Ricardo Lagorio, exembajador en Rusia, dijo que el Gobierno es “arbitrario” con los embajadores
Llegó a Moscú nombrado por Mauricio Macri, después de haber sido asesor de Daniel Scioli; la Cancillería lo intimó a jubilarse cuando cumplió 65 años, una medida que no tomó con todos los diplomáticos de esa edad; reclama una política exterior con mayor “continuidad”
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Hijo y nieto de diplomáticos, Ricardo Lagorio nació en Guatemala, vivió en seis años en Venezuela, y durante sus cuatro décadas en el servicio exterior cumplió funciones, entre otros destinos, en las Naciones Unidas durante la Guerra Fría y en la Federación Rusa, el que será -por decisión del gobierno de Alberto Fernández- su último destino. “Lo que hicieron es legal, pero arbitrario. ¿Por qué algunos sí siguen y otros no?”, se pregunta el diplomático, que fue designado en Moscú por Mauricio Macri en 2017, fue intimado a jubilarse (por cumplir 65 años) y a mediados de abril -al igual que varios de sus colegas- pasará a estar jubilado, sin haber obtenido una explicación de los motivos por parte de la Cancillería.
Lagorio, que antes de desembarcar en Rusia había sido asesor durante años de Daniel Scioli, será reemplazado por Eduardo Zuain, ex vicecanciller y (al igual que otros protagonistas de nombramientos recientes) leal a Cristina Kirchner. Durante la entrevista con LA NACION en su departamento de Recoleta, mientras mezcla sentencias con toques de ironía, Lagorio deja en claro que no comparte la “visión” del Gobierno en torno a las relaciones internacionales. ”los diplomáticos servimos al Estado, no a un Gobierno”, dice. Exfuncionario durante el gobierno de Carlos Menem, elogia a Macri, quien -afirma- lo nombró “por idoneidad y no por amiguismo”. Y se muestra en contra de quienes “vienen a refundar todo” en lugar de “sostener los intereses nacionales más allá de los matices” de quien gobierne.
-Acaba de cumplir 66 años ¿Cómo se lleva con la edad?
-Muy bien, cada vez mejor.
-Le pregunto porque para la cancillería los de más de 65 están para jubilarse…
-Mire, no compongo tangos, hay muchos compositores mejores que yo. Miro hacia adelante: lo que ocurrió está previsto en la ley del Servicio Exterior, que establece la edad de jubilación de un embajador a los 70 años, pero luego habla de que al cumplir los recaudos de la ley general (65 años con 30 de aporte), se lo puede jubilar, pero antes se lo intima, que es lo que hicieron. Es legal, pero me pregunto por qué yo sí y otro no; creo que hay cierta arbitrariedad. Días antes de regresar de Moscú, el 11 de octubre, recibí un cable en el que me intimaban a jubilarme, nadie me dio explicaciones, y yo tampoco las pido. Hay vida después de la diplomacia, Haré lo que hice siempre: defender la República, soy muy alberdiano, y seguir trabajando por un servicio exterior profesional e idóneo. Además soy hincha de River, me va bien (ríe).
-Otros embajadores de carrera fueron intimados días atrás a jubilarse. ¿Es una salida planificada?
-Los diplomáticos de carrera servimos al Estado, no a un gobierno de turno. Ahí es donde hay un error de visión. Falta más continuidad: la política exterior debe ser la política de la República, no del gobierno de turno, que por supuesto puede dar su impronta. Está la personalidad del Presidente, del canciller, pero hay líneas que deben ser permanentes. El canciller ruso (Serguei Lavrov) decía en una entrevista que Rusia tiene relaciones con países, no con individuos.
-¿No comulgaban con el Gobierno?
-Me queda la duda: somos embajadores de carrera, todos con 40 años de experiencia, con buenos currículums. Me extraña que unos sigan [a pesar de cumplir 65 años] y otros no.
-¿Legalidad sí, arbitrariedad también?
-Es lo más probable. Después de tantos años uno merece que le digan: “Señor, gracias por los servicios prestados”. No me gusta hacer olas, pero ahora se sabe que en octubre pasado notificaron a cinco de nosotros, y ahora a otros cinco.
-¿Su pecado fue haber sido designado en Rusia por Macri?
-No creo en pecados. Es un orgullo que un Presidente al que no voté, porque yo era asesor de Scioli, me eligiera, porque significa que lo hizo por idoneidad, no por amiguismo. Eso habla muy bien del expresidente Macri y la excanciller [Susana] Malcorra y Pedro Villagra, su vice. Lo demás dejemos que lo interpreten los freudianos.
-Su flamante sucesor, Eduardo Zuaín, dijo que la relación con Rusia estuvo “planchada” por cuatro años….
-No le voy a responder, lo conozco y le deseo la mayor de las suertes. Va a un destino excepcional como lo es Rusia y cinco concurrencias, 22 millones de kilómetros cuadrados y casi 250 millones de habitantes, todos manejados desde Moscú. “Estimado Eduardo [simula mirarlo], aunque no me haya llamado ni avisado, le deseo la mejor de las suertes”.
-¿Cómo evalúa las negociaciones del Gobierno con Putin por la vacuna Sputnik V?
