“Revolución lumpen”: el fenómeno marginal de la derecha extrema que inquieta al sistema político
El perfil de la “banda de los copitos”, según la mirada de especialistas, refleja la “crisis de subsistencia” de los jóvenes y la violencia como un “hecho cotidiano” de las periferias urbanas
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El intento de magnicidio contra la figura de la vicepresidenta Cristina Kirchner dejó al descubierto un trasfondo marginal que tiene como principales protagonistas a grupos de jóvenes que, inmersos en un contexto de creciente “degradación social”, son proclives a asimilar los “discursos de la anti-política” hasta configurar un ideario de “derecha extrema”, que pondera las acciones violentas y descarta la convivencia democrática.
Mientras la investigación judicial busca determinar si la así llamada “banda de los copitos” actuó de motu proprio o tuvo detrás un “autor intelectual”, especialistas en ciencias sociales consultados por LA NACION pusieron el foco en las “condiciones estructurales de vida” de determinadas franjas juveniles que, a partir de las redes sociales, tienden a adquirir un comportamiento “tribal” signado por el sentimiento de hartazgo y la desconfianza.
Ese caldo de cultivo, que se potencia en la clase media baja de las periferias urbanas, alimenta una dialéctica de furibundo rechazo a la política social desplegada por el kirchnerismo, a la que engloba bajo el rótulo de “planeros”. Es lo que Ariel Wilkis, decano de la Escuela Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales (Idaes), de la Universidad Nacional de San Martín, e investigador del Conicet, categorizó como un emergente del “antipopulismo popular de los precarizados”.
Otros analistas, como Shila Vilker, advirtieron que existe una “mutación” entre las juventudes. “Hay un nuevo tipo social producto de una frustración mucho más fuerte, que es el cambio de lo que llamé en su momento los ‘jóvenes viejos’: pibes que, hace unos cuatro años, todavía soñaban con tener una vida al menos igual a la de sus padres, pero sabiendo que eso era muy difícil”, dijo la politóloga.
Por su parte, el sociólogo Carlos De Angelis aclaró que las condiciones sociales precarias de esos individuos no llevan necesariamente a una acción violenta tal como intentar asesinar a una vicepresidenta. “Esta gente está en ese límite y es mucha. Ahora bien, los que están dispuestos a dar el paso y llevarlo a la práctica no son tantos”, apuntó y distinguió: “No son marginales, sino que están en el margen”.
En términos cuantitativos, la frustración de esa franja social aparece nítida en las encuestas. Juan Mayol, de Opinaia, confirmó que existe un “alto nivel de rechazo entre los menores de 25 años” cuando se les pide una evaluación del Gobierno. Mientras que Lucas Romero, de Synopsis, dijo que “hace rato que Cristina perdió sintonía entre los más jóvenes”. Esa posta la tomó Javier Milei con un discurso antisistema.
Wilkis, que sacudió el avispero al restar trascendencia a los “discursos de odio” para llamar la atención sobre las “condiciones de existencia” de los jóvenes involucrados en el atentado, dijo que existe un “contexto de degradación social y discursos antipolítica que se retroalimentan para crear un clima favorable donde crecen redes y circuitos de sociabilidad de lo que se da en llamar ‘derecha extrema’”.
“Si en un primer momento se atribuyó a los discursos del odio ser un factor decisivo para generar el atentado a la vicepresidenta, con el correr de las semanas se fueron estableciendo mejor las condiciones para que esos discursos tengan pregnancia y activen una acción como el intento de homicidio”, explicó el sociólogo y decano de la escuela Idaes, en contacto desde Noruega.
El futuro desarmado
Vilker alertó sobre otra razón para la emergencia de grupos como “los copitos”. Dijo que, antes de la pandemia, la “aspiración” que conservaban los “hijos de la clase media baja y de la clase baja integrada” llevaba a los jóvenes a colocar a “la reproducción” como una prioridad. Un trabajo que les permitiera llegar a fin de mes, armar una familia y contar con una vivienda en mínimas condiciones.
Sin embargo, de acuerdo a su análisis, en los últimos años ese horizonte se volvió cada vez más lejano. Sobre todo, a partir de la emergencia de un conjunto de factores que los afectan, pero que no son exclusivos de las franjas juveniles de la población: una “crisis de subsistencia” marcada, la acentuación de la antipolítica en tanto “sentimiento de época” y la cercanía de la violencia como un “hecho cotidiano”.
De Angelis, en tanto, introdujo un matiz. “Este sector marginal, que vive de changas, que tiene rebusques, que está organizado pero que no deja de ser lumpen, más que expresión de la antipolítica es una expresión de la infrapolítica”, definió el sociólogo de la UBA. Y habló de “un tipo de perfil de clase media cultural pero marginalizado”, característico de una “Argentina sumergida” y marcado por la “depresión” y la “desesperanza”.
