San Luis, la excepción a tres reglas
Como sucedió en Neuquén, la victoria de un candidato opositor se dio a partir de una fractura en el oficialismo; en este caso, la guerra fratricida entre Alberto y Adolfo Rodríguez Saá
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El triunfo al que se encaminaba este domingo Claudio Poggi es otro caso, similar al neuquino, de derrota del candidato oficialista a manos de un postulante al que la mayoría o una parte de Juntos por el Cambio apoyó. Pero no todo es blanco o negro.
Por un lado, una vez más, la mayoría de los oficialismos provinciales confirmaron su predominio en las elecciones locales a las que, no casualmente, despegaron del calendario nacional. Así ocurrió en tres de los cuatro comicios de ayer. Al contundente triunfo del peronismo en la elección para gobernador de Tucumán se sumó la ratificación del radicalismo cambiemita en las PASO de Mendoza y la victoria de este espacio en las legislativas de Corrientes.
Por otro lado, el dato central en San Luis, común a Neuquén, es que perdió el candidato del gobernador en ejercicio, a partir de una fractura en el oficialismo. En este caso, fruto de la guerra fratricida entre Alberto y Adolfo Rodríguez Saá.
La oposición cambiemita pudo (y debió) celebrar, como hace dos meses, con desprendimientos del espacio gobernante. Circunstancias locales, que pueden dejar lecciones generales para las dos coaliciones nacionales, atravesadas por las disputas internas. La división resta, salvo que se sume a otras fuerzas.
Los principales referentes frentetodistas y de JxC prefieren en lo inmediato maximizar los triunfos a su alcance, tanto como festejar que Javier Milei siga sin revertir su condición de fenómeno personalista.
En Tucumán, Ricardo Bussi, uno de los pocos candidatos oficiales del economista, no logró superar los magros porcentajes que los postulantes de ese espacio habían obtenido en otras provincias. No hay transferencia de votos. Como mínimo.
En el caso de los cambiemitas, la multiplicación de comicios permitió que los cada vez más enfrentados Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich pudieran celebrar distanciados. El jefe de Gobierno porteño eligió viajar a Corrientes para celebrar con el gobernador radical Gustavo Valdés, antes de ir a San Luis a festejar con Poggi.
Bullrich brindó en Mendoza que la coalición oficialista encabezada por Alfredo Cornejo fuera la más votada así como que el actual senador se impusiera en forma individual en la PASO. Aunque el segundo lugar individual logrado por el exlarretista Omar de Marchi, que fue por afuera de la coalición, reabre heridas.
Menos complejo fue para el peronismo nacional potenciar y celebrar el rotundo triunfo del actual vicegobernador y ahora gobernador electo tucumano, Osvaldo Jaldo, aunque abra nuevas incógnitas fuera del territorio provincial. La derrota en San Luis para ellos es ajena y no opaca la celebración. Como decía el eslogan publicitario, “San Luis, otro país”.
Tucumán se constituyó ayer en una caja de resonancia para el FdT. En primer lugar, porque en nada afectó las chances del oficialismo la suspensión de los comicios, tras la inhibición impuesta por la Corte Suprema a la candidatura a vicegobernador del actual gobernador Juan Manzur. Todo el oficialismo nacional se comprometió a mantener el control de la provincia y lo logró.
Mientras, la oposición de JxC sigue sin dar un golpe de afecto tan sonoro que la ponga en la agenda pública por algo más que las sangrientas disputas internas.
Manzur vuelve
Por otra parte, el triunfo devuelve a Manzur al tablero nacional, a pesar de aquel traspié judicial que lo sacó de la disputa electoral tucumana, y de su más que deslucido paso como jefe de Gabinete de Alberto Fernández. Otro actor para la comedia dramática oficialista, en la que aún no aparece ningún candidato a quedarse con el papel protagónico.
No estuvo solo Manzur. Para retener la provincia y mantener vigencia nacional, contó con la sociedad política (y algo más) que construyó con el ministro del Interior, Eduardo de Pedro, en su estadía en Buenos Aires y durante las misiones de negocios que compartieron como ministros a Estados Unidos e Israel, donde el tucumano tiene vínculos privilegiados, que le habilitó al camporista.
La sociedad Manzur-DePedro, de cuya competitividad electoral sobran dudas, se revalidó durante el proceso electoral, en el que el camporista fue un gestor de fondos. Aporte esencial para sortear el contratiempo económico que implicó la postergación de las elecciones. También, para mantener el plano inclinado de las canchas electorales que suelen construir los oficialismos.
Durante la última semana de mayo resonaron en el Ministerio de Economía los pedidos de De Pedro para que se otorgaran adelantos extraordinarios a la provincia, destinados -decía- a facilitar el pago de sueldos y aguinaldo, aunque la cifra excedía largamente esas erogaciones. Al final, la reticencia de Hacienda se habría vencido. Por eso, en el entorno de Manzur elogiaban las gestiones del ministro del Interior, tanto como la disposición de Sergio Massa para superar trabas.
“Sergio se portó muy bien”, dicen al lado del actual gobernador. Todos están en campaña y Manzur nunca rompe puentes. Más aún mientras él continúe albergando sueños nacionales, a pesar de sus traspiés; mientras Massa siga en la lista de posibles precandidatos presidenciales oficialistas, pese a la crisis económica, y De Pedro tenga el esponsoreo de Cristina Kirchner, aunque no levante en las encuestas. Una suma de debilidades que, en medio de las pesadillas colectivas, les permite a todos acunar ilusiones personales.
Las cifras oficiales confirman que Manzur y Jaldo encontraron en Buenos Aires manos dispuestas a ayudarlos, según surge de una pesquisa hecha por la colega Laura Serra.
Las transferencias no automáticas para Tucumán mostraban hasta el viernes pasado que, por el programa de la Anses “Complementos a las prestaciones previsionales”, se le asignaron 18.348 millones de pesos para todo el año y en solo cinco meses le habían girado el total de los fondos anuales, que la provincia ya gastó. Justo antes de las elecciones. La premura para asignar y gastar recursos no es el único dato interesante que surge de los registros oficiales: Tucumán está cuarta en el ranking de las provincias que más fondos recibieron por este programa, detrás de Buenos Aires, CABA y Córdoba.
Además, el gobierno tucumano es uno de los que más fondos recibió en lo que va del año en Aportes del Tesoro Nacional (ATN). Manzur siempre se ha jactado de emular al músico Roberto Carlos por contar con “un millón de amigos”. Y algo más.
Tucumán expone cómo el oficialismo nacional deambula entre sus propias restricciones y las necesidades electorales. Los comicios desdoblados subrayan el rojo de las cuentas públicas en un dilema insoluble de cara a la elección nacional.
El Gobierno no puede retacearle recursos a los propios aún a riesgo de ahogarse a causa de haber entregado botes salvavidas por anticipado. Además, empodera a los gobernadores triunfantes de quienes depende aún más. Los necesita para sostener la participación en la elección presidencial.
La definición de las candidaturas nacionales entra en la recta final y los gobernadores peronistas se suben el precio. Ya pidieron para haya un candidato único, en acuerdo con Cristina Kirchner y Massa, pero siempre en beneficio propio.
En la convención de barones del interior en Tucumán para celebrar el triunfo de Jaldo reafirmaron su poder colectivo. En ese contexto, Daniel Scioli, con el apoyo del poder obstructivo de Alberto Fernández, se mantiene a flote como posible refugio de posibles despechados.
La semana promete capítulos decisivos de la comedia dramática oficialista, a punto de entrar en su desenlace. La guerra cambiemita, en tanto, todavía tiene muchos episodios por delante.
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