Se descomprime la tensión de una alianza que se encamina hacia un choque inevitable
La relación de la CGT y el Gobierno se descomprimió por el anuncio de Ganancias y el viaje de la cúpula sindical a Ginebra a una cumbre de la OIT
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De Esteban Echeverría a Suiza casi sin escalas, Gerardo Martínez salió raudo de la escena después de incomodar al Presidente con un regalo que rayó la ironía y un pedido desesperado para que tome las riendas de la gestión y se emancipe de una vez de Cristina Kirchner, su vicepresidenta. El mensaje del jefe de la Uocra, uno de los dirigentes más influyentes de la CGT desde la década de los 90 hasta la actualidad, refleja el temor sindical a que un gobierno peronista quede opacado por la inflación y la ineficiencia.
El viaje en tropa de una comitiva de dirigentes a Ginebra para participar del congreso de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) fue por ahora suficiente para desactivar las versiones de un posible aumento de la confrontación entre la CGT y Alberto Fernández. Ayudó mucho a descomprimir la decisión oficial de adelantar la suba del umbral a partir del cual los trabajadores pagan el impuesto a las ganancias.
En las negociaciones sindicales previas se había consensuado avanzar en una movilización callejera para alertar sobre los riesgos de la alta inflación. Dependía del interlocutor con el que se trataba, para determinar quién era realmente el verdadero blanco de la protesta. Para “los Gordos” (grandes gremios de servicios) y el autodenominado sector de los “independientes” el malestar debe ser dirigido hacia el Gobierno. Ambos sectores son hoy los que conducen la CGT. Para el moyanismo, en cambio, los únicos responsables del aumento de los precios son los grandes empresarios. “¿Marchamos a Plaza de Mayo o a la UIA?”, preguntó un dirigente aliado al clan camionero. La pregunta flotó en el aire, indecisa. Pablo Moyano revalidó su voto de confianza en la gestión solo por lo del mínimo no imponible de Ganancias.
De las conversaciones entre los gremialistas surgió una reacción inesperada. Por primera vez desde que Fernández ocupa la Casa Rosada se barajó la posibilidad de activar un paro general, según reconstruyó LA NACION de fuentes cegetistas inobjetables y de diferentes tribus. Se desinfló por el viaje en tropa a Suiza y el anuncio de Ganancias.
“Algo en defensa propia debemos hacer”, dijo un experimentado sindicalista con llegada a varios ministros y acostumbrado a negociar por los fondos de las obras sociales. Se sumó al coro de los desencantados el docente Sergio Romero. “Hay dirigentes que están excesivamente enamorados de hacer oficialismo y no hay un plan estratégico para defender a los trabajadores”, dijo el jefe de UDA. Romero no descarta impulsar una huelga nacional docente si es que no se revisa en el corto plazo la paritaria del sector. En marzo, los maestros pactaron un aumento de 45,4% hasta septiembre. Presiona ahora por una urgente actualización ante la dinámica inflacionaria. Horacio Rodríguez Larreta tomó nota de ese descontento y apuró ayer un acuerdo de 60% anual con los gremios porteños.
“Cerca de un nuevo 2001″
Para el ferroviario Omar Maturano la mejora en Ganancias es insuficiente y gestiona apoyo entre los gremios del transporte para avanzar en una huelga sectorial. “La CGT está haciendo un esfuerzo terrible para sostener la democracia, para sostener y bancar al Presidente. Estamos cerca de un nuevo 2001. Cuando hay hambre y no hay trabajo, la gente va a salir a la calle y nosotros no la vamos a poder contener. Si no hay paro de la CGT, habrá paro de los gremios del transporte”, desafió ayer en una entrevista en radio Zónica +.
El malestar de los docentes y transportistas se repite en otros ámbitos. Hay tironeos con los gremios estatales y con sectores industriales, como el del neumático, el único gremio liderado por la izquierda trotskista. Al descontento también lo expresan los piqueteros no alineados, quienes ganaron el control de la calle para exigir la actualización de los montos de los planes sociales. “Esto va a explotar solo por la inflación e inevitablemente va terminar en un paro general por más que las paritarias se cierren en 60 o 70 por ciento”, evaluó un jerárquico de la CGT. Su análisis no es unánime en la central obrera, pero son cada vez más los dirigentes que distinguen en el horizonte un inevitable choque con el Gobierno. Imaginan una inflación de tres cifras.
