Se ahonda la pelea de poder por el manejo de la Corte Suprema
El clima interno sigue muy enrarecido, pese al acuerdo para relativizar la disputa entre Rosenkrantz y Lorenzetti; sospechas y seguimientos cruzados
Las tormentas siguen cayendo sobre la Corte Suprema de Justicia . La acordada que creó la Secretaría de Desarrollo Institucional como solución política para zanjar las diferencias entre el nuevo presidente, Carlos Rosenkrantz , y su antecesor, Ricardo Lorenzetti , que perdió ese cargo después de 11 años en el poder, sirvió apenas para calmar las aguas públicamente.
Pero, lejos de ser el final de una pelea, inauguró en la Corte la era de las disputas por el control del poder y los empujones por la sucesión del recién asumido Rosenkrantz.
Lorenzetti se anotó en la carrera desde el primer día, y ya le avisó a su sucesor que no va a cejar en la defensa de los valores y principios que lo movieron estos años.
El videíto corto muestra 72 horas de vértigo en la cúpula del Poder Judicial. Entre el lunes y el jueves, la Corte dejó de lado su majestad y exhibió las heridas de una puja interna a flor de piel.
A pesar de los postreros gestos de pacificación, las heridas no cicatrizan. Pero en realidad el largometraje comenzó hace más de un mes, días antes del 11 de septiembre, el del decisivo acuerdo de jueces en el que Lorenzetti perdió el poder como presidente de la Corte. Ese día llevó a sus colegas a votar la renovación de su mandato como, pero ya no contaba con sus votos. Rosatti le había advertido que no lo iba apoyar; Rosenkrantz al que el propio Lorenzetti había alentado, se sintió defraudado; Elena Highton le dio sorpresivamente la espalda, supuestamente influenciada por Elisa Carrió, una archienemiga de Lorenzetti. Lorenzetti solo tuvo el apoyo de Juan Carlos Maqueda ese mediodía.
Ya presidente, a las pocas horas Rosenkrantz dejó el país. Se fue a dar clase a Yale. Lorenzetti sintió el impacto de dejar el cargo, pero el efecto solo le duró unas pocas horas y al tiempo ya estaba dispuesto a pelear por el lugar que había perdido.
El primer acuerdo de la Corte con Rosenkrantz presidente pasó sin sobresaltos. Hubo frialdad y nada más. Pero al mismo tiempo sus colegas registraban el estado en que estaba sumida la Corte sin decisiones de fondo ni cambios decididos en el timón. "Se está haciendo de la botonera de control", explicaban cerca del juez, que se hizo fotografiar rodeado de los secretarios del tribunal como una forma de diferenciarse de Lorenzetti. En el texto del comunicado que publicó lo trató bien a Lorenzetti.
Pero la guerra estalló en la víspera del comienzo de la fundamental reunión del J-20, donde la Corte recibió a los presidentes de las cortes suprema de Justicia de los países más importantes del planeta, como previa a la reunión del G-20 que se realizará en la Argentina en noviembre.
Esa noche, apenas terminó en el cuarto piso de la Corte la recepción que les ofrecieron a los visitantes extranjeros, se conoció mediante la web de la Corte una resolución de Rosenkrantz que hizo estallar a Lorenzetti. Llevó el número 30138/18. Allí el presidente denunció a Lorenzetti con nombre y apellido, dijo que le vació el Centro de Información Judicial (CIJ) al transferir a sus responsables y buena parte de sus empleados. También instruyó al secretario General de Administración de la Corte, Carlos Marchi, para que recupere las claves del CIJ y las ponga su disposición y que asegure "de modo urgente y por los medios que estime conducentes, la seguridad informática" del sitio web. Los otros jueces la desconocían y se molestaron porque entendieron que no se alineaba con el estilo participativo en la toma de decisiones del que habían hablado cuando lo ungieron presidente.
La pelea por los password era en realidad por el poder. Lorenzetti levantó el tono de la disputa y midió a su rival. Olvidó sus modos que le hicieron ganar el apodo de "obispo" y le mando una carta casi pública a Rosenkrantz en la que habló de mediocridad, denunció malos tratos a su gente, habló de un intento de privatización del CIJ y le criticó justamente lo que reprochaban a él: tener un estilo personalista que toma medidas autoritarias.
El quiebre se dio en medio del J-20, pero en los actos públicos ambos sobreactuaron sonrisas. La foto de familia del J-20 muestra a todos los jueces internacionales y a Rosenkrantz y Lorenzetti sobreactuando sus sonrisas. Los únicos serios son Maqueda y Rosatti: la pata peronista de la Corte miraba con disgusto el tono de la disputa. Habían cruzado un límite.
Discretas gestiones de último momento sobre Lorenzetti y Rosenkrantz sirvieron para lograr encontrar una salida política por encima del laberinto. Pragmatismo peronista. Así el jueves pasado al mediodía, cuando los jueces de los otros países ya estaban en Ezeiza regresando a sus casas, los ministros argentinos se vieron de nuevo las caras todos juntas por primera vez. Y en ese acuerdo, donde nadie sabe qué se dijeron, los cinco por unanimidad firmaron una acordada, la 33/18 en la que crearon la Secretaría de Desarrollo Institucional, una estructura que se relacionará con universidades y otros organismos y contendrá el área de Comunicación de la Corte, con un rango menor que antes. Rosenkrantz puso un secretario letrado de su confianza al frente de la nueva Secretaría y a un responsable del área de prensa institucional. De todos modos cada juez hablará por sí mismo o mediante quien designe como su portavoz.
Las cinco firmas en ese documento permitieron exhibir un estado de cosas anterior al conflicto. En los papeles, porque en la práctica la tensión no cedió.
El área clave de administración en manos de Marchi no tuvo cambios. El administrador informó a todos los jueces sobre su gestión y no hay señales de que lo cambien. A pesar de que Elisa Carrió pidió una auditoría de los números de la era Lorenzetti, cuestión que Rosenkrantz no ordenó apenas asumió y que no parece dispuesto a hacer.
No hubo ninguna decisión sobre el área de escuchas telefónicas, que tiene la Corte. Un grupo de abogados que defiende a kirchneristas en problemas, incluida Cristina Kirchner (Carlos Alberto Beraldi, Maximiliano Rusconi, Graciana Peñafort, Daniel Llermanos y Martín Arias Duval), que se nuclearon en el colectivo Iniciativa Justicia, le pidieron a Rosenkrantz que intervenga el área con tres personas designadas por el Congreso y que también haga una auditoría. No se conocen decisiones sobre esa área sensible de la Corte.
En silencio, Lorenzetti está midiendo la productividad de Rosenkrantz: sus causas, sus sentencias, en cuántas interviene y cuántas prefiere dejarlas pasar sin firmar. La prudencia en la toma de decisiones es una virtud en el ejercicio del poder, pero también la diligencia y oportunidad.
Rosatti, que le dio el apoyo a Rosenkrantz para ser presidente y obturar a Lorenzetti, ahora está expectante para ver su gestión y la producción de sentencias. Highton espera que su hija pueda seguir prosperando en la Corte como le prometieron y Lorenzetti, pragmático, ya está haciendo cuentas. Le basta con conseguir un voto para recuperar la presidencia que se debe renovar dentro de tres años.
Rosatti que antes avisó que no quería ser presidente sino que sus objetivos eran otros, a futuro no deja de lado la carrera.
Lejos de la paz, con la acordada 33/18 comenzó una nueva era.
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