Se aceleran los movimientos políticos ante la sospecha de un fin de ciclo
Sergio Massa toma distancia del enfrentamiento entre Cristina Kirchner y Fernández, las encuestas que manejan en el poder; la inusual reunión de radicales y peronistas
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Después de amenazar con romper la coalición oficialista si Cristina Kirchner y Alberto Fernández seguían adelante con su enfrentamiento, Sergio Massa les dijo la semana pasada a sus colaboradores que postergaba sus aspiraciones presidenciales para 2027. Nadie lo tomó al pie de la letra. Hubo quienes lo asumieron como una humorada. Pero el paso al costado de Massa fue una reacción defensiva frente al riesgo creciente de que las llamas del enfrentamiento entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner terminen por consumir a todos. Como rezaba el eslogan de la coalición oficialista: “es con todos”. La crisis política puede darles la razón.
Massa tiene en sus manos una encuesta que muestra que el 80 por ciento de los votantes del Frente de Todos rechazan una ruptura. Se la acercó uno de sus encuestadores más confiables. El trabajo cierra con tres conclusiones:
1. Síntoma. La interna representa un nuevo síntoma de desconexión entre la clase política y la opinión pública: la ciudadanía los quiere ver juntos, arreglando sus problemas cotidianos, como la inflación o el desempleo.
2. Desgaste. Las peleas son un nuevo desgaste entre los liderazgos políticos y los electores. Más allá del ruido y la intensidad que agitan las minorías, la gran mayoría los quiere ver unidos.
3. Salida. Los argentinos perciben que la salida es en conjunto, no peleados. La unidad en la diversidad tiene premio en la mayoría. La pelea interna, en las minorías.
Las conclusiones se pueden leer también por la negativa: si la mayoría repudia el quiebre, los responsables de la ruptura se verán condenados a ser una minoría electoral. Para el peronismo puede ser una catástrofe. Pero no todos piensan lo mismo.
Cristina Kirchner transformó a Massa en el ariete de su enfrentamiento con Fernández y juntos compartieron el sábado pasado el escenario donde la vicepresidenta anunció públicamente que le había regalado al Presidente un libro sobre la crisis hiperinflacionaria del gobierno de Raúl Alfonsín. Todos los días, el kirchnerismo le anuncia a Fernández un estallido. “Esto se va a poner feo”, sumó el jueves el cristinista Roberto Feletti, secretario de Comercio del Gobierno, como si se tratara de un exportador ajeno. Y señaló como el responsable de los males al ministro de Economía, Martín Guzmán, su jefe en el organigrama estatal: desquicios de un Gobierno hecho añicos.
Cristina Kirchner vislumbra una eclosión. Por eso la unidad que profesa la encuesta de Massa no la deslumbra. En su entendimiento, si Alberto Fernández se resiste a entregarle el control de la política económica, podría ser una alternativa mejor sobrevivir como la jefa de una minoría antes que quedar fusionada al fracaso del Presidente. Esa es la especulación que se extiende en sectores del kirchnerismo. Para La Cámpora y su narración de la historia, perdurar como una minoría que resistió el acuerdo con el FMI puede funcionar mejor como opción que hundirse abrazados a una crisis junto a Alberto Fernández. Pero en la agrupación kirchnerista se abrió un debate interno. La aparición sonriente junto al Presidente de la camporista Fernanda Raverta, titular de la Anses, al anunciar el bono para los jubilados, fue una muestra de que existen líneas medias que desconfían de la estrategia de dinamitar el Frente de Todos y enfrentar a Fernández en una interna. El temor a que la crisis termine por devorarlos se extiende especialmente entre los funcionarios. Algunos siguen pensando que “es con todos” y que el fuego, si llega, no hará diferencias. Por eso el Presidente decidió multiplicar los actos con los camporistas que ocupan lugares en el Gobierno, como Raverta o Luana Volnovich, del PAMI, para mostrar que más allá de los mordiscos en los talones que le propinan diariamente, el kirchnerismo sigue adentro. Es una forma de bloquearles el juego de diferenciación que quiere practicar La Cámpora, como si el lema fuera “si nos caemos, nos caemos todos”.
