Senado. Villarruel sufre el desgaste de la gestión y los aliados empiezan a cuestionar sus decisiones más polémicas
Las criticas apuntan a los “villarruelines”, grupo que entorna a la vicepresidenta e impulsa medidas que mellan la relación con las fuerzas más cercanas; amenazas de renuncias en su entorno
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Al igual que Javier Milei, la figura de Victoria Villarruel parece empezar a sufrir también el desgaste de 10 meses de gestión al frente del Senado, en donde algunas de las medidas políticas y administrativas que tomó últimamente empezaron a generar malestar y a ser comentadas de manera crítica por aliados circunstanciales y adversarios.
La tensión ha venido incrementándose en las últimas semanas generando un clima agrio en el círculo de colaboradores de la vicepresidenta, al extremo de que ya circulan rumores de renuncias de funcionarios que asumieron sus cargos con la llegada de Villarruel al Senado.
La mayoría de los señalamientos apuntan a los miembros del entorno que rodea a la vicepresidenta, al que responsabilizan de haberla inducido a tomar decisiones desafortunadas y no evitarle lo que en varios despachos de la Cámara alta analizan como errores no forzados. De hecho, algunos de esos traspiés surgieron a partir de ideas generadas por los miembros de ese entorno, agregan.
Se trata de los autodenominados “villarruelines”, grupo que está integrado por el responsable de la oficina de Atención Ciudadana, Juan Martín Donato, el director de Recursos Humanos, Gonzalo Izurieta, y Grisela Alejandra García Ortiz, directora de Asuntos Jurídicos. Este último cargo es clave ya que es quien tiene la responsabilidad de cuidar que la vicepresidenta no ponga su firma en medidas que no se atengan a la legislación vigente.
Por fuera de este grupo, aparece el nombre de Emilio Miramonte Olmos, un empresario que funge como cónsul honorario del reino de Dinamarca en Córdoba y que habría reemplazado en el sitial de principal asesor político a Guillermo Montenegro, el diputado nacional que fue mano derecha de la vicepresidenta hasta que la relación se rompió de manera irreversible por cuestiones personales a poco de haber asumido Villarruel la presidencia del Senado.
El último resbalón político que le adjudican a la vicepresidenta fue la entronización de un busto de María Estela Martínez de Perón en el Salón de las Provincias del Senado. La repercusión de la medida fue muy negativa, como se puede ver en las réplicas a la difusión de la medida realizada por Villarruel en las redes sociales.
Hasta el propio Milei se encargó de tomar distancia del acto de “reparación histórica” encabezado por la presidenta del Senado el jueves de la semana pasada. “Yo no lo hubiera hecho, para mí no realza a las mujeres, sino todo lo contrario, no creo que haya llegado a ese lugar por sus méritos intelectuales y profesionales, creo que hay un error”, afirmó el Presidente.
“Un gobierno de las características del de María Estela Martínez de Perón, que derivó en el ‘Rodrigazo’, me parece que no es un modelo a seguir y tampoco me parece razonable hacer una reivindicación de alguien que creo la Triple A”, agregó Milei, haciéndose eco de algunas de las críticas que generó en las redes sociales la decisión de la vicepresidenta.
La colocación del busto de Isabel Perón también causó malestar en varios despachos de senadores aliados en los que, más allá de la controvertida figura de la expresidenta, vieron una acción reñida con la política de manejo del Senado como un coto de caza personal que Villarruel le adjudica a su antecesora, Cristina Kirchner, y que dijo que venía a poner fin.
La queja apunta a que instaló la estatua de Isabel Perón de la misma manera, sin consultar con el cuerpo, así como Cristina Kirchner había colocado en 2013 en el mismo Salón de las Provincias el busto de Néstor Kirchner, que Villarruel ordenó quitar meses atrás aduciendo que no tenía nada que hacer ahí ya que el expresidente no tuvo vinculación alguna con la Cámara alta, ya que no fue senador ni vicepresidente.
También provocó tensión interna en el Senado la decisión de Villarruel de despedir a 38 empleados por supuestamente haber sido pasados a planta permanente de manera irregular en los días finales del mandato de Cristina Kirchner.
La adopción de la medida fue impulsada por los “villarruelines”, que le vienen pidiendo a la vicepresidenta que adopte la política de aplicar la “motosierra” con los supuestos ñoquis dejados por el kirchnerismo antes de dejar el poder.
Sin embargo, la decisión fue tomada sin tener en cuenta que en la lista hay agentes que llevaban varios años en la planta transitoria, por lo que ya deberían tener estabilidad, pero, sobre todo, que eran personal que cumplía con sus funciones, es decir que iban a trabajar. Peor aún, en la nómina figuran dos agentes que ya habían sido dados de baja meses atrás.
Estos errores administrativos se reprodujeron en despachos de senadores aliados, como Maximiliano Abad (UCR-Buenos Aires), Martín Goerling (Pro-Misiones) y los misioneros del Frente Renovador de la Concordia Carlos Arce y Sonia Rojas Decut.
Tampoco cayó muy bien el cierre de la guardería del Senado. La medida fue anunciada también el último viernes amparándose en fallas estructurales detectadas por una inspección de la Ciudad de Buenos Aires. Para muchos en el Senado, los problemas edilicios son una excusa para tapar la verdadera razón: responsabilizar a la administración de Amado Boudou, durante la cual se inauguró el jardín, y de paso recortar gastos y personal con la eliminación de un servicio para los empleados.
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