Semana negra para Milei | El peligro de jugar a la mancha con aviones
Tres derrotas legislativas volvieron a poner sobre la mesa la cuestión de la gobernabilidad; la sombra de los dos tercios, el abrazo a Santiago Caputo y el complejo vínculo con Macri
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Una vez más la política sacó a Javier Milei con un sobresalto de las actividades que realmente le importan. Tres votaciones perdidas en el Congreso, el estallido de un cambalache en el bloque de diputados libertarios, una crisis que embarra el camino hacia una hipotética alianza con el Pro de Mauricio Macri y la rebeldía de la vicepresidenta Victoria Villarruel dejaron a la vista la precariedad del dispositivo institucional en el que se sostiene un gobierno bendecido aún por el respaldo popular.
En la adversidad, Milei aplicó la fórmula del éxito que le ofrece el gestor Santiago Caputo y que sus propagandistas de redes expusieron con dibujos y mensajes de rasgos adolescentes: “El Javo contra todos”. La noción del hombre solitario que lucha contra poderes oscuros tiene un atractivo amniótico para el Presidente. Le da una épica y una conexión con sus votantes, pero empieza a revelarse como un recurso insuficiente para los desafíos que acechan al proyecto libertario.
El dedo acusador que Milei levanta como escarmiento de una dirigencia política aquejada por el desprestigio no tapa el sentido más profundo de la semana de desdicha que acaba de vivir: la cuestión de la gobernabilidad vuelve a estar sobre la mesa y proyecta sombras sobre el proceso económico.
Es una consecuencia gravosa para una administración que forja su destino a partir del plan de desinflación y la estabilidad cambiaria, mientras convive con una recesión pronunciada, reservas escuálidas y una desconfianza de los mercados que se traduce en la tasa de riesgo país amesetada en torno a los 1500 puntos.
La furia de Milei se agigantó el jueves con la sanción en el Senado de un aumento a los jubilados y una nueva fórmula de actualización de haberes. “Los degenerados fiscales quieren romper mi gobierno”, denunció. Confirmó que vetará de forma total la ley.
En privado, le dijo a un grupo de economistas que convocó a Olivos que lo consideraba “una declaración de guerra” por parte del Congreso. Por primera vez incluyó en la lista de “los malos” al Pro de Macri, a raíz de que seis de los siete senadores del partido amarillo votaron en general con la oposición.
La noche anterior había cenado a solas con Macri en el mismo lugar. Lo convocó después de que el Pro acompañó el rechazo al decreto que otorgó 100.000 millones de pesos para gastos reservados a la SIDE que domina Santiago Caputo. Había sido una buena reunión, según retrataron a poco de terminar fuentes cercanas a los dos protagonistas.
“Javier tomó aquello como parte de la batalla de Macri contra Santiago. No lo comparte, pero lo tolera. Lo de las jubilaciones lo vivió como una agresión contra él”, traduce un funcionario de Casa Rosada.
Acaso por eso Milei se abrazó el viernes a su asesor Caputo. Advirtió que “ni sueñen” que lo va a echar. Lo describió como “una inteligencia superior” y dijo que “juega a la mancha con aviones”. Es un elogio que le dedica a menudo, con el que destaca una combinación de viveza criolla y audacia. A veces reemplaza “aviones” por “tiburones”. En cualquier caso, un deporte de riesgo que esta semana colocó al Gobierno ante dilemas de primer orden.
“De derrota en derrota, un día este muchacho lo pone a Milei frente a un juicio político”, dice un dirigente macrista; la frase llegó a oídos de altos funcionarios.
La alusión al juicio político resulta urticante cuando la oposición le mostró el fantasma de los dos tercios -requisito para la remoción presidencial- en las votaciones de Diputados (por la SIDE) y del Senado (por jubilaciones). Para colmo, en el Congreso las Fuerzas del Cielo viven un infierno de internas que ya es indisimulable.
Karina Milei tuvo que intervenir para blindar a su aliado Martín Menem, presidente de la Cámara baja, en medio de las denuncias que presentó entre chillidos y disturbios la mendocina Lourdes Arrieta a raíz del escándalo desatado por la visita a Alfredo Astiz y otros represores en la cárcel de Ezeiza. Quiere echarla del bloque.
