Robar a los muertos
Con sorpresa e indignación tengo en mis manos un ejemplar de la editorial Eudeba (Universidad de Buenos Aires) del Informe "Nunca Más" de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep).
La publicación, con fecha marzo 2012, 8» edición, 4» reimpresión, no solamente sigue anteponiendo (exactamente desde marzo de 2006) un prólogo firmado por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación al prólogo original que Ernesto Sabato firmó en el momento de su primera publicación, sino que hoy omite definitivamente la firma de Sabato para entrar directamente en materia, como si este fundamental Informe (que sirvió de base al juicio a las juntas de comandantes de la dictadura) fuera un documento anónimo.
Creo que la apropiación de la Memoria es un robo inexcusable cuando, además, esa Memoria tiene carácter de Informe en un hecho jurídico, como bien lo señalaba el fiscal de Roma, doctor Caporale, quien lo afirmó públicamente cuando con Estela de Carlotto fuimos testigos en esa ciudad de la desaparición de ciudadanos de origen italiano.
Caporale subrayó que el Juicio a las Juntas de la Argentina tenía características especiales por ser único en América latina y diferente de otros, como el de Nuremberg (con jueces de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial), o el de Kosovo, con un tribunal internacional y testigos de diferentes naciones.
El Juicio a las Juntas en la Argentina tuvo jueces, fiscales y testigos argentinos, quienes, bajo una lluvia de amenazas, dictaron los veredictos que hoy han vuelto a la Justicia.
Suprimir de este proceso el nombre de Ernesto Sabato es simplemente robarle (a quien no puede replicar) una tarea asumida con enorme responsabilidad en años en los que las Fuerzas Armadas tenían aún un gran poder (recordemos los golpes de Semana Santa, Villa Martelli, La Tablada, etc).
Por lo tanto, cabe preguntarse si quienes se permiten semejante atropello no deberían ocupar su tiempo en, por ejemplo, redactar otro "Nunca Más" con los desaparecidos por la Triple A, que floreció durante el gobierno constitucional de Isabel Martínez de Perón.
Seguramente su agitado proselitismo partidario no debe permitirles ese tiempo fundamental.
La Triple A fue el huevo de la serpiente de la dictadura de 1976. De allí surgieron los primeros grupos paramilitares y parapoliciales que golpearon a muchas familias, como bien recordaba Tati Almeyda, de Línea Fundadora de Madres de Plaza de Mayo.
Apropiarse entonces de escritos jurídicos y considerarse dueños de la defensa de los derechos humanos son hechos vergonzosos que al menos un hombre digno y valiente como Ernesto Sabato por suerte no ha llegado a presenciar.
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