Declaró Nicolás Carrizo en el juicio por el atentado a Cristina Kirchner: dijo que no participó del ataque y que los mensajes que lo complican eran “una joda”
El jefe de “los copitos” se quebró y le pidió perdón a Cristina Kirchner; Brenda Uliarte empezó a declarar, pero se arrepintió; su defensor pidió un peritaje para que la declaran inimputable y el tribunal se lo negó
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Nicolás Carrizo, el jefe del grupo de vendedores de copos de azúcar acusado de haber participado del intento de asesinato de Cristina Kirchner, declaró este miércoles en el juicio oral y negó haber intervenido en el atentado. Por su parte, Brenda Uliarte trató de forzar a que los jueces ordenen un peritaje psicológico para que la declaren inimputable, pero su estrategia fracasó cuando el tribunal rechazó su solicitud.
Carrizo se quebró en llanto ante los jueces y dijo que los mensajes telefónicos que lo complicaron en este caso –en los que admite haber sido parte de una organización para atacar a la expresidenta– fueron “una joda” y que los escribió bajo los efectos del alcohol. Sostuvo que querer matar a alguien le parece “una locura” y afirmó: “Quiero pedir perdón si ofendí a la señora Kirchner”.
Carrizo era el dueño de la máquina de hacer copos de azúcar y, por eso, era una suerte de “jefe” de los otros dos acusados en esta causa, Fernando Sabag Montiel –quien gatilló contra la expresidenta– y Uliarte –la novia de Sabag Montiel, que estaba con él la noche del atentado–.
Uliarte empezó hoy a declarar, pero de inmediato se arrepintió. Su abogado, Alejandro Cipolla, pidió que le hicieran un peritaje para determinar si está en condiciones psíquicas de ser juzgada. Pretendía que la declararan inimputable. El tribunal rechazó el pedido.
Carrizo declaró esta mañana: “Yo cometí dos errores: mandar los mensajes y ayudarla a Brenda Uliarte, pero yo no tengo nada en contra de Cristina, yo jamás mataría a una persona. Es una locura. Ni en pedo me voy a meter en algo así”. El acusado relató que se comunicó con Uliarte después del atentado y que la acompañó al canal Telefe a dar una entrevista en la que la joven mintió sobre su participación en el ataque. Según él, quiso ayudarla, convencido de que no había tenido que ver con el atentado, y que ella lo engañó.
“Yo nunca disparé, no se nada de eso”, insistió Carrizo en los tribunales de Comodoro Py, en la segunda audiencia del juicio por el intento de homicidio de la expresidenta.
En cuanto a los mensajes, Carrizo dijo que eran “un verso”, una burla. Entre lo detectado por la Justicia hay, por ejemplo, un intercambio con su hermanastra, a la que él le dijo que era dueño del arma que gatilló Sabag Montiel, le contó que habían “planificado” el atentado, que el plan era que lo hicieran una semana más tarde y que eran un grupo “decidido a matar” a Cristina Kirchner. En su declaración de este miércoles, afirmó: “Yo solo quería que se coman el verso que les estaba diciendo y después cruzármelos y decirles que era una joda, y verles la cara. Yo me burlo mucho. Me río de la gente que se toma en serio cosas que no son en serio”. Carrizo pidió que lo sometieran a un detector de mentiras. “Nunca me creyeron. ¿Por qué no me ponen el aparato ese para ver si digo la verdad? Yo no tengo problema”, dijo. No aceptó responder preguntas.
“No más preguntas”
Antes había sido el turno de Uliarte, acusada con Sabag Montiel de haber sido coautora del intento de asesinato. Ella empezó a declarar y después de las primeras preguntas (en las que dudó al responder cuestiones básicas, como su fecha de nacimiento y dónde trabajaba), se arrepintió y no aceptó seguir contestando.
La audiencia empezó minutos después de las 10. Uliarte solo llegó a responder sobre sus condiciones personales, su estado civil y su trabajo, y empezó a contestar la primera pregunta de su defensor. “¿En qué consistió el hecho que se le imputa? ¿En qué consistió su participación?“, fue la consulta del abogado. Ella contestó: “Participe y encubridora, pero no soy…”. En ese punto se interrumpió. Se agarró la cabeza y ya no siguió.
Antes había dicho que trabajaba en un kiosco y vendiendo copos. Cuando la fiscal le preguntó si vendía además material erótico, respondió que sí, pero que fue “algo pasado”. Consultada sobre con quién vivía antes de su detención, dijo, en alusión a Sabag Montiel: “Con un convicto, con un manipulador”.
”No más preguntas”, dijo. “No declaro. Anulo”, le contestó a la presidenta del tribunal, Sabrina Namer, que con mano firme, buen humor y cierta ironía manejó el debate. La jueza quiso saber el por qué del cambio de opinión. Uliarte, incómoda, argumentó que no estaba en condiciones de seguir. La jueza anunció entonces que se incorporaría al juicio la declaración que había brindado en la instrucción.
La fiscal Gabriela Baigún había dicho que el abogado defensor de Uliarte, Cipolla, había afirmado a los medios que en la jornada de hoy Uliarte estaba “empastillada”. Cipolla pidió una pericia para determinar si Uliarte está en condiciones psíquicas de ser juzgada. La fiscalía y la querella se opusieron. Advirtieron que dos peritajes habían sostenido ya que podía afrontar el proceso.