-Desde que se registró la vacuna, el 10 de agosto pasado, hasta que me volví, en octubre, no hubo ninguna negociación directa, al menos de la que yo haya participado [el anuncio de la compra de vacunas rusas fue el 2 de noviembre].
-¿Se perdieron dos meses, entonces?
-No sé, me gusta buscar la concordia. Lo que sí puedo decir es que siempre tuve muchísima confianza en la ciencia rusa, creía que la vacuna iba a funcionar. Y cuando me preguntaron si me vacunaría, dije que si se vacunó la hija de Putin, cómo no lo haría yo.
-¿Qué destaca de su paso por Rusia?
-Hay que aclarar que reemplacé al actual vicecanciller, Pablo Tettamanti, que fue embajador en Rusia enviado por la entonces presidenta Cristina Kirchner y estuvo más de un año con Macri. Así que si hubo inactividad, somos dos inactivos. Le cuento: Macri y el presidente Putin se reunieron tres veces: en Moscú, en el G20 en Buenos Aires y en una reunión de Brics en Sudáfrica. Viajaron distintos funcionarios a Moscú, trabajaron las comisiones mixtas, llegó una delegación inédita de Senasa e Inta, se firmó un convenio entre el teatro Bolshoi y el teatro Colón, hubo diálogo interreligioso con clérigos argentinos. Me hago responsable, por algo me condecoran [en el almuerzo de despedida], los rusos no regalan nada.
-Zuain, Sabino Vaca Narvaja, Ariel Basteiro y Luis Ilarregui, los últimos embajadores designados tienen buena relación con la vicepresidenta. ¿Ella tiene influencia en la política exterior?
-Si la tuviera, no sería anormal. Cuando Scioli fue vicepresidente, viajé con él por casi todo el mundo, y él tenía influencia, conversaba. No es ilógico. Lo importante es, como decía Charles De Gaulle, tener una “cierta idea” de la Argentina, hacia dónde queremos ir. En los últimos años tenemos la épica: fundamos, refundamos, reconstruimos, relanzamos, reinsertamos. ¡Tiene que haber continuidad! No se puede, cada cuatro años y como si fuésemos Cristóbal Colón, redescubrir el mundo, hay que adaptarse a los cambios, si no lo hacemos es una receta al fracaso.
-¿Cómo es ser embajador en Rusia? ¿Hay interés por lo que ocurre aquí, más allá de la coyuntura y las vacunas?
-La relación es excepcional, hay una enorme diáspora rusa y eslava a comienzos del siglos veinte, por eso la primera catedral ortodoxa rusa la tenemos en el parque Lezama, inaugurada por el presidente Roca. Stravinsky estuvo aquí, el cosmonauta Yury Gagarin le aseguró a Lolita Torres que la primera voz que se escuchó en el cosmos fue la de ella, ¡por favor! Nos quieren, nos respetan y nos aprecian.
-¿Y Putin?
-Putin, en términos futbolísticos, fuma narguile debajo del agua. Lleva veinte años de presidente, podrá gustarnos o no pero es un hombre formado, interesado, conocedor. Divido al mundo entre los países que generan política exterior y los que la consumen, Rusia es de los países que generan. Hay que mirar allí con mucha atención, sin prejuicios y sin subestimar.
-¿Hay una tendencia en este gobierno a privilegiar a Rusia y China por sobre Estados Unidos?
-Soy muy amigo del embajador argentino en Washington, Jorge Arguello, que repite siempre que hay que manejarse con los hechos. La embajada rusa quedó vacante muchos meses, iba a ir una persona que no fue [Alicia Castro]; en China hubo cambios, y precisamente en EE.UU. está Arguello, así que, como decía aquel filósofo griego, la única verdad es la realidad. Para mí no hay gestos reales de política exterior que demuestren eso, puede haber esbozos. Está muy bien lo de las vacunas, pero Putin no se levanta pensando en Argentina, como tampoco el presidente chino o Joe Biden. Hay que construir una relación muy pragmática con todo el mundo, y bregar por un mundo multilateral, que hace al interés nacional argentino. Si tenemos que elegir uno u otro, nos va a ir muy mal, además la pandemia nos afecta a todos.
-La Argentina se fue del grupo de Lima en un guiño a Nicolás Maduro. ¿No se trata de una toma de posición tampoco?
-Prefiero no opinar puntualmente. Respeto la decisión, la puedo compartir o no, pero el problema es que pasamos de un lugar a otro. Me encantaría que se pudiera implementar una política de consenso como la de 2015, cuando en el ámbito del CARI nos reunimos los asesores de los entonces candidatos a Presidente (Macri, Scioli y Sergio Massa), y armamos un documento llamado “serás afuera lo que sos adentro”. La idea fue de Andrés Cisneros, con quien trabajé durante el gobierno de Menem.
-¿Y hoy se podría firmar aquel compromiso?
-No, ya en 2019 no se pudo hacer ni convocar a nada similar. Se habla mucho de grieta, pero el problema no es la geología, sino la discordia. Joaquín V. González hablaba de la “ley de la discordia intestina” hace más de cien años. Sentémonos y busquemos concordia, será romántico, pero si no hablamos y nos cascoteamos, no vamos para adelante. Somos un país relevante, en el mundo están sorprendidos con lo que pasa.
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