Se consolida el fenómeno de los “provincialismos” a costa de un retroceso inédito del peronismo
El PJ podría gobernar apenas ocho distritos a partir del 10 de diciembre, su piso histórico; la emergencia de partidos de identidad “transversal” que pisan fuerte en cada uno de sus territorios; los casos de Orrego y Poggi
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El triunfo de Alfredo Cornejo en las últimas elecciones de Mendoza dio por finalizado el calendario de provincias que decidieron desdoblar sus comicios, una ronda que arrojó estadísticas inéditas de cara al nuevo mapa político del país. De los 18 distritos que eligieron gobernador este año, las oposiciones locales se alzaron con la victoria en siete. Neuquén, San Luis, San Juan, Chubut, Santa Cruz, Chaco y Santa Fe lograron alternancias, un número solamente equiparable al de 1999. En esa ocasión hubo ocho, una cantidad que podría replicarse si, como anticipan algunos sondeos, Rogelio Frigerio logra vencer al peronista Adán Bahl en Entre Ríos.
Anticipar la fecha de renovación de cargos provinciales es una tendencia que ya está consolidada: 2019 y 2023 fueron años récord, con apenas cuatro distritos que decidieron unificar sus elecciones con las nacionales. En un contexto de fuerte crisis económica, los oficialismos cristalizan ese modus operandi con un objetivo claro: cercar sus territorios y desenganchar sus agendas locales de la agenda nacional, a la que acusan de estar “contaminada” por discusiones que no le competerían a los habitantes de sus provincias.
Sin embargo, esa estrategia de supervivencia, que en la mayoría de los casos resultó efectiva (11 oficialismos lograron su continuidad), puede también quedarse a mitad de camino. Es que 2023 pasará a la historia como el año en el que el PJ rompió su piso de gobernaciones. Nunca antes el peronismo obtuvo tan pocos triunfos: a partir del próximo 10 de diciembre, se aseguró estar al frente del poder en cinco provincias, aunque las chances de reelegir en Catamarca, Entre Ríos o provincia de Buenos Aires continúan latentes. El número más bajo registrado hasta el momento había sido de 12 gobernaciones, en los cuatro años posteriores a 1983, con picos de 17 en 1987 y en 2011.
“Es cierto que el PJ está perdiendo terreno político, pero no creo que sea en manos de Juntos por el Cambio, sino a costa de partidos netamente provinciales”, se anima a aventurar, en diálogo con LA NACION, el politólogo Facundo Cruz, miembro del Centro de Investigación para la Calidad Democrática (CICaD). Sucede que, de acuerdo a lo expresado por el especialista, el acontecimiento de mayor trascendencia de la actual rueda electoral no sería tanto la debacle peronista, sino la emergencia de fuerzas políticas referenciadas localmente que logran pisar fuerte en cada uno de sus territorios. “Estamos ante una nueva oleada de provincialismos”, define Cruz, quien identifica el comienzo de ese clico en abril, con las elecciones de Neuquén y de Río Negro.
Tres cuestiones caracterizarían a esos espacios políticos, según Cruz. En primer lugar, que su líder es un dirigente “formado políticamente en su provincia y no, como suele ocurrir en la provincia de Buenos Aires, impuesto desde afuera”. En segundo lugar, que se tratan de espacios constituidos a partir del agrupamiento de “pedazos de partidos” preexistentes y una composición profundamente transversal. Y tercero, que lo hacen en torno una identidad localista bien marcada. “Se busca un mayor margen de autonomía a partir de una construcción de identidad, que es transversal, pero que también es una nueva forma de hacer política y de conectarse con la ciudadanía”, indica el politólogo.
Además del neuquino Comunidad, de Rolando “Rolo” Figueroa –que logró vencer al histórico Movimiento Popular Neuquino (MPN) tras una hegemonía de 60 años de la familia Sapag–, entre los ejemplos destacan Juntos Somos Río Negro (JSRN), espacio comandado por el senador nacional y mandatario electo Alberto Weretilneck, y el Frente Renovador de la Concordia de Misiones, cuyo líder, el exgobernador Carlos Rovira, hace 15 años que dejó formalmente el Poder Ejecutivo para pasar a presidir la Legislatura local, desde donde maneja las riendas de la provincia a través de sucesivos delegados.
En ese listado, Cruz arriesga a incluir los casos de Marcelo Orrego (Producción y Trabajo) en San Juan y de Claudio Poggi (Avanzar) en San Luis, a pesar de que ambos triunfos provinciales fueron presentados como victorias de Juntos por el Cambio. “Poggi y Orrego son figuras distritales que no se referencian en espacios políticos nacionales de esa coalición”, argumenta el politólogo. Y aclara que, a diferencia de los dirigentes Maximiliano Pullaro (Santa Fe) e Ignacio Torres (Chubut), gobernadores electos de sus provincias, tanto Orrego como Poggi “son aliados distritales de Juntos por el Cambio, tienen sus propias estructuras y no obedecen verticalmente a alguna figura nacional”.
De acuerdo a lo sostenido por el especialista del CICaD, la divergencia entre Poggi y Orrego podría estar en que el sanjuanino cuenta con una mayor “trayectoria provincialista” debido a que “hace más tiempo que salió a armar algo solo”. A diferencia del dirigente puntano, que primero estuvo en el PJ y después pasó a armar Avanzar, su propia fuerza política, con la que logró desbancar a los hermanos Rodríguez Saá, eternos mandamases de San Luis.
