Santiago Caputo, el consultor que cruzó la línea y se convirtió en el “monje negro” de Javier Milei
Cordial, inteligente y mesurado, algunos lo definen como un “chico Starbucks”, aunque levanta resistencias dentro y fuera del Gobierno por el crecimiento de su poder e influencia; en la última semana sumó nuevos roces
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Hay dos Santiago Caputo. Uno es simpático, mesurado y accesible. Está casado, tiene 39 años, es obsesivo, fuma mucho y discute poco. Sus amigos lo definen como un “chico Starbucks”: tranquilo, urbano y cosmopolita, con su laptop a cuestas. El otro se mueve en el mundo virtual con agresividad, entre serpientes y pistolas, es asertivo, lanza exabruptos y busca canalizar el enojo ciudadano a favor de su mayor cliente: Javier Milei. Es uno de esos “ingenieros del caos” a los que el sociólogo Giuliano da Empoli dedicó un libro. Ahora, ambos Santiagos ocupan un lugar que jamás imaginaron: son poder.
Los Santiagos acumulan amores y chisporroteos. Por su visión estratégica y su capacidad resolutoria los adoran el Presidente –que lo definió como “el verdadero arquitecto” de su triunfo, la noche misma del balotaje- y su hermanísima Karina. Pero suma roces con las ministras de Capital Humano, Sandra Pettovello, y de Seguridad, Patricia Bullrich, como antes los acumuló con quien era jefe de Gabinete, Nicolás Posse. También Mauricio Macri lo tiene entre ceja y ceja, aunque el Caputo mesurado lo elogie. En los últimos días la relación se volvió a tensar a partir del interés demostrado por agentes de la SIDE en causas de espionaje, en las que estaban algunas relacionadas con el expresidente.
“Tengo una excelente opinión del presidente Macri. Conmigo en particular siempre ha sido extremadamente generoso. Creo que sentó las bases para que la Argentina finalmente pudiera cambiar”, dijo Caputo a TN en la única entrevista que concedió hasta ahora. LA NACION procuró contactarlo para este perfil, pero no contestó. Prefiere dialogar, lejos de los micrófonos, con gobernadores, diputados, senadores, empresarios y funcionarios, que a menudo le responden a él antes que a sus superiores en el organigrama de la administración pública. Pasa con el dos del Ministerio de Justicia, Sebastián Amerio, o con Sergio Neiffert, el “señor 5″ de la Secretaría de Inteligencia (SIDE), entre otros.
El recorrido formal de Caputo es lo de menos. Estudió en el colegio Manuel Belgrano, pero los Maristas lo invitaron a retirarse. Rumbeó hacia el Esquiú, pero por sus pésimos resultados académicos terminó libre el secundario. Después cursó varios años de Ingeniería en Informática en la Universidad de la Defensa Nacional, pero la colgó. Según dejó trascender, su ilusión era ser espía hasta que conoció a un verdadero espía local y se desencantó. Intentó entonces con la carrera de Ciencias Políticas, que tampoco concluyó. Le faltaban cuatro materias, pero ya trabajaba con Jaime Durán Barba y no paró más. Bajo la égida de Santiago Nieto y Roberto Zapata, primero, y luego de la consultora “Move Group”, asesoró a candidatos y funcionarios en la Argentina y en el exterior –de El Salvador a Paraguay, y de Chile a Uruguay-, aunque el punto de inflexión fue cuando conoció a un economista de pelo enmarañado.
“Santiago es muy inteligente y tiene una gran lectura de la situación. Hace más de tres años nos dijo que Milei iba a ser Presidente y por qué. Obviamente, se armó un ida y vuelta interesante, como imaginarás… En ese momento Milei no medía y otros plantearon que iba a ganar Bullrich, o esto o lo otro… pero él mantuvo su posición. Lo que nos dijo entonces, se dio casi al pie de la letra”, cuenta uno de sus interlocutores más asiduos durante los últimos años a LA NACION, que para este perfil consultó a una docena de amigos, funcionarios, allegados y clientes, y analizó algunos de sus libros de cabecera.
Abocada a la comunicación pública, la asesoría política y la gestión de campañas electorales, Move Group es en los papeles una sociedad cuyos accionistas eran Tomás Vidal y Guillermo Garat. En los hechos, se convirtió una plataforma común de servicios en la que confluyeron varios discípulos de Durán Barba, dispuestos a trabajar para todo el espectro político. Así fue como en 2023 vivieron una situación singular: Derek Hampton asesoró a Bullrich, por el PRO, y Garat le dio una mano a Eduardo “Wado” de Pedro, por el kirchnerismo, mientras que Caputo conversaba con Milei, según reveló LA NACION durante aquella campaña presidencial.