El concepto de “lumpen”, acuñado originalmente por la teoría marxista, es utilizado, por lo general, para referirse a grupos o individuos provenientes de los sectores populares que carecen de “conciencia de clase” y que, con frecuencia, realizan actos funcionales a intereses que les son ajenos. La semana pasada, durante su defensa ante el tribunal que la juzga por delitos de corrupción, la propia Cristina Kirchner aludió implícitamente a esta idea al asegurar que “nadie puede pensar que esa banda planificó e ideó la autoría intelectual de lo que me hicieron”.
Números que hablan
En ese sentido, para De Angelis, no cabe duda de que el grupo acusado de llevar adelante el ataque contra la vicepresidenta pudo haberse sentido interpelado por la propuesta de figuras políticas como Javier Milei, que abogan por “salir a romper todo”. “Eso hace juego con algunas cuestiones que planteaban los anarquistas, como el apego a la metodología de la acción directa”, precisó el especialista en diálogo con LA NACION, para después definir: “Lo que hacen es foquismo de derecha”.
En ese punto, Juan Mayol dijo que precandidato presidencial por La Libertad Avanza “es el dirigente mejor evaluado, con un 58% de imagen positiva y sólo un 37% de negativa”, entre los jóvenes de la edad de los integrantes de la “banda de los copitos”. Además, el referente de Opinaia precisó que el jefe de los libertarios -que nunca condenó el atentado contra la vicepresidenta Cristina Kirchner- “lidera la intención de voto dentro del segmento, con 34%”.
Mayol sostuvo que en los sondeos aparecen las palabras que definen la mirada de los jóvenes argentinos menores de 25 años: “hartazgo, desconfianza, tristeza, malestar y resignación”. En la misma línea, el consultor indicó que “7 de cada 10 menores de 25 años evalúa la situación económica del país como mala o muy mala” y señaló que “sólo un 18% cree que la situación va a mejorar en el próximo año”.
Quien buscó explicar esos números fue Lucas Romero. “Los menores de 30 años son los que atravesaron la última década y la última parte del gobierno kirchnerista, que en términos de resultados fue muy malo. La insatisfacción de los jóvenes y el desencanto con Cristina son un reflejo de esta situación”, afirmó. Y agregó: “El segmento de mayor simpatía con Cristina es el que va de 30 a 50 años, pero no es de los menores”.
“Es muy curioso el caso de Brenda Uliarte, con un padre hiperkirchnerista, y ella planificando un atentado contra Cristina. Es para el diván”, deslizó el titular de Synopsis, al marcar la diferencia de la opinión entre los sub 30 y los mayores de 30. Y sumó otro elemento de análisis: “Tanto ella como él (Sabag Montiel) son dos pibes del Gran Buenos Aires, donde Cristina mantiene buena performance” en términos electorales.
Una nueva “incivilización”
Para Vilker, el país se encuentra en presencia de nueva “incivilización” en los términos que lo planteaba el sociólogo alemán Norbert Elias. “Ese concepto permite pensar la exclusión social y cómo se canalizan las energías violentas en una sociedad”, explicó la directora de Trespuntozero, quien aclaró que no se debe analizar la cuestión como un fenómeno restringido simplemente a las fronteras nacionales. “Muchos de estos pibes se han vuelto crueles, impiadosos. Lo son con una persona está debajo de un puente y no puede comer”, añadió.
“Si uno va a (el sitio web) Reddit se va a encontrar en esos foros con un caldo de locura pospandémica que, sin embargo, no tiene un carácter de masividad como para transpolar la figura de Uliarte o de Sabag Montiel a todas las juventudes”, dijo Vilker y alertó: “Lo que no puede pasar es que esta gente sienta que tiene aval social y no rechazo, porque un poco de aval representa un riesgo de contagio fenomenal”.
Wilkis dejó una mirada positiva: “Un claro aprendizaje es la necesidad de reforzar las mediaciones de toda naturaleza (movimientos sociales, religiosas, ONG) que en diferentes territorios puedan contrarrestar la acción de estos sectores”, dijo y agregó: “Si el contexto y la organización son condiciones de activación de esos discursos, no solo se trata de condenarlos sino también de reforzar esas mediaciones y no atacarlas”.
“Hay que proponer una agenda de mejoramiento de las condiciones de vida. Ese el pacto democrático urgente”, advirtió el académico. Lo que sucedió con “los copitos” estuvo a punto de ser una tragedia nacional, pero puede servir como un alerta temprano ante la formación de pequeños grupos marginales que no valoran la democracia porque nunca la vieron suprimida y que sueñan con encaran una imaginaria “revolución lumpen”.
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