El experimento de Gustavo Sáenz en Salta, otra de las figuras que se adjudica el sello “provincialista”, también contaría con ciertas peculiaridades. Cruz lo define todavía como “un gris”. “Es cierto que el PJ sigue teniendo preponderancia, pero Sáenz armó su propio partido transversal, que llama Identidad Salteña, con cuadros de distintos espacios, como dirigentes que provinieron de Pro, algunos técnicos y hasta con exradicales”, describe el politólogo.
Y plantea diferencias concretas con el caso del peronismo cordobés que, con Juan Schiaretti a la cabeza, “habla de cordobesismo, pero siempre desde el PJ”. “Aunque estén peleados con la dirigencia a nivel nacional, todos aquellos que toman decisiones vienen del partido. En Salta, en cambio, hay una construcción identitaria que es distinta, que es un poco más transversal, lo que se suma a una identificación de Sáenz con Sergio Massa en términos personales, no con la estructura partidaria en su conjunto”.
Gobernabilidades
Para Cruz, el gran interrogante a futuro es el grado de alineamiento político que tendrán estos “provincialismos” con el próximo gobierno nacional. Sin embargo, las tendencias históricas permiten intuir un escenario previsible, en el que primaría el pragmatismo por sobre lo ideológico. “Lo que hicieron siempre los provincialismos fue acomodarse en una buena relación con la Casa Rosada”, indica el politólogo. Es que cada gobernador, a través de sus legisladores en el Congreso, se ve empujado a un juego de toma y daca que le abre las puertas, entre otras cuestiones, a la obtención de mayores fondos para obra pública en sus distritos.
“Los legisladores de los partidos provinciales suelen ser la llave de la gobernabilidad, sobre todo cuando tienen una bancada que está ubicada en el medio entre dos facciones, como ocurrió en los últimos dos años del Congreso”, señala Cruz. Y pone de ejemplo al interbloque Provincias Unidas, de la Cámara de Diputados, conformado por legisladores rionegrinos, neuquinos y misioneros, que “en muchas ocasiones terminan terciando para alguno de los dos lados en virtud de sus agendas”.
Una situación que lo grafica tuvo lugar la semana pasada en la Cámara alta, cuando la senadora “misionerista” Magdalena “Maggie” Solari dio quórum para que el oficialismo votara la aprobación del pliego para la Cámara de Casación de Ana María Figueroa, pero sorprendió a propios y extraños cuando se levantó antes de la votación y forzó un empate de 35 a 35. Desde Misiones deslizaron a LA NACION que los movimientos de Solari habrían respondido a una orden directa de Rovira, en su afán por dar gestos y señales de que su sociedad política no es con el kirchnerismo, sino con Sergio Massa.
¿Qué va a pasar, en ese sentido, el día después del 22 de octubre? Cruz aclara que, muchos de los gobernadores electos, antes de pensar en el juego nacional, cuyas reglas aún no están definidas, “deberán dedicarse a arreglar sus juegos internos”. Es que, de todas las provincias que alternaron, solamente dos de los nuevos oficialismos tendrán mayoría en su Poder Legislativo: Santa Fe y Chubut.
“Pullaro y Torres tendrán la mayoría porque los sistemas electorales de sus provincias establecen que la lista que sale primera se lleva la mayoría de la Legislatura”, detalla Cruz. Y agrega: “En los otros cinco casos, los gobernadores o van a tener la primera minoría, que es la mayor cantidad de bancas pero sin llegar al 50%, o van a tener un gobierno dividido, con el exoficialismo controlando la Cámara”.
El factor Milei
¿Encenderá una luz de alarma en el tablero de los mandatarios provinciales la intención, explicitada por el propio Javier Milei, de terminar con la coparticipación federal de impuestos en caso de ser presidente? El candidato de La Libertad Avanza llama a esta medida “correspondencia fiscal” y formaría parte, en rigor, de la “tercera generación” de reformas incluidas en su plan de gobierno de más de 35 años. Su horizonte es que cada provincia “gaste en función de lo que se recauda” y viva con lo que produce.
Según argumenta Cruz, es un dato de la realidad que los referentes provinciales se sentirían mucho más cómodos con un gobierno de Massa que con lo que podría ocurrir si Milei se sienta en el sillón de Rivadavia el próximo 10 de diciembre. Sin embargo, la victoria del libertario en 16 provincias dio cuenta de una dinámica que los propios gobernadores contribuyeron a gestar, pero que al mismo tiempo los excede.
“Desacoplando las elecciones provinciales se genera una agenda de discusión del modelo provincial, pero se termina por descuidar la elección nacional. Llegado el momento, no son los mismos incentivos”, señala Cruz, para quien, sin embargo, la hipótesis de que los mandatarios peronistas le quitaron el cuerpo a la campaña antes de las PASO del 13 de agosto “no tiene asidero real”.
“Sostener eso sería asumir que la ciudadanía solo se mueve por maquinaria, cuando lo que tenés hoy es un electorado cada vez más sofisticado, que puede votar primero por la continuidad del oficialismo provincial y después, a nivel nacional, ir con una opción completamente disruptiva”, apunta el politólogo. Sin ir más lejos, esa escisión tan tajante también explicaría los magros resultados de los candidatos locales de Milei, quienes en su gran mayoría no superaron los 10 puntos. La opinión pública se reconfigura y exige una nueva caja de herramientas para comprenderla.
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