“Todos los de ‘Move Group’ tienen el perfil de consultores y lobistas ‘a la americana’”, contó un experto en comunicación que interactúa con ellos desde 2011 y que recuerda que en sus oficinas de la calle Arenales al 2100 de la ciudad de Buenos Aires, los libros en inglés se mezclaban con los posters de una campaña demócrata. “Hacen encuestas, focus groups, ‘mailing’, publicidad digital, gestionan campañas y buscan negocios”, detalló, para de inmediato aclarar el último eje: “No buscan negocios para quedárselos, al estilo kirchnerista, sino que acercan ‘puntas’ y cobran por esa gestión”.
Algunas figuras kirchneristas tienen, sin embargo, algo para decir sobre algunos de ellos. Daniel Filmus todavía mastica bronca contra Durán Barba, Garat –hoy responsable de Relaciones Institucionales de YPF- y Rodrigo Lugones –al que muchos consideran “el distinto” o “el genio”- por la campaña sucia desde un call center que afrontó durante la campaña de 2011.
Con Lugones, hoy en Madrid, pero en contacto permanente con el resto del círculo aúlico, Caputo escribió un ensayo. Lo titularon “De Gutenberg a Zuckerberg. Una nueva revolución política”. Hoy es inhallable. Como inhallable es la moto Café Racer, tan clásica como farolera, con la que Caputo se rompió varios huesos en 2021. Mañana de sábado decembrino, Avenida del Libertador, encierro torpe y un vuelo que pudo costarle la vida.
“Resuelve quilombos”
Caputo llegó a Milei a través de Ramiro Marra, al que conocía del Manuel Belgrano, aunque los separan tres años lectivos. El hoy legislador porteño por La Libertad Avanza hizo más que eso: también le presentó a Daniel Parisini, un médico genetista pediátrico más conocido en las redes como “El Gordo Dan”, y a Agustín Romo, actual diputado bonaerense y director de Comunicación Digital de la campaña libertaria.
Caputo le expuso al economista libertario todo lo que pensaba. Se mostró muy crítico de la presidencia Macri, sin licuar sus objeciones porque Luis “Toto” Caputo, primo de su padre, fue una figura clave de aquella gestión. Y le martilló la cabeza a Milei para que compitiera en 2023, convencido que tenía una oportunidad clarísima para ganar la Presidencia, como también que le planteó que era un grave error medrar en las provincias, como pregonaba Carlos Kikuchi.
“Santiago es un tipo muy racional, muy moderado, con ideas entre liberales y libertarias. Por eso pegó onda con Javier, al que además le dio algo fundamental: orden”, cuenta un allegado a ambos. “Dicen que Santiago es un ‘monje negro’, pero la verdad es más simple: él resolvió quilombos durante la campaña y ahora lo hace en la gestión, ocupando lugares que nadie ocupa y asumiendo roles que nadie asume”.
Durante la campaña presidencial, el vínculo entre el candidato y su sólo-amigo-todavía-no-consultor-formal llegó a ser tan fuerte, que cuando murió el padre de Santiago, en julio de 2023, Milei canceló toda su agenda para acompañarlo. La relación con Claudio Caputo, quien ganó la presidencia del Colegio de Escribanos porteño en 2017, había registrado momentos buenos y no tan buenos, pero los amigos cuentan que pocas veces lo vieron tan golpeado a Santiago como durante aquellas horas aciagas.
La campaña presidencial, sin embargo, no les dio tregua. Y Caputo se abocó de lleno a Milei, que le reconoció su capacidad para leer la situación. Eso es fruto de su experiencia acumulada en muchísimas campañas, con los candidatos más variados, a veces ganando; otras, no. Y a esa experiencia, Caputo le sumó herramientas digitales que lo ayudan a vislumbrar tendencias en las conversaciones públicas que se desarrollan en las redes sociales. Y también sus lecturas, que incluyen a Peter Sloterdijk, el filósofo alemán que en “Ira y tiempo” escribió sobre los “bancos de ira”. Es decir, la bronca y la frustración acumuladas por millones de ciudadanos ante el estado de situación y la falta de resultados de los gobiernos tradicionales. Todo ese enojo es como energía en estado gaseoso, plantea Sloterdijk, asequible para quien logre canalizarlo. Lo lograron Donald Trump, en Estados Unidos, y Jair Bolsonaro, en Brasil, y Caputo estaba convencido que Milei podía lograrlo en la Argentina. Las urnas le dieron la razón.
¿Resultado? Milei confía en él sin matices, en un rol que desde diciembre de 2023 excede el de un asesor. Los indicios están allí. Caputo pasa hasta 17 horas diarias dentro de la Casa Rosada. Y cuando no está allí, puede estar en el Congreso junto al actual jefe de Gabinete, Guillermo Francos, destrabando alguna iniciativa oficialista. O con Eduardo “Lule” Menem sellando acuerdos en los distritos para 2025. Y su teléfono celular corre como el viento entre los pesados del círculo rojo o, como los denuesta el Presidente, “de la casta”.