En el Senado, los siete libertarios son cuentapropistas que casi no se hablan entre ellos. Madura allí una ruptura con el formoseño Francisco Paoltroni, que se embanderó contra la designación de Ariel Lijo en la Corte Suprema, denunció sin tapujos a Caputo y promete convertirse en una voz de la conciencia del “espíritu anticasta” que vendió Milei. Villarruel, también lanzada contra Lijo, parece reírse del destrato de su compañero de fórmula. Basta ver el humor con el que entró a la chicana del “jamoncito” que le dedicó el kirchnerista José Mayans en la sesión del jueves.
La relación Milei-Macri
Milei había disfrutado de dos semanas de sosiego en medio de la perplejidad social por las revelaciones de la bochornosa conducta personal de Alberto Fernández durante su presidencia.
En aquellas horas se había fortalecido el proyecto de un acuerdo formal entre La Libertad Avanza y el Pro. Macri le había transmitido a Milei su apoyo al rumbo económico, la disidencia en cuestiones institucionales y una crítica respecto de la eficiencia burocrática del gobierno. También le expresó el desagrado por lo que considera una “falta de respeto” hacia su partido, que achaca al asesor Caputo. Básicamente, la noción de que el Pro “ya no existe” y que sus votantes se mudaron definitivamente al mileísmo.
Por disposición de Milei, Caputo abrió una mesa de negociación hace dos semanas con Cristian Ritondo, como delegado macrista. La Inteligencia metió la cola. Poco después de esa primera cita exploratoria, el asesor presidencial le pidió a Ritondo que apoyara al senador peronista Edgardo Kueider para presidir la comisión bicameral que controla al espionaje. Macri y su gente estallaron: creían tener el consenso para designar en esa silla preciada para el poder al misionero Martín Goerling, confiable para el expresidente y también para la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.
Empezó entonces un tironeo, en el que perdieron los dos. El lugar le quedó al radical Martín Lousteau, tras un acuerdo con la oposición dura que impuso como vices a dos laderos de Cristina Kirchner, Leopoldo Moreau y Oscar Parrilli.
Caputo, derrotado, se consoló: prefiere a Lousteau –con quien cree poder negociar a través del operador Emiliano Yacobitti– que a un alfil de Macri, a quien asume como enemigo personal. Además, como les recordó a los Milei, Goerling era el candidato que movía Villarruel. Cartón lleno.
“Es una derrota autoinflingida, inexplicable. Se suma al destrato contra nuestros gobernadores, relegados siempre ante los peronistas”, se quejaba un interlocutor de Macri el miércoles.
En el caldo de esa bronca se cocinó el voto del Pro contra el decreto de la SIDE. Hasta ese momento –y pese al malestar por el ninguneo libertario– los macristas habían acompañado al Gobierno en todos los debates parlamentarios.
La jauría digital de Caputo reaccionó contra Macri, a quien llegaron a tratar de “kirchnerista” en cuentas de Twitter (X) que sigue el propio Milei. Las redes pueden ser el reino de lo efímero. Dos semanas atrás algunos de esos tuiteros publicaban fotos de Alberto Fernández antes de las elecciones de 2019 y el mensaje “era con Mauricio”. El miércoles, en cambio, se viralizaban alusiones nostálgicas del 2015, con la foto del libertario de toda la vida Daniel Scioli y un lapidario: “Era con el Pichichi”.
Los petardistas digitales quedaron durante un rato como patrullas perdidas cuando se supo que Milei había invitado a Macri a comer milanesas en Olivos después de la votación que debilitó a Caputo. “Sigue todo igual. Con Javier está todo bien”, resumió alguien que habló con Macri a poco de salir.
Milei escuchó los reclamos contra Caputo, que se hacen eco en gente de su máxima confianza, como Sandra Pettovello, cada vez más indignada con los movimientos del asesor estrella. La lista se amplía por todos los ministerios. Cualquier funcionario que se ve representado negativamente en los medios sospecha de la mano invisible del propagandista en jefe. A Caputo le divierte que el mito crezca.
