Secretos subterráneos: cómo investigan bajo tierra los forenses
La búsqueda de evidencia enterrada, como las tareas que llevaron adelante los investigadores de la Dirección de Criminalística y Geofísica de la Gendarmería en la estancia de Lázaro Báez , exigió el uso de tecnología sofisticada para el rastrillaje forense.
Equipados con ocho herramientas complementarias de tecnología, siete investigadores de la División Georradar (un grupo interdisciplinario y especializado en escenas del crimen) trabajaron 14 horas por día para localizar elementos ocultos debajo de la superficie del amplio territorio patagónico. Entre ellos, usan dos georradares, para descartar áreas sospechosas, reducir las zonas de interés y limitar las excavaciones.
Los primeros en trabajar en el vasto terreno de la finca de Báez fueron los drones, que con las cámaras térmicas midieron la diferencia de temperatura entre los elementos. En general, si existe una composición ajena en el suelo, los equipos la detectan, ya que cuando baja el sol, la tierra irradia la mayor cantidad de temperatura absorbida durante todo el día, permitiéndoles registrar las diferencias térmicas del suelo y puntualizar las zonas donde luego usarán el resto del instrumental manualmente. Es por eso que la mayoría de los operativos que usan estas tecnologías funcionan idealmente al atardecer.
"Se trata de crear una búsqueda más eficiente, que les muestre a los investigadores dónde deben cavar. Las señales que se recuperan permiten a los oficiales ubicar los objetos, grietas y vacíos debajo de la superficie", explicó a la nacion Ricardo Carrizo, jefe de la División Georradar de la Dirección de Criminalística de la Gendarmería.
Los georradares identifican interrupciones en los suelos. "Simplemente identificar que se cavó un agujero puede apuntar a los especialistas en la dirección correcta", confirmó Carrizo.
Este enfoque forense usado para explorar características subterráneas "envía una serie de pulsos eléctricos al suelo para indicar dónde podría haber sido perturbado", describe Carrizo, y permite que "los objetos enterrados aparezcan como variaciones en la señal de retorno".
La tecnología
Aunque la estrella de los operativos es el georradar, los especialistas de la Gendarmería usan una variedad de tecnologías y herramientas complementarias para buscar pruebas enterradas y clandestinas, como un perfilador electromagnético (que permite un escaneo en tres profundidades distintas y en terrenos irregulares), dos drones que pueden cargar las cámaras térmica e infrarroja y hasta un gradiómetro de protones (un detector de metales a gran escala).
Cuando se hace una modificación en la tierra para el ocultamiento de dinero, armas, estupefacientes y personas, "el terreno modificado es detectado por las cámaras -térmica e infrarroja-, ya que la composición del material va a tener características diferentes al resto".
El cúmulo de tecnología asociada para buscar evidencia enterrada bajo tierra también fue empleada recientemente para detectar material oculto en paredes y techos de edificaciones, como el departamento de Cristina Kirchner en Recoleta y su casa en El Calafate.
Desde la adquisición del primer georradar en 2011, son pocas las personas capacitadas para usarlo. Cada aparato puede costar entre 15.000 y 25.000 dólares, por lo que es una inversión.
Desde La Quiaca hasta Tierra del Fuego, el equipo se mueve según las demandas que llegan de juzgados de todo el país.
Hace solo unas semanas pasaron de buscar el cuerpo de una persona desaparecida a rescatar miles de dólares que se encontraban en las paredes de la casa de un narcotraficante.
En los Estados Unidos y otros países del mundo se comenzaron a usar tecnología avanzada y métodos geofísicos para reabrir casos sin resolver y encontrar desde cuerpos enterrados hasta varios tipos de pruebas, como armas, dinero y artículos robados.
El uso de georradares es parte de la capacitación forense de muchos oficiales de fuerzas de seguridad en el mundo.
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