Namer, la presidenta del tribunal, le preguntó al defensor si lo que pretendía era que se declarara que hoy no estaba en condiciones de declarar o si se refería a una imposibilidad general. El abogado dijo que lo que quería era que se determinara si podía “estar en juicio en general”, porque no le había podido hacer preguntas y ella no conseguía seguir un hilo. Los jueces se retiraron de la sala para evaluar el pedido. Después del mediodía, contestaron que no hacían lugar al planteo.
Los jueces Namer, Adrián Grünberg e Ignacio Fornari pidieron un informe al Servicio Penitenciario Federal, que les dijo que desde las 6.30 Uliarte estaba en el edificio de tribunales, en la alcaldía, pero que no había tomado ninguna pastilla de las que viene tomando hace meses. Los jueces, apoyados en ese informe y otros estudios que vienen haciéndole a Uliarte, rechazaron el pedido de un peritaje.
El abogado defensor dijo a LA NACION que insistirá. Según él, la situación cambió respecto de los estudios anteriores que la declararon imputable. Alega una “incapacidad sobreviniente”.
Antes de que empezara el juicio, la defensa de Sabag también intentó que se declarara que no estaba en condiciones de afrontar el juicio y su planteo, al igual que el de Uliarte, fue rechazado.
Custodios militantes
La audiencia del juicio cerró con los primeros dos testigos del caso. Dos kirchneristas del “anillo de seguridad militante” que rodeaba a Cristina Kirchner cuando llegaba a su casa de Juncal y Uruguay. Flequillo rolinga y espontánea, Kiara Altamirano Barreto, de 23 años, contó que estaba subida a una caseta de luz o de teléfono para filmar la llegada de Cristina porque era la encargada de “comunicación” de la agrupación Frente Social Peronista.
Empleada de la cooperativa de trabajo, filmó el momento en que Sabag Montiel gatilló su arma y Cristina Kirchner fue introducida en su departamento. Era parte de la “red de contención militante” que desde hacía 20 días estaba en el frente de la casa. “Veo a Sabag que apunta, gatilla y vuelve a poner la mano. Escucho el clic y después el ruido del arma que se cae”, afirmó.
Lo filmó todo en video que aportó a la policía esa noche. Pero hubo problemas para reproducir los videos en el juicio. Un empelado de la fiscalía, Nicolás, se transformó en el protagonista de esta parte del debate. “Pausa Nicolás”, dijo la fiscal Baigún, al pedir un momento exacto del tape. “Vamos Nicolás, a ver si hoy te convertís en héroe”, le pidió la jueza Namer, con humor para pasar el mal momento.
La testigo contó que la pistola fue cubierta por un círculo de militantes “para no generar pánico” y que luego la secuestró la policía. Ante las preguntas de la fiscal, se declaró “militante por amor a la Patria, al peronismo y por amor a que la Patria es el otro”. La fiscal Baigún le preguntó por Revolución Federal y la vecina de Cristina Kirchner, Ximena Tezanos Pintos, enfrentada con la vicepresidenta, en la misma línea que la querella, que sostiene que detrás de los copitos hay alguien más. Pero no obtuvo respuestas que abonaran esa hipótesis.
Luego declaró Matías Larroca, de 39 años, que dijo que no vio el momento del disparo fallido pero sí cuando la militancia tomó del brazo a Sabag Montiel y lo llevó a la vuelta, donde lo entregó a la policía. “Soy compañero, soy compañero”, gritaba Sabag Montiel para que lo dejen ir, recordó Larroca, que ese día estuvo desde las 9 en la puerta de la casa de Cristina Kirchner, como los últimos 25 días antes del atentado.
La semana pasada, en la apertura del proceso, Sabag Montiel declaró que Uliarte fue “más una espectadora del momento que una partícipe” y que Carrizo se “autoincriminó injustificadamente”. Se adjudicó de esta manera la responsabilidad del atentado del 1° de septiembre de 2022, en la puerta del edificio de Recoleta en el que vivía Cristina Kirchner.
“Es un acto de justicia, no [un acto] por el cual traté de beneficiarme económicamente. Tiene una connotación más profunda, más ética y más comprometida con el bien social que otra cosa“, fueron las palabras que eligió Sabag Montiel para intentar justificar el intento de asesinato. En ese sentido, pretendió responsabilizar a las fallas del Poder Judicial por su accionar: “Soy el resultado o el factor de muchas fallas de la justicia”, dijo, para agregar: “Una parte de la justicia argentina no funciona”.
La fiscal Baigún le preguntó entonces a Sabag Montiel en qué consistía el atentado. “Es claro, se contesta sola la pregunta. Matar a Cristina”, respondió. Y sobre el rol de Uliarte, su expareja, en el ataque a la expresidenta, dijo: “Yo la quería matar y ella quería que muera. Si bien en los chats decía que quería hacerlo, yo nunca le dije o le ordené que lo haga. Nunca le di el arma para que lo haga. Ella quería ser más una espectadora del momento que una participe”.
El juicio contra los autores del atentado contra Cristina Kirchner tendrá audiencias una vez por semana (todos los miércoles) en la Sala AMIA, en el subsuelo de Comodoro Py 2002. De acuerdo con la calificación de los hechos de la fiscalía, a Sabag y Uliarte deben responder por el intento fallido de asesinato y les correspondería una escala penal que va de los 13 años y 4 meses de prisión a los 20 años. A Carrizo, presunto “partícipe secundario” del intento de homicidio, una escala que va desde los 6 años y 8 meses hasta los 14 años y 8 meses. Para este juicio fueron aceptados, en total, 277 testigos y se estima que todo el proceso puede demorar un año.
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