La reacción
Si las acciones de Caputo venían en baja por las derrotas en las cuestiones de Inteligencia, lo que pasó en el Senado pareció revigorizarlo. La votación de la ley de aumento de las jubilaciones fue un manual de mala gestión política. El Gobierno entró tarde a la discusión, los senadores del Pro priorizaron el costo político personal a la coherencia, Macri no intervino para imponer la posición que después defendió en público.
Milei, enfurecido, quebró la tradición de excluir a Macri de las admoniciones contra “la casta”. Cómodo en la hipérbole, acusó a los que apoyaron el recorte a la SIDE de ser responsables de un eventual atentado terrorista y chicaneó al expresidente: “O no maneja la tropa o la tropa no entiende el daño que están haciendo”. No se olvidó de Villarruel, a quien sugirió como posible responsable de la visita a Astiz y compañía. Y eso que su hermana Karina, en paralelo, se empeñaba en echar a las diputadas (Arrieta y Rocío Bonacci) que denuncian haber sido llevadas por engaño a esa cita en la prisión.
La contradicción es un arte del mileísmo, capaz de indignarse hasta el desgarro con los macristas que votaron leyes con los kirchneristas, mientras la Casa Rosada pacta con los delegados de Cristina una nueva composición de la Corte con Lijo como estandarte (y muy probablemente sin el académico Manuel García-Masilla, resistido por la expresidenta).
El viernes Macri trató de pegar las piezas rotas en el Senado con un apoyo enfático al veto que anunció a Milei, aunque eso provocó el disgusto de sus senadores. Ellos alegan que habían acordado con el Gobierno cómo votar: a favor en general y en contra en los artículos más gravosos para las arcas estatales. Si es así, todos fallaron en prever la lectura obvia que tendría el tablero del Senado en el contexto de una semana tan crítica.
El Presidente a medida que pasaban las horas se fue aflojando, dicen en su entorno. Se reafirma en la idea de no romper con Macri y al mismo tiempo mantiene a Santiago Caputo en el “triángulo de hierro” del poder.
“Tener cerca al Pro es vital para la gobernabilidad. Mirá lo que son nuestros bloques. Si después hay un pacto mayor o no se verá. Hoy los necesitamos”, se sincera un funcionario de primera línea, a sabiendas de que la suerte del plan económico es todavía una moneda en el aire. Es mutuo: en el macrismo entienden que sus votantes no entenderían una ruptura total con el Gobierno. “Vamos a apoyar, pero también a poner límites y defender nuestra identidad”, insisten cerca de Macri.
Una prueba de fuego será la discusión sobre el veto de Milei. Si en las dos cámaras se repiten votaciones con dos tercios de los presentes, la ley de aumento previsional quedaría convalidada y sería un shock para el plan económico. El discurso oficial contra “la casta” busca sacar del foco lo obvio: el “ajuste más grande de la historia de la humanidad” del que alardea el Presidente se hizo en gran medida a costa de los jubilados.
En el Senado el número para insistir está. En Diputados quedó todo abierto. El Pro –que votó allí con el oficialismo– es clave para inclinar la balanza. Para impedir una confluencia de dos tercios debería garantizar el apoyo de todos sus legisladores que votaron en primera instancia y también de los siete que se ausentaron aquella vez. En la lista sigue la discusión del presupuesto 2025. No es momento de jugar a la mancha con aviones.
Sobre el horizonte se recortan las elecciones del 2025. La última medición de Poliarquía muestra cómo el gobierno retiene un apoyo a la gestión del 55%, la imagen positiva de Milei es de 47% (+10 de diferencial) y la proyección del voto luce alentadora para el oficialismo. La disputa inconfesable resulta ser por quién le va a aportar el sostén institucional a un gobierno frágil que por ahora ostenta esos índices de popularidad extraordinarios: ¿el Pro de Macri o los peronistas con poder territorial que huyen del derrumbe kirchnerista, como imagina Caputo?
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