El cordobés evitó la expulsión de los cinco diputados conversos y logró sobrevivir a la arremetida de Lousteau para desbancarlo del bloque, pero deberá maniobrar para evitar una fractura que parece inminente
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CÓRDOBA.– El cordobés Rodrigo de Loredo es uno de los rostros de la última crisis del radicalismo. Jefe del bloque de la UCR en la Cámara de Diputados de la Nación, intenta hacer pie sobre tres baldosas: quienes que pretenden un perfil de oposición moderada y centrista; quienes sostienen una voz crítica frente a los desbordes institucionales y el ajuste sin contemplaciones del presidente Javier Milei, ligados a Martín Lousteau y Gastón Manes, y aquellos que intuyen inevitable una alianza con los libertarios para evitar dividir la oferta electoral no peronista y así defender, conquistar territorios o, simplemente, sobrevivir.
Intentar un equilibrio no parece sencillo. De Loredo criticó duramente a los cinco miembros de su bloque que visitaron y se fotografiaron sonrientes junto a Milei, el martes de la semana pasada, y un día después cambiaron su voto para apoyar el veto presidencial que bloqueó el aumento para los jubilados. Pero después rechazó la decisión de la Convención Nacional de la UCR de suspender la afiliación de esos legisladores, así como abrir una investigación que podría derivar en su expulsión, junto a otros dos diputados que se ausentaron a la hora de votar.
“La decisión tomada por la mesa directiva es inédita, de una gran irresponsabilidad y parcialidad selectiva. No es la primera vez que miembros del bloque votan de manera diferente. Ni en Diputados ni en Senadores. No tiene ningún efecto directo sobre el bloque de diputados nacionales de la UCR. Cualquier decisión sobre la conducta de los diputados que integran nuestro bloque será tomada entre los pares, buscando siempre los consensos y sin posturas sesgadas dentro de un partido que incluye pluralidad de miradas”, escribió De Loredo en su cuenta de la red social X.
La mención a los senadores que votan en contra de su bloque no fue casual. Fue un tiro por elevación a Lousteau, el presidente del Comité Nacional de la UCR, que en el Senado había votado en soledad contra la Ley Bases. Lousteau fue uno de los que fustigó a los diputados Martín Arjol, Luis Picat, José Federico Tournier, Mariano Campero y Pablo Cervi, por reunirse con Milei y luego bloquear el aumento a los jubilados. “Antes no se veía esta pornografía, esta inmundicia explícita”, dijo el senador porteño.
De Loredo y Lousteau se movían como aliados hasta no hace mucho. Casi tres años atrás, el cordobés fue ungido titular de uno de los dos bloques radicales (UCR-Evolución) con apoyo del senador, que encabeza el espacio Evolución Radical. Y en diciembre del año pasado se convirtió en jefe del bloque radical unificado, nuevamente con el apoyo de Lousteau, pero sumando también el respaldo de los gobernadores radicales.
Eran más que aliados para la foto. Cuando el año pasado De Loredo fue candidato a intendente de la ciudad de Córdoba (perdió por ocho puntos frente a Daniel Passerini, de Hacemos por Córdoba), distintas fuentes apuntaron la colaboración económica en su campaña de Lousteau y Emiliano Yacobitti, entonces diputado nacional y actual vicerrector de la UBA. De Loredo se contactó con LA NACION para indicar: “Al margen de quién lo diga, eso es absolutamente falso”.
“Quiero agradecer a los dirigentes de mi partido: a Martín [Lousteau] por tu empeño, tu compromiso y tu pelea”, dijo De Loredo en julio del 2023.
La noche de la derrota electoral, rodeado en el escenario por referentes radicales como Lousteau, Gerardo Morales, Alfredo Cornejo, Gustavo Valdés y Luis Petri, pero también los entonces macristas Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, De Loredo cerró su faena electoral con una frase que aún divierte a aliados y rivales: “Los hice venir al pedo”.
Por estos días, De Loredo reparte la semana entre el Congreso y sus viajes por el interior de Córdoba, para no perder presencia y seguir alimentando su ambición de ser gobernador en 2027. Antes tendrá que definir los tantos con su actual socio en Córdoba, el senador nacional Luis Juez, quien tiene la misma aspiración. Juez guarda un buen vínculo con Milei.
Esa sociedad, imposible años atrás, fue fruto de una carambola de la política. A mediados de 2021, Juntos por el Cambio (JxC) no logró un acuerdo en Córdoba y cuatro listas se enfrentaron en la interna. De Loredo rompió con Mario Negri y Ramón Mestre, que tenían el aval de Mauricio Macri, y terminó aliado con Juez, con el apoyo de Lousteau, Bullrich y, a la distancia, de Rodríguez Larreta.
Esa batalla, que partió aguas en el radicalismo y Pro, le dio a De Loredo más visibilidad nacional, incluso, que cuando fue designado por Macri como titular del Arsat, en diciembre de 2015. Tenía sólo 35 años y ningún pergamino en el sector de tecnología satelital, pero era yerno del entonces exministro de Comunicaciones y de Defensa de Cambiemos, Oscar Aguad.
El mismo vínculo lo obligó a renunciar en 2018. Fue cuando, por decreto, Macri prohibió las contrataciones de familiares de ministros, tras el escándalo por los contratos del entonces titular de Trabajo, Jorge Triaca.
