Se cae otro dique de contención
La salida de Juan Carlos Fábrega es la peor noticia para aquellos que confiaban en que el Banco Central podía actuar como un precario dique de contención para los desbordes de la política económica en la dura transición hasta fines de 2015.
En los escasos 10 meses y días que estuvo al frente del BCRA, este veterano funcionario del Banco Nación, amigo de la infancia de Néstor Kirchner en Santa Cruz (donde ambos prolongaron la amistad que habían iniciado sus propios padres), fue el encargado de tender el cable a tierra que el ministro Axel Kicillof había desconectado en Economía.
Fábrega fue el que le acercó a Cristina Kirchner diagnósticos y consejos por lo general diametralmente opuestos a los que la Presidenta estaba dispuesta a escuchar sobre la marcha de la economía y los mercados. Allí había mucho de realismo y "oficio" y poco de relato épico o de teorías conspirativas, para disgusto de Kicillof y de la militancia de La Cámpora. Es difícil manejar el BCRA con una Presidenta que cree que gobernar es gastar.
Y con un ministro que, desde mucho antes de serlo, proclamaba que el aumento del gasto público y de la emisión para financiarlo no son causa de la inflación, sino "un invento del neoliberalismo".
Y menos cuando, a falta de superávit fiscal, se usan las reservas para pagar la deuda del sector público. Sin embargo, la emisión monetaria de 2014 ya duplica la de 2013, apunta a 180.000 millones de pesos, y la combinación de más pesos y menos dólares aumenta las presiones sobre la inflación y las cotizaciones paralelas del dólar.
Para el Gobierno, mientras tanto, el remedio son más regulaciones estatales y controles policiales.
El cortocircuito político-ideológico era previsible, no tardó en aparecer y fue sumando chispazos cada vez más notorios.
Sin ser un ortodoxo y a base de sensatez, Juan Carlos Fábrega se había dedicado mayormente a reducir daños. Primero, se hizo responsable del salto devaluatorio de enero para frenar la alarmante sangría de reservas que ponía en riesgo la gobernabilidad.
Luego evitó un desastre con la posterior suba de tasas de interés para absorber pesos y frenar la suba del dólar paralelo. Pero a la vez debió hacer equilibrio con las presiones del ministro Kicillof para bajar las tasas de interés, repartir créditos subsidiados y también "planchar" al dólar oficial, aunque la mayor inflación ya licuó aquella devaluación.
Tampoco aparecía en los planes del BCRA el default parcial de la deuda, provocado por el incómodo fallo del juez Griesa y su posterior ratificación en la Corte Suprema de Estados Unidos, que frenó toda posibilidad de acceso a dólares frescos y obligó a racionar aún más los pagos de importaciones, que acentuaron la caída de la actividad.
De ahí que las reservas internacionales del Banco Central hayan caído casi 2600 millones de dólares en lo que va del año.
A cambio, Economía propone, por un lado, endurecer el cepo y los controles cambiarios y, por otro, subsidiar el consumo vía créditos con algún grado de subsidio (el plan Ahora 12) y la ley de abastecimiento.
No hacía falta demasiada imaginación para adivinar para qué lado Cristina Kirchner inclinaría su balanza, entre el pragmatismo de Fábrega y el dogmatismo de Kicillof.
Mucho menos después del combativo discurso presidencial del lunes a la noche en la Casa Rosada, donde llegó a sugerir delante del propio presidente del BCRA que cinco bancos habían obtenido información privilegiada para vender activos en dólares antes de sancionarse una medida que los afectaba.
Sin embargo, Fábrega ya estaba dispuesto a dejar el cargo desde que Kicillof boicoteó a último momento su gestión de apuro con un grupo de bancos nacionales para buscar un acuerdo con los holdouts y que a fin de julio hubiera evitado el default parcial de la deuda bajo legislación extranjera.
Alejandro Vanoli, su sucesor, no forma parte del equipo de Kicillof, pero desde la presidencia de la Comisión Nacional de Valores cumplió un papel muy activo para demostrar su alineamiento con el discurso y las acciones de la Casa Rosada.
Claramente, privilegia su rol político sobre el técnico. Ya en épocas de Guillermo Moreno como secretario de Comercio Interior había embarcado a la CNV en operativos policiales en "cuevas", y antes había apoyado la frustrada "pesificación" de la economía.
Hace poco anticipó su intención de controlar a fondo el mercado del dólar contado con liquidación, a pesar de que se trata de una operatoria en blanco y legal.
Y semanas atrás hasta tuvo la ingrata tarea de corregir por encargo a la propia Presidenta, para aclarar que el cierre de la imprenta Donnelley será investigado como una probable quiebra fraudulenta y no bajo la ley antiterrorista, como había anunciado públicamente CFK, en lo que atribuyó a "una confusión".
Con dólares escasos, es previsible que desde el Banco Central se endurezca el racionamiento de divisas, las ventas de dólares para atesoramiento y los controles en el mercado.
Más difícil es suponer que pueda contener o absorber la avalancha de pesos que se avecina en los últimos meses del año para cubrir el agujero fiscal y que amenaza con acelerar la huida del peso.
Hace pocos días, Vanoli reactivó la idea de captar ahorros en pesos mediante nuevos instrumentos financieros ajustables en función de los precios del metro cuadrado de nuevas viviendas o del petróleo, para estimular inversiones en esos sectores.
Casi una forma implícita de admitir que las tasas negativas frente a una alta inflación, que el Gobierno subestima, ahuyentan el ahorro y estimulan el refugio en el dólar.
Nuevamente contra Duhalde
Luego de su discurso, en el que acusó a grupos concentrados de querer voltear a su gobierno, e incluso dio a entender que podría sufrir un atentado desde Estados Unidos, la presidenta Cristina Kirchner la emprendió contra Eduardo Duhalde en Twitter, quien había dicho que estaba cansado de "la teoría del complot" y que tenía una "inflamación testicular" con el tema. "¿Qué tiene que ver Duhalde con el Sr. Pardo, el banco Mariva o el contado con liqui? O si. ¿Tiene algo que ver y no lo sabíamos? Porque francamente no sé por qué se da por aludido...", señaló la Presidenta a través de Twitter.
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