También en la Casa Rosada existen quienes le susurran al Presidente que tire por la ventana a los funcionarios de Cristina Kirchner, rearme el Gabinete y gobierne con los propios sin someter al escrutinio cada movimiento. Agustín Rossi, quien participó la semana pasada de una reunión donde se analizaron cambios de gabinete, según anticipó Mariano Spezzapria en LA NACION, intentará mostrarle hoy a Fernández que existe un peronismo que se ofrece a acompañarlo más allá del kirchnerismo. Lo escenificará con un acto en Rosario, donde se mostrarán funcionarios del albertismo, aquellos que desprecia el kirchnerismo. Pero el grupo de colaboradores que lo convenció de no romper en septiembre del año pasado, le repite al Presidente que sin el kirchnerismo, el gobierno se derrumba. Allí también el debate es constante.
Mientras tanto, el enojo de Fernández con La Cámpora escaló a niveles inéditos. Las paredes de la Casa Rosada son testigo de sus expresiones. Y Cristina Kirchner anida la certeza de haber sido engañada y destratada. En la cima no hay diálogo posible. Por debajo, los vasos comunicantes siguen activos. “Lo primero es evitar la crisis institucional”, resume un colaborador de Fernández, al trazar el orden de prioridades que atraviesan por estas horas al círculo más pequeño que rodea al Presidente.
El síndrome de la rana hervida
Por ahora, el desenlace se posterga. El gobierno de Alberto Fernández llevó al país al síndrome de la rana hervida. Esa analogía asegura que si se tira a una rana a una olla de agua hirviendo, la rana salta y trata de escapar. Pero si se coloca a la rana en una olla con agua fría y se sube de a poco la temperatura hasta el hervor, la rana no reacciona y termina muriendo. Los argentinos pasaron en pocos años de sobrevivir con una inflación del orden del 20% anual, a otra en la franja del 40%. En 2022, el Gobierno celebra si se mantiene en torno al 60%. El agua está hirviendo. La temperatura escaló por ahora sin estallidos. Pero el desorden económico se multiplica. En rubros como la construcción, la lista de precios se actualiza cada dos semanas. El Gobierno apresura acuerdos para evitar que se agrave el faltante de combustibles. Y por delante aparece el enigma del aumento de tarifas: se convocaron audiencias para el mes que viene y en junio los hogares deberían experimentar un salto del 40% de sus boletas. Se verá hasta dónde aguanta la rana.
La secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra, una de las voces más escuchadas por Fernández, dijo esta semana en la TV Pública que para enfrentar la crisis económica el Gobierno necesita “fortaleza política”. Es justamente el insumo que escasea. El propio Gobierno plantea que la situación es intransitable con una coalición en pedazos. Guzmán sabe que el acuerdo con el FMI ya se volvió impracticable y deberá renegociar.
Afuera del oficialismo el diagnóstico es todavía peor. Esa perspectiva explica la reunión inesperada de Juan Schiaretti, Gerardo Morales, Rogelio Frigerio, Emilio Monzó, Florencio Randazzo y Graciela Camaño; el intendente de Rosario, Pablo Javkin, y el radical chaqueño Ángel Rozas, en el asado organizado por Juan Manuel Urtubey en su casa de San Isidro. Se desplegaron en el quincho que tiene al fondo de la casa, flanqueados por la parrilla y la vinoteca que el salteño alimenta con esmero, y mostraron con la sumatoria de peronistas y radicales el germen de una confluencia que tiene dos adversarios: Cristina Kirchner y Mauricio Macri, quienes representan los fenómenos disruptivos de la política tradicional de los últimos 20 años, y persisten como focos de la polarización. De hecho, algunos interlocutores del encuestador Gustavo Córdoba se mostraron en los últimos días sorprendidos cuando les comentó que tenía datos que daban ganador a Mauricio Macri en una eventual elección presidencial. Así las cosas, el asado de costillar y mollejas en la casona de Urtubey representó más que una cita ocasional. Son los movimientos cada vez más ostentosos de un sistema que intuye un cambio del ciclo histórico e intenta posicionarse.
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