Hoy con 44 años, De Loredo se recibió de abogado en 2005 (fue medalla de oro en la Universidad Nacional de Córdoba) y está en pareja con Carolina Aguad desde que iban al secundario. Compartieron estudios, se casaron en 2007 y tienen cuatro hijos. Ella es funcionaria en el Tribunal Oral Federal N°2 de Córdoba. Él se presenta como fundador del estudio Aguad y Asociados.
Tutelado por su suegro, De Loredo empezó a militar en la UCR en el sector liderado por Ramón Bautista Mestre, intendente de Córdoba entre 1983 y 1991, gobernador entre el 95 y el 99, y ministro del Interior de la Alianza. Pero enfrentó en más de una oportunidad a su hijo, Ramón Javier Mestre, intendente de Córdoba entre 2011 y 2019.
A nivel nacional, en línea con una larga tradición del radicalismo (y el peronismo) cordobés, De Loredo no mantuvo un alineamiento con ningún referente.
A nivel local su ascenso fue veloz y estridente. Fue presidente de la Juventud Radical y dos veces legislador provincial, aunque renunció a su segundo mandato para ir a Arsat. Desde su banca cultivó un perfil confrontativo con el peronismo local, y el kirchnerismo nacional, donde desplegó sus dotes de orador.
Como hoy en el Congreso nacional, De Loredo buscó siempre distinguirse por su estilo de comunicación, más audaz que el de muchos de sus correligionarios. Un día llevó una torta al recinto y la cortó sobre su banca para explicar el reparto de un bono de los empleados de la empresa eléctrica provincial (EPEC); otra vez lució un “chaleco anti bla-bla”, contra las “mentiras” del entonces gobernador José Manuel De la Sota; se tiró en paracaídas para presentar un libro, rifó un auto para costear una campaña y dio entrevistas sentado en La Cañada.
Son algunas de las ideas que aplicó para ganar visibilidad. En enero de este año, incluso, sus asesores miraron sorprendidos un spot de campaña de Donald Trump, casi idéntico en las formas y música a uno del cordobés, dos años anterior.
A su alrededor lo definen como “obsesivo” y “detallista”, y destacan que estudia los diferentes temas que debe tratar. También es frecuente escuchar a varios que lo tildan de “soberbio”.
Con Milei tuvo un cruce cuando, en febrero pasado, caída la primera ley ómnibus, De Loredo se quebró durante una entrevista. Fue mientras destacaba el esfuerzo que había hecho su bloque para reformar o sostener algunos de los artículos de la ley que el Presidente, en medio de la sesión, decidió retirar del debate. Milei, a través de terceros en la red social X, lo fustigó. El cordobés respondió que lo tenían sin cuidado “las estupideces, agravios, insultos” del mandatario. Meses después acompañó el proyecto de Ley Bases y afirmó que, para hacerlo, fingió “demencia” ante los dichos del libertario.
Ahora busca un perfil propio dentro de la UCR. En su enfrentamiento con Lousteau, tiende lazos con los gobernadores. Su aspiración –además de ser gobernador de Córdoba– es “encabezar un radicalismo distinto del de Buenos Aires, que hable del interior productivo”. Subraya las diferencias –”cada vez mayores”, sostienen en su círculo– con el senador porteño. Va levantando el tono en esa disputa. Está “definitivamente divorciado” de Evolución, insisten.
Para navegar la tormenta que le proponen Lousteau y Manes, Loredo ancla sus apoyos en las otras dos tribus del bloque radical. Afirma contar con al menos una veintena de correligionarios dispuestos a sostener su conducción. Allí conviven diputados que responden a los gobernadores radicales Alfredo Cornejo (Mendoza), Carlos Sadir (Jujuy), Gustavo Valdés (Corrientes) y Leandro Zdero (Chaco) y referentes partidarios de distintas provincias, como Karina Banfi (Buenos Aires), Martín Tetaz (CABA) y Gabriela Brouwer de Koning (Córdoba).
Con estos apoyos, De Loredo evitó que fueran expulsados los cinco diputados conversos. También, que lo desplazaran a él de la conducción de la bancada. Y hasta se animó a plantear un controvertido método para definir las votaciones a futuro: de ahora en adelante las decisiones se tomarán por mayoría, antes de cada sesión, y las minorías deberán acompañar. El sector de Manes y Lousteau lo rechaza.
“No echamos a nadie del bloque por un sentido de responsabilidad, pero tampoco le andamos rogando a nadie que se quede. De manera que aquellos que no se sientan cómodos con la postura que mayoritaria y democráticamente tome el bloque del radicalismo, pueden hacer lo que quieran”, advirtió ayer De Loredo. La fractura parece inminente.
Pese a la advertencia, el cordobés se define como un opositor “dialoguista, constructivo”. Apoya en general las reformas que impulsa Milei pero no acompaña “su desapego por lo institucional” y tampoco que vaya “en contra de las universidades, de los jubilados”. Días atrás, Juan Galli, un abogado muy cercano a él, fue designado como subsecretario Legal de la Secretaría General de la Presidencia, que comanda Karina Milei. Los deloredistas rechazan de plano que su jefe pueda cambiar su posicionamiento frente al Gobierno.
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