. La disimilitud con la que tuitearon Bullrich y Lousteau ante las críticas de Alberto Fernández resultó elocuente. El senador retó al Presidente por el vacugate tanto como se despegó de las fundas mortuorias. La titular de Pro optó solo por lo primero. En ambos dirigentes se corporizan las diferencias de posiciones existentes tanto como la bifurcación de proyectos y los conflictos latentes. La prescindencia por la que sigue optando Horacio Rodríguez Larreta los potencia.
El viaje a Brasil del alcalde porteño durante la semana pasada problematizó aún más el escenario de los moderados. El vuelo en un avión privado que lo llevó de vacaciones pareció exponer, por la manifiesta inoportunidad, una alteración seria de su radar político. Partió tres días después de que estalló la indignación social por los privilegios de la clase política, reflotado por el vacugate. En el caso de un dirigente metódico y cuidadoso hasta el extremo de cada acción político-personal, la gaffe pone de manifiesto el desajuste que le han provocado dos cambios rotundos en su estructurada y planificada vida, que hasta ahora tenía como eje estructurante la gestión de gobierno. La separación matrimonial y el minucioso proceso de construcción de un liderazgo político nacional alteraron rutinas que tienen más de una década de arraigo. Lo reconocen en su entorno.
Los larretistas más conspicuos se lamentan (casi tanto como agradecen) por el fallido, en la creencia de que el golpe volverá a poner en eje a su conductor. Los urgen, además, la enjundia y la dedicación con que Bullrich ha ido construyendo un liderazgo y ampliando sus apoyos.
Las exploraciones por el interior hechas por el jefe porteño o sus enviados políticos arrojaron ganancias más que limitadas, cuando no profundizaron conflictos o generaron disgustos en sus anfitriones. Algunos colaboradores ya le plantearon la necesidad de corregir formas y métodos. Las incursiones del larretismo en Corrientes, Salta, Santa Fe y Neuquén son casos emblemáticos. Allí, por el contrario, Bullrich obtuvo algunos réditos. Quizá menos para ampliar que para consolidar su base, pero ese es su norte. Igual que el de Macri.
Estos precedentes adelantaron debates. Para la exministra de Seguridad no es ninguna insolencia su pretensión de discutir con el hasta ahora indiscutible jefe distrital el armado de las listas porteñas. Los primeros escarceos pusieron en pie de guerra a la segunda línea de Larreta. Por eso, esta semana uno de los larretistas más avezados en rosca política buscará reencauzar el diálogo. "Algunos no entienden que la pelea de Horacio es y debe ser por la presidencia en 2023, no con Patricia por las candidaturas de medio término". Recalculando.
Los desajustes capitalinos, sin embargo, podrían ser dilemas menores frente a los escenarios abiertos en la provincia de Buenos Aires, donde la oposición tiene demasiado para perder y mucho que hacer para salir airosa. Ganar es una utopía que nadie se plantea y cuyo descarte dificulta el ordenamiento.
Las elecciones internas que el radicalismo bonaerense hará el 21 hacen temer que sean el inicio del otoño de la alianza macrista-radical tal como se la conoció. Si triunfara el sector del intendente de San Isidro, Gustavo Posse, por sobre el que lidera el diputado provincial vidalista Maximiliano Abad, se abrirán discusiones en varias dimensiones.
El alcalde vitalicio del conurbano se propone revisar el statu quo, en el que el predominio macrista no se cuestiona. Por eso y para eso cuenta con el esponsoreo de Lousteau, la inspiración del inoxidable Coti Nosiglia (desde las sombras, como siempre) y el trabajo de campo del reconocido exarmador y extitular de Diputados Emilio Monzó. La zona de confort de la exgobernadora María Eugenia Vidal podría alterarse. Lo mismo que las planificaciones del jefe de gobierno porteño. Por ahora, el senador y Monzó siguen integrando la lista de buena fe de la sociedad larreta-vidalista. Pero en política las ambiciones y las circunstancias pueden cambiarlo todo.
En un país sin cultura de coaliciones y en una alianza con liderazgos en revisión y carente de instituciones para la resolución de conflictos, todo es más complejo. La popularidad de la dirigencia suele organizar el desorden. Por eso, todos miran a Vidal como el elemento ordenador. Su candidatura en la provincia resolvería muchos conflictos. Pero no es fácil: todos pueden explicar por qué su postulación les resulta beneficiosa, pero ninguno ha logrado mostrarle el beneficio de liderar una boleta seguramente perdidosa. Por eso, sus asesores prefieren preservarla.
Son discusiones que pueden parecer anticipadas, pero el tiempo corre y la oposición no maneja las agujas del reloj. Aun con sus muchos problemas y todos los daños autoinfligidos, al oficialismo le sobran recursos para inclinar la cancha y ganar en las próximas elecciones.
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