El pedido de Martínez a Fernández en el acto de la Uocra sirvió de advertencia. Subidos a ese mismo escenario, mientras que abajo la música y los bombos retumbaban y flameaba una bandera argentina con un sol risueño, dos ministros le reconocieron a un grupo de sindicalistas que veían a un presidente “indeciso”. Uno de los interlocutores sindicales intervino: “Sí, pero además está golpeado y debilitado”. Confirmó su diagnóstico el vacío que le hicieron el kirchnerismo, los gobernadores y los intendentes, todos ausentes de una jornada que se había imaginado como una exhibición de apoyo peronista al Presidente. “Le dejamos un penal sin arquero y Alberto la pateó afuera”, metaforizó uno de los organizadores en alusión a la flaca convocatoria de la Casa Rosada.
El giro de Barrionuevo
El que se mantiene en un sugestivo silencio en medio del realineamiento sindical es Luis Barrionuevo. Sorprendió hace dos semanas al invitar a Wado de Pedro al cierre del congreso de los gastronómicos. “Estuvo en los peores momentos de la pandemia, siempre atendió el teléfono y siempre nos ayudó para resolver problemas ante la crisis que estábamos viviendo”, endulzó el eterno jefe gastronómico al ministro del Interior. Su acercamiento al kirchnerismo esconde algunas razones: en 2021 recibió $7.988.226 en concepto del Programa de Recuperación y Sostenimiento Productivo (Repro), según precisaron fuentes del Ministerio de Trabajo. Se trata de un auxilio económico que brinda el Estado para pagar las remuneraciones de sectores en crisis. Con esta ayuda, destinada a gastronómicos, hoteleros y al turismo, se beneficiaron 85.880 empleados, muchos de ellos afiliados al gremio de Barrionuevo, que hace ya un tiempo calló sus filosas críticas a Cristina Kirchner y a La Cámpora.
El peón de Barrionuevo en la CGT es Carlos Acuña, que conservó su silla en el triunvirato de mando a pesar de contar con una tropa reducida de gremios aliados. Como los gremios más identificados con el kirchnerismo, Acuña avaló una protesta contra la inflación, pero que sea dirigida a los empresarios. Otra muestra del pragmatismo barrionuevista.
Reforma del sistema de salud
A la inquietud por la inflación, la CGT le suma otro ingrediente que para la casta sindical no es un asunto de poco relieve: la caja de la salud. La luz de alerta no es ahora solo por el retraso en el pago de los reintegros, sino por la indefinición de una negociación que comenzó hace dos meses y no tuvo avances.
En marzo, la central obrera negoció con la ministra Carla Vizzotti una ley o un decreto para lograr que los monotributistas sociales aporten el mismo monto que un trabajador y para que las prepagas paguen un adicional de 15% para el Fondo Solidario de Redistribución (FSR), que se financia con el aporte obligatorio que se les retiene mensualmente a los trabajadores registrados de sus salarios. Las obras sociales sindicales tienen la obligación de afiliar a los monotributistas, quienes abonan $1800 mensuales por el servicio mientras que un trabajador registrado promedio aporta $5000, aproximadamente, según los cálculos que hicieron en la central obrera. La CGT le reclama al Estado el pago de esa diferencia entre unos y otros.
Entre otra de las demandas, la CGT resolvió volver a la carga por la cobertura económica de las prestaciones de educación y transporte para discapacitados. Pide que sean afrontadas por el Ministerio de Salud en vez del FSR. La apuesta es centralizar todo en la Agencia de Discapacidad, que depende del Estado. Habían tenido el visto bueno de la ministra hace dos meses, pero aún no hubo señales. Gestiones que quedan enredadas en la interna oficialista.
La suerte de esta micro reforma en salud y del plan para crear un millón de puestos de trabajo a través del Portal Empleo, cuyo atractivo es la reducción de cargas patronales y el auxilio estatal para pagar los sueldos, serán dos ejes claves para entender cómo decantará la cada vez más tensa relación que une a los gremios con Alberto Fernández. Lo de Ganancias de ayer fue apenas un alivio, una maniobra del Presidente para no perder a un aliado determinante.