“Santiago es así, obsesivo en todo lo que le importa”, cuenta uno de sus amigos más cercanos. “En un momento, se obsesionó con los tatuajes de la mafia rusa y no paró hasta tatuarse unos cuantos. En otro momento se le dio por estudiar finanzas y se leyó todo de [el inversor estadounidense] Benjamin Graham. Pero además podías ir a su oficina y tenía mamotretos sobre su escritorio que parecían las viejas guías telefónicas, pero eran los reportes financieros cuatrimestrales de las empresas en las que evaluaba invertir. En todo lo que le interesa es así”.
¿Un ejemplo? Fanático del guionista Aaron Sorkin, Caputo vio la serie “The West Wing”, completa, entre siete y nueve veces. Pero además le sugirió a la cúpula de Move Group que quien quisiera ingresar a la consultora debía ver la serie como condición ineludible. “Para él, todo lo que aborda la política está allí”, resume un memorioso.
¿Otro ejemplo? Hubo tiempos en que juegos de combate simulados con pistolas de aire comprimido Airsoft lo absorbieron tanto que los fines de semana se iba a sesiones de entrenamiento. “Eran como juegos de paintball, pero él se compenetraba como si fuera un soldado de las fuerzas especiales infiltrándose detrás de las filas enemigas”, cuenta un amigo. Como en el videojuego “Counter Strike”, completa otro, pero en la vida real.
Construir el mito
Algo de eso subyace en los perfiles de cuentas de Twitter que dentro del Gobierno le adjudican al otro Caputo, al más “picante”. Como ese que al parecer se presentaba como “@SnakeDocLives”, en alusión tácita a otro videojuego, “Metal Gear Solid”, en el que el jugador asume el rol de un soldado de élite, experto en tácticas de combate, supervivencia y sigilo, cuyo nombre en clave durante el operativo es, justamente, “Snake”.
“@SnakeDocLives” duró poco. La red social de Elon Musk suspendió la cuenta por violar los códigos de conducta. Entre otros motivos, porque subió fotos de armas y mensajes violentos contra un político y un funcionario. Tampoco duró mucho “@NicolaBrandeis”, con la que su enigmático dueño aludía al seudónimo que usaba el estratego del Vladimir Putin en “El mago del Kremlin”, la otra novela de Giuliano da Empoli.
Antes de evaporarse, sin embargo, quien estuvo detrás de la cuenta “@NicolaBrandeis” dejó frases para el recuerdo. Como, por ejemplo, que “la democracia argentina es una cáscara vacía de contenido cuya función es evitar los cambios que el país requiere para salir adelante. Ese es el verdadero problema argentino”.
Caputo, claro está, evita confirmar o desmentir que él haya estado detrás de esas cuentas. Sus amigos también callan. Lo cual alimenta el mito. Tal y como el protagonista de “El mago del Kremlin” le explica a un adláter: “Nuestros primeros propagandistas serán precisamente los que nos acusen de conspirar contra la democracia […]. Ellos serán quienes construyan el mito de nuestro poder […]. Todo lo que haga creer que eres fuerte aumenta tu fortaleza”.
Y en eso está Caputo, satisfecho con el aura mítica que lo rodea. Filtra a ciertos periodistas, a los que llama “punteros mediáticos”, que él es el único que puede entrar y salir de las reuniones de Gabinete cuando quiere. O que puede participar en encuentros reservados sin dejar su teléfono celular en la antesala. O que él sobrevuela a los “influencers” libertarios, a los que alude como “punteros digitales”.
“En Twitter se descarga y se divierte, es como un personaje que no es él”, dice alguien que lo conoce hace muchos años, sin confirmar tampoco sus cuentas. “Además, no olvidemos que las redes son un reflejo más de la sociedad, donde el nivel de agresividad no es administrable. Pero Santiago es cero intolerante en el mano a mano. Nada que ver”.
Hoy, el Caputo público que tiene dos hijos sigue siendo afable, no levanta la voz y transmite sus ideas con tranquilidad. Y el privado, es más efusivo, más tajante. Pero ambos coinciden en un punto: el consultor mutó en creyente de la causa libertaria. Avizora un largo recorrido para Milei y para La Libertad Avanza, en un ecosistema nuevo de partidos y de medios, con las oportunidades que ofrecen las redes sociales, y donde, como el kirchnerismo, hay que estar más atento al fondo que a las formas.
Porque como plantea el autor de “Los ingenieros del caos” y de “El mago del Kremlin”, la clave pasa por administrar el enojo de los ciudadanos, y a veces en alimentarlo contra terceros, los enemigos del día, pero jamás en combatirlo. Porque “en un sistema político enfermo, elegir a un loco, a un excéntrico, a un distinto, se convierte en una elección racional”. Y los dos Caputos están compenetrados con el “loco” que hoy ocupa la Casa Rosada.
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