Rosario y las amenazas del narco Riquelme: “Prendan la tele hoy a la noche y van a ver: los voy a cagar a tiros a todos”
El detenido que fue acusado de intimidar al gobernador Pullaro anticipó lo que iba a hacer; antes había ordenado a sus sicarios matar a “cualquierita”
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Francisco Riquelme está en huelga de hambre desde el 30 de diciembre, cuando fue trasladado del penal de Ezeiza a Marcos Paz. En la audiencia, que se hizo el martes a la tarde, en la que fue acusado de ser el autor intelectual de varias amenazas al gobernador Maximiliano Pullaro dijo que “lo tienen como el peor de la historia”. Advirtió –por videoconferencia desde la cárcel– que se encuentra “aislado”, “sin colchón”, que no lo puede visitar nadie.
El espiral de amenazas y atentados contra Pullaro tuvo su origen en las medidas que tomó dos días después de asumir en los pabellones de alto perfil del penal de Piñero, ubicado a 25 kilómetros de Rosario. Reagruparon a los internos que estaban alojados en cuatro pabellones, que van del 6 al 9. Allí se encuentran sicarios de Los Monos y de otras bandas, como la que maneja Riquelme, un hombre que fue uno de los gestores de la guerra narco en el oeste de Rosario, donde se centra el foco de los homicidios.
Un mayor control en los pabellones donde están los narcos equivale a perder dinero. Por eso, Riquelme se cargó de rabia. Estaba preso en la Unidad Penal Nº1 de Ezeiza, donde amenazó a los directores de la cárcel. “Prendan la tele hoy a la noche. Van a ver lo que voy a hacer. Los voy a cagar a tiros a todos ustedes. Voy a cagar a tiros una comisaría de Rosario hoy. Se van a querer matar, van a ver lo que voy a hacer”, gritó, según se reveló en la audiencia.
Riquelme cumplió. Ordenó balear la comisaría 19 de Rosario. Horas más tarde, según la investigación del fiscal Franco Carbone, dos soldaditos iban a disparar contra la escuela Paulo IV, pero se cruzaron con una patrulla de la Policía de Acción Táctica con los que se enfrentaron a tiros. Fueron detenidos tenían un cartel con amenazas a Pullaro, y en uno de los celulares que tenían Carlos Moreno y Alejandro Acosta figuraban las comunicaciones con Riquelme. Otro dato clave fue que en una mochila tenían guantes de látex negros, los mismos que usaron los atacantes en la seccional policial y en otro atentado que ocurrió el 12 de diciembre en una sucursal del banco Macro y en la guardia del hospital de Emergencias. Allí también se habían dejado amenazas contra Pullaro.
El narco les había prometido a Moreno y Acosta que les iba a pagar 100.000 pesos. El papel que habían escrito decía: “Gobernador Pullaro dejá de arreglar con el narco Beto Godoy que está en Piñero porque sabemos todo y te vamos a matar a toda tu familia”.
Daniel Godoy es un narco de la zona norte de Rosario que se refugió un tiempo en el conurbano bonaerense, después de tramar el crimen de su competidor en la zona, el barrabrava del Newell’s Marcelo “Coto” Medrano. Dany, como lo llaman, fue detenido en marzo pasado, junto a otros miembros de su banda, entre ellos Diego Godoy, un jefe policial de la Unidad Regional de San Lorenzo, en un operativo de la Policía Federal, tras una investigación que llevó adelante la Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar) con el fiscal Claudio Kishimoto. Godoy tenía nexos con Ariel Cantero, líder de Los Monos, quien disputaba la zona norte de Rosario con Esteban Alvarado, ambos presos en los penales federales de Marcos Paz y Ezeiza, respectivamente.
Riquelme como punto de inflexión
Riquelme es un asesino feroz. Desde la cárcel ordenó matar gente inocente, como el albañil Leonardo Rodríguez. Según publicó el diario La Capital, este hombre fue baleado al azar. La orden de Riquelme fue matar “cualquierita” para tirarle un muerto a un búnker rival en Teniente Agneta y las vías. El fiscal Carbone repasó la saga de balaceras que le asignan haber ordenado a la banda de Riquelme entre abril y mayo pasado y que tuvieron como blanco las escuelas José Mármol y Rosa Ziperovich, la comisaría 16ª de barrio Tablada, la seccional 20ª de Empalme y el Order, en el complejo penitenciario de 27 de febrero al 7800.
La ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, reveló que pusieron “personal especial” sobre el que no se conocerá su identidad para controlar a los presos de alto perfil, mientras que enfatizó que los televisores y consolas de videojuegos hallados en las requisas de cárceles como la de Piñero funcionaban como “sistemas de comunicación, con un lenguaje propio”. “Vos tenés internet en la PlayStation y te podés comunicar con otra persona. Tenés un lenguaje especial”, dijo en una entrevista con la señal TN.
En el Ministerio de Seguridad de la Nación buscan tomar el caso de Riquelme como un punto de inflexión para cambiar el sistema de detención de los presos de alto perfil. La idea que manejan en el Ministerio es que este nuevo régimen de detención sea aprobado por ley, con consenso de la propia justicia, para evitar que reclamos judiciales terminen saliendo a favor de los detenidos.
En una primera etapa, según señalaron fuentes de esa cartera a LA NACION, el objetivo es generar una clasificación de internos de alto perfil y luego establecer un régimen especial, que apuntará a mayores controles en las visitas y las comunicaciones. La estrategia a la que se apunta es que sea un sistema de “entrada y salida” a ese régimen especial. Es decir, que si el detenido muestra cambios en su conducta pueda volver a un sistema ordinario de detención.
En el caso de Riquelme, el fiscal Franco Carbone, pidió medidas de seguridad especiales, luego de que lo imputaran por las amenazas a Pullaro. Ese pedido fue avalado por la jueza Hebe Marcogliese, y apunta a que el detenido sólo pueda recibir visitas de sus abogados y familiares más directos en un área de la prisión llamada locutorio, a través de un blíndex, sin contacto físico. Las visitas íntimas tendrán que tramitarlas en un juzgado. Se requisará su celda al menos dos veces por semana y sólo podrá hablar por teléfono a través del sistema “líneas blancas”, es decir, con contactos previamente constatados y sólo de su círculo familiar. Será por teléfono fijo o zoom una vez al día: de 10 a 12 o de 15 a 17, según su elección.
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